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Por Cledis Candelaresi Difícilmente Argentina pueda pensar en hacer algo para proteger a su industria de la posible avalancha de productos brasileños hasta después de los Carnavales. Luego de una jornada de discusión en Brasilia con el ministro de Desarrollo, Celso Lafer, y otros funcionarios del equipo de Fernando Henrique Cardoso, el secretario de Industria, Alieto Guadagni, y el de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Campbell supieron que la única posibilidad se reduce a que Brasil desmantele sus regímenes de subsidio a las exportaciones. En rigor, Buenos Aires apenas podría conseguir lo que ya dio desde hace tiempo a sus socios del Mercosur. El debate sigue el mes que viene. Los gobiernos "acordaron examinar las políticas y programas de asistencia que puedan disorsionar la competitividad del comercio intrazona", sentenció ayer un comunicado conjunto, difundido después de la primera ronda negociadora formal luego de que se desató la crisis cambiaria de Brasil. En realidad, el texto alude al compromiso brasileño de "revisar" un par de regímenes que, en forma conjunta, otorgan a los exportadores del país vecino un beneficio equivalente al 13 por ciento del monto de sus operaciones. Uno de los planes que Argentina pretende derrumbar es el Proex, auxilio estatal que le permite a los exportadores brasileños vender con un financiamiento semejante al internacional y no al alto costo de las tasas de su país. Otro es el de reintegros de algunos impuestos, por los cuales la actividad exportadora queda prácticamente exenta. Ni una ni otra forma de asistencia existen en Argentina. Los funcionarios argentinos también pusieron sobre la mesa una subvención estrenada hace apenas cuarenta días en el estado de Manaos, y que beneficia, básicamente a exportadores de motos, electrónicos y papel. Gracias a este régimen, el fisco costea el flete hasta el puerto de Santos (San Pablo), lo que permite abaratar enormemente los costos de aquellos productos. Argentina no tiene ninguno de esos esquemas de subsidio, menos en las generosas versiones brasileñas. Pero fue necesaria una crisis de la envergadura actual para que Brasil se aviniera sólo a revisar su sistema de estímulos a las exportaciones. Campbell y Guadagni no encontraron margen para avanzar en otras alternativas que permitan compensar el impacto que la devaluación tendrá sobre la economía local. "No hago comentarios sobre eso", fue la lacónica respuesta del secretario de Industria, cuando Página/12 le preguntó sobre otra de las medidas que él anhelaría arrancarle a Brasil: que ese país imponga, provisoriamente, un derecho sobre las exportaciones al Mercosur. Tampoco hubo lugar para sugerir la posibilidad de que Argentina intente frenar las importaciones desde Brasil con derechos, aunque sea transitoriamente. Ni el ministro de Economía, Roque Fernández, está convencido de tomar esa medida, que los empresarios argentinos exigen a los gritos. El gobierno de Cardoso ya dio a entender que no la aceptaría y las normas del Mercosur tampoco la habilitan. Así, para aplicar aquel gravamen sería necesario firmar un nuevo protocolo. En este sentido, el propio comunicado difundido ayer pone un límite. Los gobiernos se comprometen "a mantener sus respectivas políticas de comercio exterior en estricta consonancia con las normas del Mercosur". El otro compromiso enunciado en el texto es el de "intensificar el proceso de diálogo para coordinar las políticas macroeconómicas...con vistas a asegurar la estabilidad y la competitividad". --¿Significa que Brasil ya no podría tomar una medida cambiaria como la de días atrás sin consultar previamente? --preguntó este diario a Guadagni. --Más bien, esto supone mantener las políticas fiscales antes que las cambiarias --relativizó, desde el otro lado de la línea telefónica. Los funcionarios argentinos --incluido el embajador argentino en Brasil, Jorge Herrera Vega-- sostienen que aún es prematuro conocer el impacto que realmente tendrá la devaluación del real sobre nuestra economía. Por eso, argumentan, es mejor esperar antes de embestir con reclamos más firmes. Del otro lado de la frontera, la paciencia parece ser menor. Lafer ayer ya reconoció que el proyecto de dolarización argentino "le preocupa mucho" (ver página 6). Para calmar su ansiedad, Guadagni le entregó una copia de la presentación que hizo el titular del Banco Central, Pedro Pou, al resto del gabinete. "Es sólo una propuesta en estudio", se defendió el funcionario argentino, ante su par brasileño y ante los periodistas que ayer quisieron saber en Brasilia si ese plan no compromete al Mercosur. JORNADA TRANQUILA EN BRASIL. LLEGA MISION DEL
FMI
La misión del FMI que llegará hoy a Brasilia tendrá nutridos elementos para evaluar los resultados de la política que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, por recomendación de aquella entidad, aplica desde el 15 de enero. El dólar saltó ayer a 1,80 reales, el cierre más elevado desde que se liberó el mercado de cambios. El Congreso empieza hoy el tratamiento de la parte crucial del paquete de ajuste fiscal, pero ya hay pronósticos de que el recorte de gastos y aumento de impuestos se quedarán cortos para alcanzar las metas consensuadas con el Fondo. Argentina, mientras tanto, juega cada vez un rol más protagónico en el drama brasileño: la CEPAL, que había proyectado un moderado crecimiento del 1,5 por ciento para este año, dice ahora que "no se va a cumplir", como consecuencia del impacto de la crisis del vecino. Pese al feriado en San Pablo --ayer conmemoró su fundación--, los negocios realizados en Río fueron suficientes para medir la ausencia de oferta de divisas en el mercado cambiario, situación que provocó una nueva trepada del dólar (ver página 6). La devaluación acumulada desde que Brasil modificó las bandas cambiarias (13 de enero) asciende a 32,8 por ciento. Pese al reducido volumen de operaciones, el Banco Central se habría abstenido de intervenir para contener la suba de la divisa estadounidense, para evitar seguir perdiendo reservas, tal como le ocurrió el viernes último. Los exportadores siguen sin liquidar sus cobranzas en divisas en el mercado de cambios, con lo cual secan la plaza y, a su vez, emiten una señal preocupante: piensan que la cotización del dólar seguirá subiendo. La continuidad de la inestabilidad en el mercado obstruye la posibilidad de que el Banco Central baje las tasas de interés (actualmente en el 41 por ciento anual) y así se prolongan las consecuencias recesivas para la economía brasileña. Una avanzada técnica del FMI llegará hoy a Brasil para recoger datos sobre la evolución financiera, que luego serán tomados por una misión negociadora que probablemente deba revisar las metas del programa trienal. La propia medicina recomendada por el Fondo complicó el cumplimiento: la devaluación aumentó la cuenta en reales de los servicios de la deuda externa, mientras que la suba de tasas en reales incrementó el costo financiero de la deuda interna. De tal forma, el ajuste de 23.000 millones de reales previsto para el presupuesto de este año --que se conseguiría mediante el paquete de ajuste en el Congreso-- será insuficiente para alcanzar el objetivo de superávit primario. El Senado buscará aprobar hoy el impuesto para la previsión social a las retribuciones de los jubilados estatales y un aumento para los trabajadores públicos activos. Otro proyecto que espera sanción definitiva, pero en Diputados, es el impuesto a los cheques. Mientras tanto, los rumores sobre la renuncia del ministro de Hacienda, Pedro Malan, no se acallaron. La extensa reunión que mantuvo con todo su equipo económico el domingo por la noche, en su domicilio, hasta la madrugada de ayer, alimentaron más la versión. Otra especie señala que estaría próximo a lanzar un nuevo paquete de medidas, incluido un ajuste más severo al presupuesto para cumplir las metas con el FMI. En tanto, Argentina parece condenada a sufrir los más duros efectos. José Antonio Ocampo, secretario ejecutivo de la CEPAL, estimó que la crisis que afecta a Brasil se extenderá a toda América latina, con particular intensidad para Argentina y Uruguay. Ocampo también cuestionó la propuesta argentina de unificación monetaria con Estados Unidos. "Se perdería la posibilidad de adoptar alguna política anticíclica por medio de las tasas de interés", ejemplificó.
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