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LOS LORES VAPULEARON A LA DEFENSA DE PINOCHET EN LA QUINTA AUDIENCIA POR SU INMUNIDAD

¿Y ahora quién podrá ayudar en Londres al dictador?

Los lores que deben decidir si Pinochet tenía inmunidad como ex jefe de Estado atacaron con preguntas el alegato de la defensa del ex dictador. La posición de los lores se basa en la firma de Chile en la Convención contra la Tortura y en la imposibilidad de considerar a ésta como "un acto oficial".

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Por Marcelo Justo
Desde Londres

t.gif (67 bytes)  La abogada del senador vitalicio Augusto Pinochet no se lo esperaba. La pregunta provenía de lord James Hutton, teóricamente el más conservador de los siete jueces lores que entienden en la apelación. "Si la tortura fue prohibida en la constitución de 1925 en el mismo Chile, ¿puede decirse que se trataba de un acto oficial del gobierno de Pinochet?". Con su peluquín blanco sobre la cabeza, Clare Montgomery dudó y dejó que un largo silencio se extendiera por la sala abarrotada para escuchar el primer día de alegación de la defensa. En busca de una respuesta que mantuviese en pie su estrategia de inmunidad absoluta para los "actos oficiales" del general cuando estaba al frente del gobierno chileno, la abogada, amante de los coches deportivos y veloces, respondió con lentitud. "Hay que ver la naturaleza del acto oficial en su conjunto. Los estados, como los individuos, cometen actos criminales. En el caso del Estado la inmunidad es absoluta".

No fue un buen comienzo para la defensa de Pinochet que el domingo se reunió durante dos horas en la mansión-cárcel del general al sur de Londres para exponerle la marcha del caso y justificar los casi 18 mil dólares diarios que cuestan sus servicios. En la hora y cuarenta minutos que duró su alegato, los jueces lores cuestionaron los argumentos de inmunidad absoluta y jurisdicción que presentó Clare Montgomery, y citaron por lo menos 10 veces la Convención contra la Tortura de 1984.

El presidente del panel de siete jueces lores, Lord Nicolas Browne-Willkinson, le señaló a Montgomery que el artículo cuarto de dicha convención, incorporada a la ley británica en 1988, "hace que todo acto de tortura sea un delito, de modo que los actos de tortura en Chile son delitos criminales en el Reino Unido". La abogada indicó que aceptaba el hecho de que la jurisdicción que sentaba dicho artículo era amplia, pero aclaró que era necesario leerlo en conjunción con el artículo cinco, que conmina a los estados a castigar la tortura ocurrida en sus propios países.

Ni siquiera había terminado de responder cuando otro de los lores, Lord Peter Millet, el lord masón, le preguntó si al ser signatario de la convención Chile no había admitido que perdía su jurisdicción para casos de tortura que involucrasen a sus ciudadanos, fueran o no jefes de Estado. "Sí, pero Chile firmó la convención en 1987, mucho después de los casos que alega el gobierno de España", respondió la abogada sin sospechar que hundía sus pies en arena movediza. Lord Browne-Willkinson intervino entonces con un aire ligeramente indignado, como si le reprochara a un alumno la mala fe de su respuesta: "Hay tres casos de españoles que se dieron después de esa fecha".

Jaqueado el argumento de la retroactividad que había ensayado, Montgomery insistió en que "se trata sólo de tres casos: la solicitud del gobierno de España habla de miles". Lord Browne-Willkinson le espetó que "no es una cuestión de números: tres casos posteriores a esa fecha bastan". Ni siquiera la cercanía de la campana del Big Ben a las cuatro de la tarde y al fin del round número cinco de la apelación mejoró la suerte de la defensa. El lord masón volvió a la carga con una pregunta que era una afirmación. "¿No podemos decir que el objetivo de esta convención es que ningún Estado pueda decir 'bueno lo siento, la tortura fue cometida en el ejercicio de mis funciones'?", dijo Lord Millet. Clare Montgomery se acomodó los anteojos, respiró hondo y se notaba que volvía a dudar. "Sólo si uno acepta que el artículo cinco de la convención dice que no hay inmunidad", respondió.

Al finalizar la audiencia, los expertos legales consultados por Página/12 coincidieron en afirmar que hubo dos factores que probablemente influyeron en la floja actuación de Montgomery, cuyo desempeño en noviembre pasado había sido calificado casi unánimemente de "brillante". Por un lado, los jueces lores, que tienen una formación en el derecho comercial, parecían después de cuatro días y medio de la fiscalía inmersos en el lenguaje de los derechos humanos. Por el otro, la actuación de Christopher Greenwood, el especialista de temas internacionales de la fiscalía, fue otro factor fue determinante porque, según los especialistas, habría tejido una telaraña alrededor de los argumentos de la defensa (ver nota aparte).


HABLAN LOS MARINOS TORTURADOS ANTES DEL GOLPE
Ni los militares se salvaron

 

Por M. J.

t.gif (862 bytes) La Marina chilena inauguró los campos de concentración en Chile torturando a los miembros de sus propias fuerzas. Un grupo de cinco ex marinos ofreció ayer una conferencia de prensa en el Parlamento británico en la que aseveró que el golpe de Estado estaba planeado para el 11 de agosto de 1973 y que un total de 250 marinos fueron detenidos y torturados en los dos primeros campos de concentración que conoció el país. Al final de la conferencia, Página/12 dialogó con Sergio Villar, uno de los marinos arrestados y torturados en las semanas previas al golpe del 11 de septiembre.

--¿Cuándo se produjeron los arrestos?

--Las detenciones ocurrieron entre el 6 y el 11 de agosto. A mí me detuvieron entre los últimos, el 11. Poco antes del 6 habíamos dialogado con el secretario general del Partido Socialista, Carlos Altamirano, y con otros políticos para informarles que se estaba preparando un golpe. Nuestro objetivo era que se informara al presidente Salvador Allende. No por una cuestión de afinidad política sino porque nosotros éramos básicamente constitucionalistas. Habíamos jurado respetar la Constitución y queríamos que ese juramento se respetara.

 

--¿Cómo sabían que se estaba preparando un golpe?

--El golpe se estaba preparando desde que Salvador Allende fue elegido. Pero con el tiempo las señales fueron cada vez más claras. Por ejemplo, se redujo la vestimenta de los marinos. Por reglamento la Armada debe entregar dos vestimentas por año, lo que no sucedió en los años de gobierno de Allende. Y eso era achacado a su gestión. Con el tiempo se empezó a criticar cada vez más abiertamente al gobierno de Allende por el desorden que estaba causando en la vida civil. También hubo maniobras militares, que nunca antes habíamos hecho, como atacar a un grupo de personas que participaban de una manifestación.

 

--¿Cómo ocurrieron los arrestos?

--Fueron en cadena. Todos fuimos brutalmente torturados. Nos preguntaban lo que no sabíamos. Es decir, a qué grupo político pertenecíamos, si éramos comunistas o del MIR. Poco antes nosotros habíamos hecho las denuncias del golpe en la prensa chilena, pero prácticamente ningún medio se hizo eco de lo que decíamos.

 

--¿Qué pasó después?

--Todos permanecimos detenidos. Primero se nos acusó de desobedecer el reglamento militar. Eso puede ser cualquier cosa, desde tener los zapatos sucios hasta tener la gorra mal puesta. Después nos acusaron de motín. Yo estuve preso durante tres años y días. En junio del '77, unos meses después de recobrar la libertad, me refugié en Suecia. Habían asesinado a dos de los compañeros que habían recobrado la libertad conmigo, y tuve miedo por mi propia vida.


LOS ARGUMENTOS DE LA FISCALIAY DE AMNESTY
Pinochet está legalmente

 

 

t.gif (862 bytes) El Servicio Fiscal de la Corona, que representa al gobierno español, admite que unna17fo02.jpg (9408 bytes) jefe de Estado tiene inmunidad pero que un ex jefe de Estado no la posee. Pero para los representantes legales de Amnistía Internacional, y para tres organizaciones humanitarias y dos víctimas británicas, la posición es mucho más nítida: en casos de tortura o de crímenes de lesa humanidad ni siquiera un jefe de Estado en ejercicio puede ampararse en el concepto de inmunidad soberana. Esa fue la única diferencia de fondo que pudo percibirse en la estrategia legal del campo antipinochetista tras completar ayer sus alegatos, después de cuatro días y medio de audiencias. Una estrategia basada en un movimiento de pinzas que está causándole innumerables dolores de cabeza al campo pinochetista integrado por su defensa y por los abogados del gobierno chileno como parte interviniente.

El primer frente de ataque es la ley británica, articulada en la State Immunity Act de 1978 (Inmunidad del Estado). Según la fiscalía, la ley sólo protege a los ex jefes de Estado por los "actos oficiales que haya realizado" y la tortura o el secuestro no pueden formar parte de la definición de "actos oficiales".

El segundo frente se refiere fundamentalmente al problema de la jurisdicción británica para juzgar o extraditar a un ciudadano de otro país y se basa en dos convenciones internacionales firmadas por Gran Bretaña: la Convención contra la toma de rehenes y la Convención contra la tortura. La fiscalía y la parte interviniente alegan que al incorporar ambos convenios en 1982 y 1988, Gran Bretaña asumió frente a la comunidad internacional la obligación de detener y extraditar o juzgar a las personas que hubieran violado estas convenciones.

Este frente se enlaza con el primero: la ley es contradictoria si concede inmunidad al ex jefe de Estado en un lugar y se la quita en otro (al incorporar la tortura y la toma de rehenes en su legislación). Por lo tanto, en la State Immunity Act no se puede definir a la tortura como "acto oficial". Este segundo frente es el que corta las alas de los alegatos que hará el gobierno chileno. Chile es signataria de la Convención contra la tortura por la que los estados renuncian a una jurisdicción exclusiva sobre actos cometidos por sus ciudadanos. Y la firmó en 1988: en ese entonces, Pinochet aún era "jefe de Estado".

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