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LA DEFENSA ALEGO QUE SE TRATA DE UN ACTO SOBERANO

La tortura, nuevo eje para Pinochet

La defensa de Pinochet defendió el carácter soberano de la tortura y la toma de rehenes, con lo que el caso tomó un giro imprevisto.

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Por Marcelo Justo
Desde Londres

Página/12     
en Gran Bretaña

t.gif (67 bytes)  “Me parece que este caso se terminará decidiendo por la interpretación que hagamos de la Convención Internacional de la Tortura. Se levanta la sesión.” El presidente del panel de siete jueces lores que entiende en la apelación del caso Pinochet, lord Browne Willkinson, cerró la sexta audiencia con ese repentino pronóstico que acompañó de una sonrisa tan jovial como enigmática. Poco antes, la abogada de la defensa Clare Montgomery había indicado que la tortura y la toma de rehenes no eran crímenes internacionales y que por consiguiente ni Gran Bretaña ni España tenían jurisdicción para arrestar y enjuiciar al general chileno. “El mundo está lleno de ex dictadores a los que se puede acusar de crímenes. Pero lo cierto es que no son juzgados por terceros países. Si se los llega a juzgar, se lo hace en el mismo país de origen”, señaló Montgomery.
Por segundo día consecutivo, la estrategia cada vez más apocalíptica de la defensa no pareció convencer a los jueces lores. La abogada indicó que las convenciones contra la tortura de 1984 y la de toma de rehenes de 1980 favorecían al general Pinochet en su reclamo de inmunidad. “Los que redactaron las convenciones sólo indicaron que eran crímenes que preocupaban a la comunidad internacional. No los definieron como crímenes internacionales. Sería maravilloso vivir en un mundo en el que hubiera jurisdicción universal sobre esos delitos, pero no es el mundo en que vivimos”, dijo la Montgomery.
Lord Browne Willkinson, que es patrono del Instituto Británico de Derechos Humanos, le preguntó cuáles eran los crímenes internacionales “de acuerdo a su definición”. El genocidio y los crímenes de guerra, respondió Montgomery. “Pero en el caso de la tortura –insistió el presidente del panel– estamos hablando de un convenio firmado por España, Gran Bretaña y Chile, entre otros países. ¿No tienen como signatarios obligaciones internacionales?” La abogada reconoció que era un tratado pero indicó que eso era diferente a sostener, como había hecho la fiscalía, que la existencia de la Convención prueba “que hay un derecho internacional consuetudinario sobre la tortura”.
Ante el silencio de los lores, la abogada apeló a su última línea de ataque. “La fiscalía necesita demostrar que son crímenes internacionales para probar así que esos crímenes existían antes de 1973”, dijo Montgomery. Según la defensa, el hecho de que la convención sobre la tortura se firmara en 1984 y fuera incorporada a la legislación británica en 1988, otorgaría inmunidad al general, porque no se puede aplicar a un acto la categoría de delito de modo retroactivo. La fiscalía disputa este hecho señalando que el Tribunal de Nurenberg en 1946 marcó un cambio radical en el derecho internacional consuetudinario y para la época del golpe la tortura estaba reconocida internacionalmente como delito. Presionada por los lores sobre este punto, Clare Montgomery indicó que se necesita más que una convención o un tribunal para que un acto alcance la categoría de crimen internacional. “En eso las autoridades en derecho internacional son claras. Se requiere el consenso de los estados que conforman la comunidad internacional”, dijo Montgomery.
Por la mañana, los lores cuestionaron otro de los pilares de la defensa, al poner en duda que se pudiera aplicar a un ex jefe de Estado el Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas citado en la ley británica de Inmunidad del Estado de 1978. “Mis lores –dijo la Montgomery– sería poco razonable que la ley le diera menor inmunidad al jefe de Estado que al de una misión diplomática.”
Pero la lógica legal de la defensa no pareció convencer a sus señorías, que atacaron sus argumentos por otro lado. El lord presuntamente conservador, lord Hutton, le preguntó si podía considerarse a la torturaun acto oficial, teniendo en cuenta que estaba prohibida por la Constitución chilena de 1925. “Cuando un gobierno asume por la fuerza -respondió Montgomery–, hay que definir nuevamente qué es un acto oficial. Por cierto que no se define en relación a lo que se derrocó.”
Mientras tanto, en los corredores de la Cámara de los Lores circulaban rumores poco alentadores para el equipo de Clare Montgomery. Según noticias procedentes de Chile, el representante legal del gobierno no reconocerá explícitamente que el senador vitalicio tiene inmunidad soberana. De confirmarse, esta posición debilitaría el argumento central de la defensa, que plantea que dicha inmunidad está legitimada por el gobierno.
Consultado por Página/12 el abogado Fernando Barros, coordinador de la campaña pinochetista en Gran Bretaña, indicó que esa acción del gobierno sería “una puñalada en la espalda” y que “sólo podía obedecer a razones políticas. Influiría muy negativamente en la decisión de los lores”, admitió Barros.


HABLA REED BRODY, DE HUMAN RIGHTS WATCH
“Nadie debe tener inmunidad”

Por M. J.
Desde Londres


t.gif (862 bytes) “El caso Pinochet dio vida a dos principios que ya existían: el principio de la jurisdicción universal y el de la no inmunidad”. Reed Brody es el director de campañas de la organización de derechos humanos Human Rights Watch, parte interviniente en la apelación que se lleva a cabo ante la Cámara de los Lores para lograr la extradición del ex dictador a España. En diálogo con Página/12 Brody se refirió a la presentación escrita que hizo su organización a los lores y al impacto internacional del caso.
–¿En qué se diferencia la presentación de Human Rights Watch de la que hace Amnesty International?
–Coincidimos con lo que dice Amnistía sobre la evolución del derecho internacional que ya no reconoce inmunidad para el jefe de Estado o ninguna otra persona. Nosotros insistimos más en que el Reino Unido no sólo tiene la posibilidad sino la obligación de extraditar o juzgar a Pinochet. Hacemos también más énfasis que Amnesty en la práctica concreta de los estados sobre temas de derechos humanos, tal como se reflejó en la reacción favorable a la primera opinión de los lores en Francia, Alemania, en la felicitación del Tribunal Supremo de Brasil. Creemos que en el momento en que Jacques Chirac dice que ni los jefes de Estado tienen inmunidad para tales crímenes, está reflejando un cambio importante en el mundo. Una tercera diferencia es que enfatizamos más la imposibilidad de que haya un juicio en Chile, refutando lo que dijeron dos lores en sus fundamentos a favor de Pinochet el 25 de noviembre. Queremos mostrar el muro de impunidad del que goza Pinochet para que los lores no crean que hay otro foro para el caso.
—El eje de la apelación en la Cámara de los Lores es si Pinochet goza de inmunidad en su condición de ex jefe de Estado. Pero la posición de Human Rights Watch va más allá de eso.
–Tanto nosotros como Amnesty creemos que ni el ex jefe de Estado ni el jefe de Estado en ejercicio deben tener inmunidad para sus actos oficiales. También creemos que por razones prácticas la vía ideal para juzgar a un jefe de Estado es un tribunal internacional como en Ruanda o en la ex Yugoslavia.
—Al tocar la posición del jefe de Estado en ejercicio, ¿no se puede causar un caos en las relaciones internacionales donde todo país se arrogue el derecho de juzgar al jefe de Estado de otro?
–Sí. Hay además un problema de poder que nosotros deploramos. Es decir, si la cuestión entre Chile y Gran Bretaña fuera a la inversa, probablemente Chile no podría soportar la presión británica. Ahora bien, si mañana se organiza el juicio de Kabila en Francia, nosotros participamos. Tenemos una posición pragmática. Avanzamos con lo que se puede avanzar. Pero reconocemos que la vía más práctica sería lograr el consenso de la comunidad internacional para crear un Tribunal Penal Internacional que tendría competencia prospectiva para juzgar casos de genocidios, crímenes de guerra y de lesa humanidad cuando los foros domésticos no lo hacen, porque no quieren o no pueden. Sostenemos que el foro más importante es el doméstico. En situaciones normales Pinochet debería ser juzgado en Chile. Es su foro natural. Pero no puede serlo.

–¿Qué impacto tendrá la decisión que tomen los lores?
–Yo creo que en gran medida todo este proceso está dando vida a dos principios que ya existían: el de jurisdicción universal y el de la no inmunidad. El hecho de que el juez Garzón solicitó la extradición, que España, Suecia, Alemania y Bélgica hicieron lo mismo, es una manifestación de vida de estos principios. Si los lores fallan otra vez en contra, seríamuy importante porque los ojos del mundo están puestos aquí. Gracias al proceso contra Pinochet nos están contactando los paraguayos por lo de Stroessner, los haitianos, por lo de Duvalier, los indonesios por lo de Suharto. El dictamen de los lores el 25 de noviembre fue un llamado de alerta para los tiranos, pero también para las víctimas.

 

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