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OPINION

     Tradiciones inventadas

Por Ema Cibotti *


t.gif (67 bytes)  Ninguna sociedad construye desde la nada y los europeos lo acaban de demostrar. Los gobiernos promueven la “Tercera Vía” con matices que son significativos en el marco de sus propias tradiciones nacionales. El gobierno francés apuesta al Estado, motor de la transformación, para que actúe allí donde el mercado no llega, y hace una defensa matizada del liberalismo en clave socialista.          El gobierno inglés expresa su desconfianza hacia cualquier forma de control estatal y con ello refuerza la vieja tradición liberal del siglo XIX, la misma que impulsó a muchos marxistas, en plena Guerra Fría, a mantener una distancia crítica de Moscú. El gobierno alemán de raíz socialdemócrata, recientemente elegido, busca definir una nueva identidad nacional basada en la reunificación y en el encuentro     con Europa para dejar atrás el siglo XX         que separó a Alemania de las demás democracias occidentales y desembocó en el nazismo.
Nuestras tradiciones políticas también están fragmentadas y no en todos los casos son rescatables. Por ejemplo, el ejercicio de la política institucional no ha cambiado. A pesar de la Constitución de 1994, se mantiene atado al diseño original de la República conservadora que tiene más de un siglo. El Ejecutivo a escala nacional, provincial y municipal, concentra poder y decide, en definitiva manda, mientras el Legislativo en todos sus niveles se debilita, languidece y aparece como un “no poder”. Este ejercicio resiente la participación democrática y transforma al ciudadano en un sujeto pasivo frente a las decisiones del Ejecutivo. A esta práctica institucional se suma, en el actual contexto de ajuste salvaje, la pérdida de sentido de la acción en sociedad.
Hoy despierta interés el diseño de la política social, de mediados de siglo, sin embargo, merece ser revisado a la luz de aquella experiencia. Es útil recordar que el proyecto de seguridad social para toda la población fracasó y que si bien el sistema de seguridad social se amplió en número a partir de 1944, conservó las características anteriores a esa fecha, es decir protegió sólo a los trabajadores mejor ubicados en la escala salarial y laboral.
Aun así, de ayer a hoy la diferencia es clara. Durante décadas, la dinámica económica cerró brechas en la sociedad, pero en ningún momento de ese largo y próspero período el pueblo asoció ese crecimiento con el imprescindible respeto a la ley.
¿Cómo hacer para enfrentar la irracionalidad neoliberal que nos tiene a merced de los vaivenes anárquicos del mercado y que sostiene: “no hay sociedad, sólo individuos”? Sería ocioso decir que debemos recuperar una tradición democrática activa anclada en prácticas sociales concretas inscriptas en la ley, pues nunca la tuvimos, en rigor debemos inventarla.

* Historiadora.

 

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