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Miles de sobrevivientes enfurecidos, hambrientos, ocupaban ayer el centro de la ciudad de Armenia, devastada por el terremoto del lunes: corridos a tiros por la policía, saqueaban los pocos mercados todavía en pie. Después del desastre, la población quedó en total carencia, sin agua ni comida; la desorganización gubernamental demoró la llegada de provisiones y el rescate de las víctimas todavía atrapadas. Tampoco hubo carpas suficientes para evitar que pasaran la noche a la intemperie quienes habían perdido sus casas. Un funcionario llamó el terremoto de los pobres a la catástrofe: los barrios pudientes no fueron afectados. Según cifras oficiales, ya hay 878 muertos confirmados, pero se estiman más de 2000. Ayer se registró otro sismo, sin víctimas ni daños notificados. Vamos a robar porque no nos dejaremos morir de hambre, decía llorando un adolescente con la cara ensangrentada por un bastonazo. ¡Nos van a matar!, gritaba una mujer, a cinco cuadras del centro de Armenia, señalando a una de las camionetas con agentes de la policía secreta colombiana (DAS), que perseguían a los hambrientos disparando al aire. Cientos de manifestantes ingresaron a un supermercado en el barrio de Santander uno de los más pobres de la ciudad de Armenia en busca de alimentos y agua potable. Por lo menos cuatro personas fueron detenidas. Henry Gómez, gobernador del departamento de Quindío cuya capital es Armenia, pidió al gobierno que organice mejor el envío de la ayuda. Cecilia Ramírez, secretaria de Desarrollo Social de ese departamento, dijo que solamente el 5 o 10 por ciento de las necesidades de alimentación se están cubriendo. Algunos niños ya están deshidratados. Para colmo, llovió en las dos últimas noches, que miles de personas pasaron a la intemperie. El Ejército envió carpas para dos mil personas, pero sólo en el barrio Brasilia el número de damnificados superaba los 3000. Tanto en Armenia de 300.000 habitantes como en Pereira de 600.000 la electricidad y el agua corriente seguían cortadas. Entre el 75 y el 100 por ciento de los barrios del sur de Armenia, los más pobres, quedó destruido. No eran construcciones antisísmicas, pese a que la zona está ubicada en una franja de permanente actividad telúrica, indicó Jaime Santana, de la Cruz Roja. En cambio, el barrio norte, donde viven los ricos, emergió prácticamente intacto. Fue un terremoto de pobres, dijo Carlos Arturo López, gobernador de Risaralda, cuya capital es Pereira. En varios lugares de esa ciudad, los vecinos habían oído señales de vida bajo los escombros, pero las brigadas de rescate, carentes de equipos especializados y grupos electrógenos, interrumpieron su labor al anochecer. Un grupo de bomberos llegó a pedir a los periodistas de la televisión que mantuvieran encendidas sus luces para continuar trabajando. Ayer empezaban a llegar brigadas especializadas en catástrofes de Alemania e Inglaterra. Las autoridades estiman que la reconstrucción requerirá cuatro años y 100 a 200 millones de dólares. Ayer el balance provisional de víctimas ascendía a 878 muertos y 3411 heridos, pero la Cruz Roja estimaba que podría haber 2000 muertos sólo en Armenia, que perdió el 70 por ciento de su patrimonio arquitectónico histórico. El terremoto afectó el Eje Cafetalero, que provee más de la mitad de la producción de Colombia. Varios analistas pronosticaron un aumento en el precio internacional del café. Ayer, cerca de la ciudad de Bucamaranga, en el oriente colombiano, se registró un nuevo temblor de 5,4 grados en la escala de Richter; se produjo a 150 kilómetros de profundidad, y no se anunciaron víctimas ni daños materiales. Desde el lunes se produjeron 27 réplicas del terremoto, sin causar nuevos daños.
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