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LOS REPUBLICANOS AVANZAN, PERO NO PUEDEN DERROCARLO
Tres testigos contra Clinton


Los republicanos votaron contra el sobreseimiento de Clinton y convocaron a Monica Lewinsky y otros dos testigos en el juicio político al presidente, pero no tienen los votos para destituirlo.

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La Cámara alta vota contra el sobreseimiento de Bill Clinton ayer.
Por los mismos votos –56 a 44– aprobaron la convoc
Página/12
en EE. UU.

Por Monica Flores Correa
Desde Nueva York


t.gif (67 bytes)  El Senado estadounidense, dominado por los republicanos, votó ayer que se llame a declarar a tres testigos, entre ellos a Monica Lewinsky, en el juicio de destitución de Bill Clinton, y rechazó una moción de sobreseimiento del caso. Con la sola excepción de un demócrata que hizo causa común con los republicanos, las dos votaciones se realizaron en forma estrictamente partidista: los 55 senadores republicanos, a quienes se sumó el demócrata Russell Feingold de Wisconsin, votaron sin ninguna fractura en contra de los 44 senadores demócratas restantes. Aunque el oficialismo perdió, quedó claro que los conservadores no tienen los votos necesarios (dos tercios) para destituir a Clinton.
“El país quiere que esto se termine... Mientras nosotros seguimos aquí para adelante, la nación comprenderá que este juicio pertenece al Senado republicano y a los fiscales de la Cámara de Representantes. Ellos son los únicos responsables de que el proceso se extienda”, sostuvo Joe Lockhart, vocero de la Casa Blanca, cuando se conoció la decisión del Senado. La Casa Blanca también manifestó sus sospechas acerca de otra iniciativa que los republicanos están afilando. Conscientes de que la opinión pública no respalda el juicio y está saturada del Sexgate, la dirigencia conservadora debatió las posibilidades de implementar un juicio que no duraría más de 10 días, si la defensa acepta no llamar a otros testigos, fuera de los tres aprobados ayer. Temiendo los imponderables que pueden ocultarse en el plan del partido de Trent Lott, Lockhart dijo que el Ejecutivo temía que “nos quieran vendar los ojos con su plan”.
A través de su equipo legal, liderado por David Kendall, el abogado personal de Clinton, la Casa Blanca ha expresado preocupación acerca de que los fiscales han tenido acceso a pruebas presuntamente incriminatorias presentadas por el fiscal independiente Kenneth Starr, las cuales nunca fueron vistas por la defensa. “Creemos que debemos tener una chance adecuada para prepararnos y para presentar la defensa”, dijo Lockhart, indicando que si se había permitido que los fiscales llamasen a sus testigos, los abogados del presidente tenían derecho a revisar las 58.000 páginas de pruebas todavía secretas que los miembros del Comité de Justicia, quienes actúan como fiscales, recolectaron durante la investigación en la Cámara baja. Ante esta insistencia de la defensa en ver los documentos completos y frente a la posibilidad de que rechace el plan de “juicio de 10 días”, los republicanos retrucaron prestamente que son los demócratas los que están ahora buscando alargar el proceso y no ellos. Sin embargo, la suspicacia de la Casa Blanca se justifica.
Las declaraciones sobrias de Lockhart no sirvieron para ocultar que el triunfo conservador en la cuestión “testigos” golpeó duramente al bando de Clinton. Si bien lo niegan, los testimonios de Lewinsky, Vernon Jordan y Sidney Blumenthal pueden convertirse en una caja de Pandora, cuyos contenidos arrastren la presidencia al abismo. La Casa Blanca no conoce -y teme– los ases que los fiscales podrían todavía mantener ocultos.
Indudablemente, los ultraconservadores no han sabido presentar un caso devastador de perjurio y obstrucción de justicia contra Clinton. En cambio, han sabido muy bien manejar el factor sorpresa –cuando consiguieron la reunión con Lewinsky a espaldas de la defensa, o cuando pidieron al Senado que solicitase el testimonio del presidente– y puede decirse que han conseguido casi todo lo que se han propuesto, incluso los testigos. Ahora, la documentación que los fiscales se han guardado para sí podría ser perjudicial, o podría ser manejada de ese modo en el interrogatorio de los testigos.
La Casa Blanca tampoco quiere saber nada con otra resolución del juicio que los republicanos han estado barajando. Como posibilidad “intermedia” ,que según ellos dejaría a todos más o menos contentos, el partido de Trent Lott estudia la posibilidad de que el Senado vote la culpabilidad de Clinton, pero que no pida la remoción del demócrata del cargo. Semejante salida sería original desde el punto de vista constitucional, pero para Clinton sería casi igual de humillante que la destitución.
Por su parte, los demócratas también tienen su plan y no dejan de presionar por un voto de censura a Clinton que finalice la odisea legal. El senador Tom Daschle, líder de la minoría demócrata, dijo ayer que las propuestas de su partido y la de los republicanos podían compatibilizarse, logrando así “algún tipo de acuerdo en los procedimientos”. Pese a haber perdido en la votación, Daschle destacó ayer que los republicanos no tenían los votos para destituir a Clinton. “El presidente no puede ser removido de su cargo. Es hora de que pasemos a otra cosa”, dijo.

 

Dole en el nido de Monica

¿Perversión? ¿Fetichismo? ¿La atracción irreprimible de lo prohibido? El republicano Bob Dole, quien en la campaña presidencial de 1996 atacó con dureza la moralidad de Bill Clinton, acaba de comprarse el departamento de dos habitaciones que Monica Lewinsky ocupaba en el edificio Watergate, la misma vivienda desde la que la ex pasante de la Casa Blanca mantuvo sexo telefónico con el presidente norteamericano, en uno de cuyos armarios guardó el famoso vestido azul manchado de semen presidencial y desde el cual contó todo el affaire –también por teléfono– a su confidente Linda Tripp, quien no demoró en traicionarla. Pero Dole aventó todas las especulaciones con una explicación bastante pedestre: tenía un departamento al lado y quería ampliarlo derribando la pared que lo separaba de la ex becaria. Es decir, de su ex vivienda.

 

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