Por Monica Flores Correa
Desde Nueva York
El
Senado estadounidense, dominado por los republicanos, votó ayer que se llame a declarar a
tres testigos, entre ellos a Monica Lewinsky, en el juicio de destitución de Bill
Clinton, y rechazó una moción de sobreseimiento del caso. Con la sola excepción de un
demócrata que hizo causa común con los republicanos, las dos votaciones se realizaron en
forma estrictamente partidista: los 55 senadores republicanos, a quienes se sumó el
demócrata Russell Feingold de Wisconsin, votaron sin ninguna fractura en contra de los 44
senadores demócratas restantes. Aunque el oficialismo perdió, quedó claro que los
conservadores no tienen los votos necesarios (dos tercios) para destituir a Clinton.
El país quiere que esto se termine... Mientras nosotros seguimos aquí para
adelante, la nación comprenderá que este juicio pertenece al Senado republicano y a los
fiscales de la Cámara de Representantes. Ellos son los únicos responsables de que el
proceso se extienda, sostuvo Joe Lockhart, vocero de la Casa Blanca, cuando se
conoció la decisión del Senado. La Casa Blanca también manifestó sus sospechas acerca
de otra iniciativa que los republicanos están afilando. Conscientes de que la opinión
pública no respalda el juicio y está saturada del Sexgate, la dirigencia conservadora
debatió las posibilidades de implementar un juicio que no duraría más de 10 días, si
la defensa acepta no llamar a otros testigos, fuera de los tres aprobados ayer. Temiendo
los imponderables que pueden ocultarse en el plan del partido de Trent Lott, Lockhart dijo
que el Ejecutivo temía que nos quieran vendar los ojos con su plan.
A través de su equipo legal, liderado por David Kendall, el abogado personal de Clinton,
la Casa Blanca ha expresado preocupación acerca de que los fiscales han tenido acceso a
pruebas presuntamente incriminatorias presentadas por el fiscal independiente Kenneth
Starr, las cuales nunca fueron vistas por la defensa. Creemos que debemos tener una
chance adecuada para prepararnos y para presentar la defensa, dijo Lockhart,
indicando que si se había permitido que los fiscales llamasen a sus testigos, los
abogados del presidente tenían derecho a revisar las 58.000 páginas de pruebas todavía
secretas que los miembros del Comité de Justicia, quienes actúan como fiscales,
recolectaron durante la investigación en la Cámara baja. Ante esta insistencia de la
defensa en ver los documentos completos y frente a la posibilidad de que rechace el plan
de juicio de 10 días, los republicanos retrucaron prestamente que son los
demócratas los que están ahora buscando alargar el proceso y no ellos. Sin embargo, la
suspicacia de la Casa Blanca se justifica.
Las declaraciones sobrias de Lockhart no sirvieron para ocultar que el triunfo conservador
en la cuestión testigos golpeó duramente al bando de Clinton. Si bien lo
niegan, los testimonios de Lewinsky, Vernon Jordan y Sidney Blumenthal pueden convertirse
en una caja de Pandora, cuyos contenidos arrastren la presidencia al abismo. La Casa
Blanca no conoce -y teme los ases que los fiscales podrían todavía mantener
ocultos.
Indudablemente, los ultraconservadores no han sabido presentar un caso devastador de
perjurio y obstrucción de justicia contra Clinton. En cambio, han sabido muy bien manejar
el factor sorpresa cuando consiguieron la reunión con Lewinsky a espaldas de la
defensa, o cuando pidieron al Senado que solicitase el testimonio del presidente y
puede decirse que han conseguido casi todo lo que se han propuesto, incluso los testigos.
Ahora, la documentación que los fiscales se han guardado para sí podría ser
perjudicial, o podría ser manejada de ese modo en el interrogatorio de los testigos.
La Casa Blanca tampoco quiere saber nada con otra resolución del juicio que los
republicanos han estado barajando. Como posibilidad intermedia ,que según
ellos dejaría a todos más o menos contentos, el partido de Trent Lott estudia la
posibilidad de que el Senado vote la culpabilidad de Clinton, pero que no pida la
remoción del demócrata del cargo. Semejante salida sería original desde el punto de
vista constitucional, pero para Clinton sería casi igual de humillante que la
destitución.
Por su parte, los demócratas también tienen su plan y no dejan de presionar por un voto
de censura a Clinton que finalice la odisea legal. El senador Tom Daschle, líder de la
minoría demócrata, dijo ayer que las propuestas de su partido y la de los republicanos
podían compatibilizarse, logrando así algún tipo de acuerdo en los
procedimientos. Pese a haber perdido en la votación, Daschle destacó ayer que los
republicanos no tenían los votos para destituir a Clinton. El presidente no puede
ser removido de su cargo. Es hora de que pasemos a otra cosa, dijo.
Dole en el nido de Monica
¿Perversión? ¿Fetichismo? ¿La atracción irreprimible de lo prohibido?
El republicano Bob Dole, quien en la campaña presidencial de 1996 atacó con dureza la
moralidad de Bill Clinton, acaba de comprarse el departamento de dos habitaciones que
Monica Lewinsky ocupaba en el edificio Watergate, la misma vivienda desde la que la ex
pasante de la Casa Blanca mantuvo sexo telefónico con el presidente norteamericano, en
uno de cuyos armarios guardó el famoso vestido azul manchado de semen presidencial y
desde el cual contó todo el affaire también por teléfono a su confidente
Linda Tripp, quien no demoró en traicionarla. Pero Dole aventó todas las especulaciones
con una explicación bastante pedestre: tenía un departamento al lado y quería ampliarlo
derribando la pared que lo separaba de la ex becaria. Es decir, de su ex vivienda. |
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