Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


EL LADO OSCURO DE COSQUIN ‘99
Al margen de la plaza


Tocan por monedas, o por la mera expresión artística. Lejos de las luces, hay un mundo de músicos que dan vida al Cosquín paralelo.

na27fo02.jpg (8288 bytes)
La calle es la mejor vidriera artística para los excluidos del festival.
Otros focos espontáneos de música suelen surgir al lado del río.

Por Fernando D’Addario
Desde Cosquín


t.gif (67 bytes) Hay un Cosquín ligeramente oculto, rezagado en centimetraje periodístico, que desde los suburbios de la Próspero Molina levanta temperatura y, por su naturaleza, explota siempre hacia adentro. Está ahí nomás, pero ni roza la histeria que emana del escenario mayor. Se esconde en madrugadas de fogón junto al río, o en siestas de mate y guitarreada en la plaza San Martín, ajeno a la cámara de ATC y a los tironeos de productores.
En el stand de una marca de yerba correntina se escucha la voz de Tachuela González, 53 años. Están él su guitarra y un puñado de turistas. Su currículum acredita haber ganado un Pre-Cosquín hace 20 años. Se desgarra en un canto que trae desde Paraná, Entre Ríos. “Puede parecer doloroso estar tocando acá, porque sabemos que no ganamos dinero ni vamos a recibir premios. Es la ley de la vida. Allá (señala la plaza) están los grandes, y acá nosotros. Pero nadie entiende lo que es estar en Cosquín, la emoción que significa brindarle mi canto a la gente. Hace veinte años gané con el dúo Los Uama. Habíamos quedado con mi compañero de entonces, al que no veo desde hace 10 años y vive en Buenos Aires, en que iba a venir para recorrer las peñas, como en los 70. Pero no vino. Igual soy feliz, porque cantar y tocar la guitarra es la vida que elegí”.
Son las 21.30. Hacia las peñas confluyen conjuntos y solistas que quieren mostrar su música. Algunos lo consiguen; otros se resignan al peregrinaje callejero. Se anotan en lista de espera para tocar en algún puesto sponsoreado por empresas a las que les interesa el folklore. No reciben un centavo. Algunos optan por tirar un trapo en la vereda y ponerse a cantar. Sus caras no están en la guerra de afiches que sedesató en un Cosquín que está en llamas. Son los excluidos de un sistema que también en la música determina el éxito de unos pocos, rodeados por una mayoría que apenas aspira a sobrevivir. En la peatonal San Martín, junto a vendedores de pochoclo, artesanos, promotoras de celulares y turistas, suena el trío Jujuy Sonko. Bombo, acordeón y quena. Los tres son ciegos. Cantan huaynos, carnavalitos, algún chamamé. Asienten con alegría cuando suenan monedas, pero su mayor interés no pasa por el dinero. “Esto nos mantiene vivos –dice la señora que toca el bombo–. Nos juntamos hace tres años, y recorremos el país tocando en fiestas populares, festivales o la calle. En Jujuy está muy mal la cosa. La gente no tiene para el pan, menos va a colaborar. Así que con un bolsito y los instrumentos vamos de provincia en provincia”.
A unas cuadras, donde Cosquín empieza a empalidecer y amenaza con convertirse en una ciudad turística como las otras, una pollería sirve de plataforma artística. El que entra se encuentra al dueño tocando el acordeón. Se llama Guillermo Alonso y se queja de que la ciudad debería llamarse “Quiosquín”. Después de una guarania, enumera los comercios de amigos y vecinos que fueron a la quiebra, y el número supera la decena. Atiende a una señora, toca una polquita y sigue: “Hay dos ciudades. Una que vive del festival, pero es toda gente que viene de afuera: vendedores ambulantes, músicos, productores, las peñas. En la otra estamos los que vivimos todo el año y no pasa nada. A nosotros no nos salva el festival”. Y sigue tocando, como si fuera su terapia. “Para mí, la música y el negocio son cosas que no tienen nada que ver. Yo me voy a tocar solo, al monte. Sólo me escucha un puñado de pájaros. Pero la música vive por sí misma. No necesita que otro la escuche y te aplauda”.
El atardecer en un camping junto al río se parece bastante a eso que llaman felicidad. Un ómnibus un poco viejo pero gauchito trajo una veintena de personas desde Villa Angela, Chaco. Entre ellos está Alfredo, que es de Cnel. Duratti, pero se coló porque es el suegro del dueño del micro. Tiene 60 años y los ojos cansados. Se emociona cuando le saca vida a su bandoneón, que no lohace quedar mal parado. En el camping se hizo amigo de Chicha, que tiene 42 años y nombre artístico: Teresita Cecilia. Ella es de Oberá, Misiones. Una vez grabó un disco de vinilo. Chicha y Alfredo se conocieron como se conoce la gente en Cosquín. El estaba tocando, ella se acercó y sin presentarse empezó a cantar. En cinco minutos se armó un dúo de guitarra y bandoneón, y una ronda de chaqueños y misioneros pusieron color y fragor etílico. “Esto es lo que no se ve en la plaza”, dice un periodista de una FM de Santa Ana (Misiones), quien jura que ni pisa la Próspero Molina “porque el folklore está acá, en la calle. Allá todos se sacan los ojos. Parece que el escenario los pone mal”. Chicha marca los tonos. Alfredo la sigue. No hace falta más ensayo. Dicen que van a recorrer las peñas coscoínas porque, aseguran, suenan como si hubiesen tocado toda la vida. De alguna manera, lo han hecho.

 

Revolución nochera


u Los Nocheros provocaron una revolución en Cosquín. La plaza repleta, gente en las calles y en los balcones de los edificios aledaños, marcaron el excelente momento del conjunto salteño. Musicalmente, y a pesar de un repertorio que a veces parece más propicio para Ricky Martin que para un grupo folklórico, su desempeño fue impecable. En el mismo target también se fue ovacionado Facundo Toro, que sigue los pasos románticos de su padre, Daniel, pero con un tono tropical que a los puristas fastidia y a las chicas encanta. Con otro perfil artístico, fue interesante la actuación de Yuca Córdoba, un genuino representante del canto popular tucumano.
u Mientras la plaza Próspero Molina estaba en llamas, otro público se preparaba para copar la peña del dúo Coplanacu, que sigue siendo de lo más interesante que está pasando en Cosquín. Poco menos de mil jóvenes (algunos de ellos bailarines profesionales, otros bailarines cararrotas, y otros simplemente curiosos) pasan por ahí en algún momento de la noche, y a las seis de la mañana el local todavía está lleno. Anteanoche también hubo razones artísticas para estar allí: actuaron el Chochi Duré, Gustavo Patiño, Marcelo Perea, Pica Juárez, Raly Barrionuevo, José Ceña, Yuca y Emiliano Zerbini. A la tardecita, Luisa Calcumil, junto con el grupo teatral La Cuadrilla, había ofrecido la obra Artistas de patio.
u Pasado mañana se realizará un homenaje a Atahualpa Yupanqui, en el escenario que lleva su nombre en la plaza. Santaires, Laura Albarracín y el dúo Coplanacu interpretarán algunos de los clásicos del maestro, bajo la dirección musical de Roberto Calvo.

na27fo01.jpg (9643 bytes)

Jujuy Sonko, un trío de músicos no videntes que actúa diariamente en la peatonal San Martín.

 

PRINCIPAL