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Por Pablo Rodríguez Los demócratas van de derrota en derrota pero confían en la victoria final respecto del Braguetagate. No lograron que el proceso de destitución terminara en una tibia moción de censura y tampoco pudieron frenar la convocatoria de testigos ante el Senado. El líder republicano del Senado, Trent Lott, dijo ayer que no llegó a un acuerdo con su colega demócrata, Tom Daschle, sobre cómo y cuándo serán interrogados los tres testigos (Monica, el amigo de Clinton Vernon Jordan y el ex asesor de la Casa Blanca Sidney Blumenthal), pero aclaró que el juicio debería finalizar en menos de tres semanas. Los republicanos están divididos sobre si los testimonios deben realizarse a puerta cerrada o directamente frente al Senado. Los demócratas, entretanto, juegan todas las fichas a la aritmética: salvo que 12 de sus senadores decidan hundir a su presidente, no hay posibilidad de que sea destituido. No creo que tengamos la necesidad de ver a Monica Lewinsky de pie ante nosotros en el Senado. Ya prestó declaración 24 veces. ¿Qué podría decir de nuevo la vigesimoquinta vez?. La pregunta indignada del legislador demócrata Tim Johnson también esconde el temor de las filas oficialistas por lo que los republicanos quizá tengan debajo de la manga. De hecho, los representantes opositores de la Cámara de Representantes que ofician de fiscales en el caso ya consiguieron reunirse con Monica a espaldas de la defensa de Clinton y lograron que tres testigos sean llamados a declarar. Los demócratas temen a las palabras de estos testigos y a las 58.000 páginas de pruebas aportadas por el fiscal independiente Kenneth Starr que el equipo legal de la Casa Blanca todavía no pudo ver. Cualquier procedimiento a partir de hoy sólo sirve para dilatar la resolución final de esta cuestión, y va contra los intereses del Congreso, la presidencia y el pueblo norteamericano, dijo ayer el abogado de Clinton, Gregory Craig. Las encuestas, enemigas de los republicanos y condescendientes respecto de las desprolijidades presidenciales, acuerdan con Craig: según un sondeo de CNN/USA Today, el 54 por ciento de los encuestados no cree que Monica deba hablar ante la Cámara alta. Los mismos republicanos no están unidos respecto del tema. Si en sus declaraciones no hay dinamita, no creo que los testigos sean convocados ante el Senado, explicó el legislador republicano Richard Shelby. Uno de los fiscales designados para el caso, Bill McCollum, prometió a los senadores que si votaban a favor de la citación de testigos, Monica Lewinsky no se vería obligada a responder a ninguna pregunta sobre sus prácticas sexuales. De este modo, lo que estaría haciendo la parte acusadora es dejar de hacer hincapié en la acusación de perjurio para centrarse en la obstrucción de justicia, un delito sin dudas mucho más grave para la opinión pública norteamericana. Monica deberá confesar que Clinton la alentó a mentir ante el Gran Jurado y que él ideó la manera de esconder los regalos que la ex becaria le había hecho en sus raptos de amor. Ante la imposibilidad de desgastar la presidencia con un juicio largo, los republicanos esperan que algunos demócratas, como el representante Russell Feingold en la votación del miércoles sobre el llamado a testigos, rompan la estrategia partidaria y hundan inesperadamente a Clinton. En el Senado, los republicanos llegan a 55 y necesitan el sí de 67 senadores para que toda esta novela se transforme en la muerte política de un presidente ampliamente apoyado por la opinión pública norteamericana. Como parece bastante improbable que once demócratas cambien de parecer, los republicanos lanzaron otra idea a los demócratas: que se declare culpable a Clinton pero que no sea destituido, lo cual sería una manera extraña de interpretar lo que dice la Constitución norteamericana sobre el impeachment. Además, esto implicaría para el presidente un nuevo juicio a partir de enero del 2001, cuando abandone la presidencia. Frente a este abanico que despliegan los republicanos casi con desesperación, los temores de la Casa Blanca se mantienen pero no al puntode desconocer una relación de fuerzas en el Senado que por el momento la favorece. Lo que sí es palpable es el enojo de los demócratas por la perseverancia opositora. Cada vez que las cosas no van como ellos desean, buscan cambiar las reglas. Quieren ganar a cualquier precio, pero no pueden y la Constitución no lo permite, declaró ayer el portavoz de la Casa Blanca, Joe Lockhart. Si los republicanos, a pesar de las encuestas y de las elecciones legislativas que perdieron en noviembre por el tema, siguen hasta el final y no consiguen la destitución, la resolución de censura deseada por los demócratas será la alternativa a seguir, pero después de dar por concluido el proceso, según dijo el ex senador demócrata San Nunn. Ya efectuamos el funeral de este juicio. Ahora debe enterrarse el cadáver, dijo el senador demócrata Tom Harkin graficando el optimismo oficialista.
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