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“No hay que meterse en asuntos internos de Brasil”

La Alianza cuestionó así la opinión de
Menem sobre los problemas políticos de Cardoso. Di Tella defendió el plan argentino.

Guido Di Tella, ministro de Relaciones Exteriores.
Defendió la convertibilidad y apoyó a Brasil.

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Por Eduardo Febbro desde Davos

t.gif (862 bytes) Alertada por la molestia que generó en Brasilia el cuestionamiento que días atrás Carlos Menem hizo del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, la Alianza se abstuvo ayer de hacer comentarios sobre la situación económica y política del país vecino. “No corresponde opinar sobre los asuntos internos del Brasil”, contestó tajantemente Rodolfo Terragno en Bonn, antes de partir hacia el Foro de Davos, cuando los periodistas quisieron saber si la oposición compartía los dichos de Menem en el sentido que Brasil “no está políticamente muy bien”. En Suiza, en tanto, el canciller Guido Di Tella puso su empeño en defender la convertibilidad y puso paños fríos a la relación con Brasil: “El Gobierno ofrecerá toda la ayuda posible para que Brasil supere su crisis”, prometió.
El vigesimo noveno Foro Económico de Davos no se parece más a la montaña mágica del liberalismo sino al valle de los lamentos y al club de las culpas tardías. Las crisis a repetición de los mercados suscitaron en Davos una toma de conciencia cuyo enunciado sería: “responsabilidad mundial” a fin de controlar el impacto de la globalización. Los organizadores de la edición ‘99 del Foro pusieron el acento en el peligro que corre el planeta con datos que, viniendo de fuentes francesas, revelan el pánico que cunde en los medios económicos: en 1980, los movimientos de capitales representaban en Francia el 14 por ciento del PBI. Hoy, esos desplazamientos masivos de capitales se elevan a más del 104%.
Como lo señaló David Morrisson, director del Foro Económico: “Hoy, los inversores tienen el poder de elegir en qué país van a colocar el dinero y también el de cambiar de opinión sin avisarle a nadie. El peligro es ese lazo imprevisible”. La reflexión global que marcan los debates del Foro consisten en la búsqueda de un antídoto o “un código de buena conducta” para evitar la excesiva “volatilidad de los mercados”. Tantas culpas juntas dan incluso lugar a sorprendentes intervenciones como las que efectuó la representante norteamericana para el comercio, Charlenne Barshefski, que pidió a los países industrializados que no frenen la industrialización de los países en vías de desarrollo por miedo a la competencia que puedan representar. Sin embargo, en su búsqueda de una solución global, la responsable norteamericana despertó el encono de ciertos países latinoamericanos como Chile cuando expuso la concepción norteamericana de las negociaciones comerciales futuras. Barshefski defendió la idea de ampliar los temas y tratar también la lucha contra la corrupción y la creación de una protección social “especial” para los más pobres. El canciller chileno Miguel Insulza le respondió diciendo que dichas negociaciones debían limitarse únicamente al comercio y no adentrarse en el campo social ya que estas discusiones cuentan con su marco, como el de la Organización Internacional del Trabajo.
Pese a que públicamente los expertos y empresarios califican “como un caso meramente regional” las crisis de Brasil y de Asia ambas parecen servir de ejemplo para, como dice Jeffrey Sachs, “mostrar lo que puede pasar si la máquina se descontrola del todo”. Incluso los más alabados expertos ponen el grito en el cielo y vaticinan negros horizontes. Tal es el caso de Fred Bergsten, director del Instituto de Economía Internacional norteamericano. Bergsten es uno de los sabios de Davos y participa además en un grupo de reflexión que, junto a Soros, tiende a crear una nueva arquitectura financiera.

 

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