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Por Cristian Alarcón desde Punta del Este La mala racha económica y el mal clima no discriminan a Punta del Este. Ni aquí, donde las beldades femeninas hacen olvidar los pesares y los lujos se viven como el mate con facturas, la crisis deja de sentirse. Lo saben los RR.PP. que este año tuvieron que prender velas para que aparecieran la mitad de los sponsors que el último verano. Lo saben los hoteleros a quienes los turistas les regatean el precio de los cuartos de 150 dólares. Lo saben los dueños de discos que ven ralear la concurrencia, los mozos que ya no hacen octubre con las propinas, los cuidadores de autos. Y obviamente a esta altura lo sabe el viceministro de Turismo de Uruguay, Ernesto Rodríguez Antez, quien reconoce que el balneario no escapa a la crisis internacional. Mal que nos pese, quedaron atrás las temporadas largas, con estadías y alquileres de un mes. Se impone el turismo weekend, un nuevo perfil de visitante. Tendremos que acostumbrarnos a los cambios, le dijo a Página/12. El relacionador público de lugares top Javier Lúquez, 17 temporadas en Punta, también lo sabe. Te lo digo como gestor, éste es un verano en el que no pasó nada. Acá todo el mundo tiene algo que ver con los bancos o las finanzas y por lo tanto huyeron a atender sus negocios de cerca, dice. A cargo del balneario Bikini, donde hace una semana casi se devoran a Pamela Anderson, y de Chivas Lounge, el exclusivo parador de José Ignacio, donde el atardecer es imperdible, Lúquez ve cómo los veraneantes más adinerados salieron este verano del juego esteño. Mar del Plata puede estar lleno, pero esta gente tiene que atender sus cosas dice. Además, a Punta lo está afectando el cambio climático. La gente se cansa de esperar tardes de sol como las de antes, y como la gente que tiene guita elige lo que hace, se va al Caribe o a Europa y ya. La percepción de Lúquez no se ratifica aun con las cifras oficiales. Desde el Ministerio de Turismo todavía no salen los números de ingreso a Punta esta temporada. Según datos extraoficiales, este verano el caudal de turistas se elevó en un cinco por ciento. No sabemos de esa cantidad cuál ha sido el consumo y qué períodos permanecieron de vacaciones, aclaró el viceministro de Turismo. Lúquez define directamente la temporada como aburrida. En Punta del Este, el movimiento comenzó el 20 de diciembre y esta semana se agotaron los eventos importantes. Pasada las grandes fiestas de los millonarios este año la temporada se inauguró con la de los Macri, el megadesfile del peluquero riverplatense Roberto Giordano, y la visita de la Anderson, lo de fondo quedó como un escuálido panorama acorde con la crisis imperante. Ya no se hacen grandes fiestas en las mansiones de José Ignacio. Acá, si la gente quiere bailar, debe ir a una disco. Porque lo que se estila son las reuniones o cenas en casas con veinte personas, pero no ya las fiestas donde se bailaba y se bebía hasta el amanecer, que eran el comentario de toda la temporada, asegura en La Barra, el RR.PP. de Union Bar, Marcelo Zemborain, desde hace más de veinte años en los veranos del este. Ni en Union Bar, ni el otro lugar top, el UFO Point, al cruzar la calle, es posible ver muchedumbres en la puerta. Como ejemplo de la merma total del verano, los habitués hablan del puente que cruza a la Barra. Hasta el 10 de enero a la noche parecía una escena de autopista cortazariana. Ahora se lo cruza sin demoras. Algo está instituido y es que la temporada es cada vez más corta, sentencia Zemborain. Para el RR.PP., esta segunda quincena es tiempo de facturar, remar contra la corriente para que los números cierren. Debemos combinar lo que se gana en imagen del sponsor con lo que se vende en el bar. Y cuesta salir ganando. Este no es un fenómeno aislado, es un hecho universal y también regional explica Rodríguez Antez. Viene pautado, en primer lugar, por un marcado cambio del perfil de los turistas que lleva a estadías más cortas, alquileres fraccionados y una discontinuidad de las vacaciones. En palabras de Carlos Pucciarelli, mediano empresario de la construcción y residente en un country de Pilar: Imaginate que con el quilombo que tenemos en Buenos Aires no me puedo hacer el bacán y quedarme acá todo el verano como antes. Lo que sí hago es venir después en invierno. Su mujer, Clara, sus hijos adolescentes, la suegra y el perro, quedan en la casa de verano. El hombre y una legión que llena los vuelos de fin de semana, vienen los viernes y regresan temprano el lunes. En un hotel de Gorlero, la mujer pelea un precio de habitación como una leona, mientras su marido calla. Comienza en 170, termina en 120, sonríe satisfecha y se instala. El recepcionista tiene años de oficio y no está acostumbrado. A veces me dan vergüenza ajena, si van a gasolear en Punta, digo yo, ¿no es mejor que no vengan? Y lo otro, yo les digo a veces, cuando van al súper ¿piden descuento? Porque ir, van. Hacen vaciar el barcito de la habitación y después lo llenan con lo de ellos. Así no gastan. Lo peor, según el botones, es que la reducción también se da en las propinas. Acá ya no hacemos diferencia, sostiene. El viceministro reconoce la tendencia al menudeo, se ahorra. El consumo minorista ha aumentado en detrimento de los restaurantes. Definitivamente, el turista es menos predecible. Sabe de la oferta competitiva de otros destinos y aprovecha. Acá tocan y se van, dice. Y algo en Punta es sabido: acá nunca se ha tocado salvajemente.
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