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Eurolandia se hartó con Kosovo,
hagan la paz o abrimos fuego

El Grupo de Contacto formuló un plan para la paz en Kosovo. Debe ser aceptado en tres semanas por ambas partes, bajo la amenaza de acción militar.

“Terroristas” del Ejército de Liberación de Kosovo alineados luego de combates en Rogovo.
Los muertos en la última ronda del conflicto arañan el centenar, y dan urgencia al proceso de paz.

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t.gif (862 bytes)  “No es una invitación amable. Es una orden.” Luego de cuatro años de mediación infructuosa entre la guerrilla separatista kosovar-albanesa y el gobierno serbio de Belgrado, el Grupo de Contacto (los países europeos involucrados en el proceso de paz en Kosovo) parece finalmente haber llegado a la fórmula para resolver el conflicto: un acuerdo a implementarse bajo la amenaza de una acción militar. Ayer, emitieron un ultimátum “definitivo” que llama a una cumbre de paz en Francia el 6 de febrero. Allí se negociará sobre la base de un acuerdo de paz elaborado por los europeos en Bruselas. Tanto el acuerdo como la convocatoria contemplan el uso del dispositivo militar de la OTAN para forzar las negociaciones. Probablemente la amenaza sea necesaria: los combates continuaron ayer en la región (con un saldo de al menos 24 muertos), mientras que el plan sacrifica varias de las aspiraciones de los contrincantes en el conflicto en la ex Yugoslavia.
Para los miembros del Grupo de Contacto, a estas alturas esto último ya no importa. “Consideramos que la nuestra es una oferta muy justa”, afirmó llanamente el canciller británico Robin Cook, quien entregará hoy la propuesta. La OTAN anunció que proveería el apoyo militar si éste fuera necesario, y Estados Unidos sumó su apoyo a la solución del Grupo de Contacto. El cuerpo buscará el apoyo del Consejo de Seguridad, donde sólo Rusia se opone “categóricamente” a la amenaza de la acción militar. El presidente norteamericano Bill Clinton, por el contrario, fue enfático en su apoyo: “La hora de las negativas y los retrasos pasó”.
Pero como, en efecto, el plan hace una suerte de corte salomónico con las demandas de ambas partes, la amenaza puede resultar imprescindible. Aunque los kosovares-albaneses recibirán “autonomía sustancial” –incluyendo el control sobre la administración y la policía–, se les negará su deseo de unirse a Albania. Así, Kosovo permanecerá bajo la jurisdicción de la República Yugoslava, aunque con mayores privilegios.
Por el lado de Serbia, su presidente, Slobodan Milosevic, deberá retirar sus “fuerzas de seguridad” de la región. Desde hace dos semanas losserbios han iniciado una serie de ofensivas contra varios pueblos sospechados de albergar a “terroristas” del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), y están dejando un saldo creciente de muertos, heridos y refugiados. Ayer en el pueblo de Rogovo el último de estos enfrentamientos entre la UCK y los serbios dejó un saldo de 25 kosovares-albaneses muertos, contra la pérdida de un soldado por los serbios.
En efecto, fue un incidente similar en la aldea de Racak –donde fueron masacrados 45 kosovares-albaneses– lo que impulsó el pronunciamiento de ayer por el Grupo de Contacto. Descripto por el jefe de los observadores internacionales, William Walker, como “un crimen contra la humanidad”, varias organizaciones (incluyendo por supuesto el UCK) han afirmado que los muertos fueron civiles, víctimas de una nueva campaña de “limpieza étnica” serbia. El Grupo de Contacto impuso ayer como condición en su proyecto de tratado de paz que los serbios permitan entrar a Kosovo al Tribunal Penal Internacional (TPI) para esclarecer el hecho.
La recepción de estas condiciones por ambas partes no fue demasiado entusiasta. El UCK resintió el hecho de que la invitación europea no fue dirigida a ellos, sino a un nebuloso “gobierno” kosovar-albanés en exilio. Asimismo, las autoridades serbias anunciaron que, aunque estaban de acuerdo con la cumbre, no cesarían sus operaciones contra los “terroristas” de la UCK. Todo esto puede echar por tierra el proceso, ya que la guerrilla es de facto la principal fuerza política en la región, y un acuerdo que prescinda de ella carecería de sentido práctico.
Pero la comunidad internacional parece cada vez menos dispuesta a tolerar el vaivén de concesiones y rechazos que caracterizó a las anteriores negociaciones sobre Kosovo. Ayer, autoridades europeas dejaron trascender que “consideramos el uso de una acción militar, incluyendo fuerzas de tierra” si se estanca la negociación. No son palabras vacías: 200 aviones y cerca de 3000 tropas de la OTAN están desplegados en la región.

 


 

HABLA EL ESCRITOR ALBANES ISMAIL KADARE
“Serbia da una lección de fascismo”

Por Hermann Terscht desde Tirana

t.gif (862 bytes) Ismail Kadaré, padre de la literatura albanesa, está convencido de que los albaneses de Kosovo acabarán siendo dueños de su destino, libres de “una política del pasado”, la de Belgrado, “que quiere lo que ya es imposible, que es mantener una colonia en Europa en el siglo XXI, impuesta por una política criminal”.
“El régimen (serbio) de Slobodan Milosevic está dando una lección del peor fascismo, el fascismo balcánico, en Kosovo, pero está condenado a fracasar porque intenta luchar contra una civilización, la europea, que es mucho más fuerte, aunque no lo parezca en un principio. Habrá que esperar a que la civilización sea consciente de que es más fuerte que Milosevic y de que, por lamentable que sea siempre el uso de la fuerza, hay ocasiones en que no existe otra vía. Hay veces en que el uso de la fuerza, justificada y en su momento, es la solución más civilizada de todas”.
Kadaré considera que la gran responsabilidad de Europa ha sido “no haber visto en sus comienzos los peligros que emanaban del ultranacionalismo histérico” que surgió en Serbia hace una década, cuando Milosevic llegó al poder. “Si entonces se hubiera actuado para neutralizar ese chovinismo, hoy probablemente no estaríamos donde estamos. Y todos, los serbios y los demás, estamos pagando por esa indiferencia, la falta de reacción, ante los orígenes del problema”.
Kadaré piensa que el pueblo albanés, a mediano plazo, saldrá del trauma del aislamiento que le impuso el stalinismo durante tantas décadas. “Yo no veo el futuro tan oscuro como la mayoría de mis compatriotas. Hay fases duras en la vida de los pueblos. Y estamos en una de ellas. Nos hallamos en una fragilidad total. También se percibe la enfermedad del aislamiento. Es la que lleva a tantos albaneses a alejarse de su país, sin esperanzas. Pero esa fuerza caótica que existe aquí también es resultado de la gran energía que tiene este pueblo y que sostiene todo esto. Y este pueblo tiene también características muy positivas. Jamás ha alimentado un nacionalismo contra nadie. No hay historias, ni canciones, ni baladas en la tradición albanesa que llamen al odio contra otros pueblos”.
“En los Balcanes hubo cinco siglos en los que los diversos pueblos nos acostumbramos a vivir juntos sin mayores problemas. Por supuesto”, señala esbozando una sonrisa, “eso fue bajo un arbitraje exterior, que era el turco. Por eso la mejor solución para los Balcanes es un arbitraje, un severo arbitraje exterior, mejor que el turco de entonces, hoy de Europa. Sustituyamos el arbitraje de Estambul por el de Bruselas. Y con el tiempo, lo que ahora está pasando irá quedando atrás y todo lo hoy dramático dejará de tener mayor importancia”.

 

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