|
Por Fernando Cibeira
--Después de la interna, ¿la Alianza no quedó un poco inmóvil? Ni siquiera pudieron anunciar la formación de la coalición en las provincias que todavía faltan. --Nadie había pensado que después de Año Nuevo se lograba mágicamente hacer la Alianza donde falta hacerla. Las negociaciones están encaminadas, se ha abierto el diálogo en las provincias en las que hay elecciones anticipadas. En Catamarca está encaminado, en Río Negro lo mismo. No veo ese tema como algo conflictivo para la construcción de la Alianza este año. Tenemos bastante armados los ámbitos desde donde se responderán los temas de campaña. Estamos bien. Sobre todo si nos comparamos con el oficialismo, que todavía no tiene resueltas las cosas más precarias como la fecha de las internas.
--Pero, pese a que la fórmula de la Alianza ya tiene dos meses, ¿no es el Gobierno el que sigue imponiendo los temas de la agenda política y ustedes los obligados a contestarle? --No, la agenda política de hoy está impuesta por la crisis de Brasil. La agenda económica, política y social no la impuso el Gobierno. La debilidad de este modelo económico y este plan, la falta de competitividad de la economía argentina, nos vuelve a colocar como un país muy vulnerable. El país está discutiendo en torno de cómo amortiguamos los efectos de la crisis.
--Sin embargo, el Gobierno plantea la dolarización y al otro día todo el país lo discute. Y daría la sensación que la Alianza no consigue imponer sus temas de la misma forma. --Cuando se trata de competir con propuestas inoportunas, inmaduras y poco trabajadas y que chocan con un mínimo sentido común es muy difícil. ¿Cómo se puede plantear un campeonato de competencia con ideas tan imprudentes? Lo que debemos plantear es cómo se construye una alternativa seria y confiable a este modelo. Eso es lo que después va a elegir la gente. A Menem, su hiperactivismo no le repercute favorablemente en su relación con la sociedad. En realidad, el protagonismo de Menem termina complicando a la interna justicialista, no a la Alianza. La demanda de la sociedad no va a ser que compitamos en originalidad y en fuerza comunicacional con Menem, sino que van a querer saber qué vamos a hacer para mejorarle la vida si somos gobierno.
--¿La crisis económica modificó el escenario electoral? --Hablar en términos electorales es prematuro. Pero creo que no, porque en definitiva fortalece a las banderas de la oposición. La desaceleración del crecimiento de la economía argentina viene de antes, no comenzó con la crisis brasileña. Siempre le echamos la culpa a otro. Le echamos la culpa a México, a Rusia, a los países asiáticos, a Brasil. En el fondo lo que hay es un problema de vulnerabilidad de la economía argentina y esto significa una política de cambio del modelo.
--Si como ustedes anticipan va a haber más desempleo y más recesión, seguramente cambiará el humor de la gente. ¿Ese humor hará que se incline por un cambio o, al contrario, votará más conservadoramente? --Ya aprobamos largamente el examen en cuanto a la valoración de los equilibrios fiscales, de la economía macro, de la defensa de la estabilidad. Esa es la discusión del '95, con oposición dividida, con discursos distintos y sin confiabilidad para ser gobierno de la Argentina en un momento de tensión como era el tequila. Hemos construido un instrumento confiable para reemplazar a este Gobierno. Si ellos piensan que pueden volver a apelar al miedo están profundamente equivocados porque lo que va a esperar la gente es que se defienda la estabilidad, pero sobre todo que se plantee una política de cambio.
--¿Cree posible que Menem y Duhalde lleguen a un acuerdo? --En términos de competencia por el liderazgo lo veo difícil sabiendo que la suerte de uno va en desmedro del otro. El peronismo, por naturaleza, no acepta dos liderazgos. Lo digo en términos estructurales, más allá de esto, pueden o no arreglar. En términos estructurales no es fácil que se acepte que si a uno le va bien al otro también.
--¿No es posible entonces? --No digo eso. Pero, en general, así como la Alianza puede construir una opción planteando una cultura política nueva que es tener una fórmula pero no tener un liderazgo excluyente, en el justicialismo el número uno es casi excluyente. Puede ser que logren resolverlo con grandes contradicciones que la sociedad también va a visualizar. El acuerdo, ¿qué significa? Que Duhalde alabe las transformaciones del Gobierno y de una dura economía que consideró muerta. O que Menem reconozca que el modelo que implementó generó un nivel de concentración de la riqueza, de la exclusión y de la marginación y que hay que cambiarlo. --¿Entonces a Duhalde lo perjudicaría acercarse a Menem? --La Alianza tiene que pensar en la oferta que plantea. Hay una demanda de cambio y, cualquiera que sea el candidato justicialista, hay un agotamiento. No hay ningún candidato que no haya sido parte de esta construcción que fue hegemónica hasta la aparición de la Alianza. Todos han tenido un nivel de protagonismo muy fuerte en un camino que la gente siente que quiere oxigenar. Ahora, no hay que subestimar y caer en triunfalismos. No hay que pensar que se caen solos. Hay que ser obsesivos en cuanto a la calidad de la propuesta. Para eso hay que salir de la cultura vieja de creer que con tres o cuatro consignas se gana. Ya no se existen las consignas como "liberación o dependencia", o "somos la vida", o "revolución productiva y salariazo", para convocar a la sociedad. Ya no hay esperanzas de plástico. A las esperanzas hay que reconstruirlas pero a partir de un programa. Para eso la Alianza tiene que trabajar muy fuerte en estos meses sobre el compromiso de presentar nuestro programa el 25 de mayo. Para entonces, quizá el justicialismo no haya resuelto su fórmula. --¿Duhalde terminará aliado con Cavallo? --Es una alianza muy a contrapelo. Eso no es secundario, porque la sociedad no es tonta. Un candidato que dice que hay que salir del modelo y se asocia con el principal conductor económico de este modelo. Y el hombre que le dijo a Menem mafioso vuelve a hacer una alianza con el partido construido por el jefe de la mafia. Eso no es gratis. La gente exige una coherencia en lo que se plantea. --¿No sumarían los dos juntos? --Pueden sumar. Pero no veo con preocupación esta situación porque es una alianza muy endeble en términos conceptuales y programáticos. Y también en términos de lucha por el poder. Ya sabemos de la resistencia de Cavallo a aceptar un liderazgo. --¿Y los grupos económicos no podrían entusiarmarse y apoyar una alianza así? --Los grupos económicos tienen pocos votos. Y además van a ser neutrales. Nosotros vamos a tener un programa que no va a confrontar con los grupos económicos, va a plantear una Argentina económicamente integrada. Ellos saben que la sustentabilidad del plan en la Argentina es disfuncional si apuestan a seguir con esta idea de favoritismo, con creciente inseguridad jurídica y los niveles estructurales de corrupción política que hay. Nadie puede pensar que lo que viene en la Argentina sea igual a lo que fue o a lo que está pasando. --¿Por qué después de las internas varias encuestas marcaron una merma de la intención de voto de la Alianza? --No hay ningún dato así. En los números que tenemos de las provincias siempre hay una diferencia de 15 o 20 puntos a favor de la Alianza a nivel nacional con respecto a las competencias provinciales. En todos los distritos que se miden se mantiene ese promedio. --¿Entonces regulando un poco ganan las elecciones? --No hay que sobreentusiasmarse con esos datos. Falta mucho. Los datos son positivos, pero los pongo entre paréntesis y los relativizo. Porque muchas veces sobre esos datos se impone la idea de que el menemismo en cualquiera de sus variantes se va solo del gobierno, que ya está derrotado. Y yo no comparto esa visión. Al contrario, los datos tienen un efecto no bueno para nosotros porque en algunos sectores se puede caer en la subestimación. No hay que subestimar al Partido Justicialista. Lo peor que puede hacer una fuerza política de cambio es subestimar al PJ. --¿El Frepaso está sufriendo algún choque de culturas en la convivencia diaria con un partido tradicional como la UCR? --No porque la Alianza no es un invento de una fuerza política, no salió del ingenio de una superestructura, sino de la demanda de un sector mayoritario de la sociedad. Si la Alianza no claudica de la base programática del Frepaso, va a funcionar muy bien. Y eso está garantizado porque en los distintos lugares donde se discute el programa hay opiniones cruzadas pero no en bloque desde un partido y el otro. Con respecto a la lucha por instalar una nueva forma de hacer política, también hubo un avance muy grande sobre la idea de hacer un gobierno austero y con tolerancia cero con la corrupción. Además, el Frepaso tiene una oportunidad enorme de gobernar los dos distritos más importantes del país. ¿Entonces qué frepasista puede no estar comprometido a full con esta Alianza?
--Pero el radicalismo tiene una dinámica interna distinta que se ve con lo que sucede ahora con las candidaturas en la provincia de Buenos Aires. --El radicalismo tiene un ritmo para tomar decisiones que es más lento. Eso lo conocíamos desde que conformamos la Alianza. Ellos sabían qué era el Frepaso y nosotros sabíamos qué era el radicalismo con sus pro y sus contra. La UCR hizo un gran esfuerzo para resolverle a Graciela el acompañamiento en la fórmula. Bueno, quedó una pieza suelta. Pero no fue que desde todos los sectores se impulsó un festival de la interna. --¿En el encuentro de la semana pasada en Mar del Plata no hubo quienes se sintieron un poco incómodos, quizás, con la presencia de dirigentes como el ex ministro Enrique "Coti" Nosiglia? --Lo de Mar del Plata para mí fue un hecho importantísimo. Se mostró una integración muy alta. No hubo consignas partidarias, se aplaudieron a todos los candidatos y dirigentes de la fuerza con la misma intensidad. Ahora, si uno va a los bares y le pone el grabador a los comentarios de pasillo, bueno, eso pasa en cualquier fuerza política. Yo salí muy gratificado. Con respecto a los dirigentes, tampoco podemos hacerle análisis de sangre a un partido con el que hicimos la Alianza. Ellos podrían decir lo mismo de algunos de nuestros dirigentes. Estamos viendo el bosque, la gente nos pide que no nos perdamos en el árbol. Cómo se defenderá la Alianza de la caipirinha
Por Fernando Cibeira La crisis brasileña planteó un interrogante en la Alianza al que todavía no terminan de encontrarle la vuelta. ¿Cómo conseguir que la incertidumbre que los vaivenes económicos provocarán en la gente no convierta a Carlos Menem en el piloto de tormentas en el que pretende erigirse, ni transforme a la sociedad de Eduardo Duhalde con el ex ministro Domingo Cavallo en una alternativa más confiable que la que muestre la coalición? Aunque todavía no se animan a analizar a quién beneficiará la nueva situación que consideran "en desarrollo", la Alianza ya elaboró un discurso que pretenden que les sirva de antídoto. Básicamente, el plan es instalar la idea de que la inestabilidad de los números argentinos no tiene que ver con la devaluación del real sino que es consecuencia directa de una queda del plan menemista y del "piloto automático" con el que aseguran que el Gobierno lleva la economía desde hace algún tiempo. Un operador frepasista cercano a Carlos "Chacho" Alvarez resumía el análisis que prevalece en la Alianza post-efecto caipirinha. "Menem podría resultar beneficiado como autoridad de gestión", admitía. Y en este punto reconocía que para la coalición era un alivio no tener que competir con el Presidente en medio de un tembladeral en el que no saben con certeza cómo puede reaccionar la gente. Incluso llegaron a evaluar que, si la crisis persiste, los grandes grupos económicos podrían iniciar una tarea de presión a favor de la re-reelección pero, entendían, sin posibilidades de éxito. "A un conflicto económico se le agregaría un conflicto institucional y la gente no lo soportaría", fue su conclusión esperanzadora. En el encuentro que la Alianza realizó el domingo en Mar del Plata, el tema fue tocado en algunas conversaciones de pasillo, en las que participó Chacho Alvarez junto a los jefes de campaña de la coalición, Rafael Pascual y Alberto Flamarique. "Duhalde está buscando el camino: un día se reúne con Cavallo y al otro vuelve al discurso peronista", comentaron allí, aunque uno de los participantes de los diálogos reconoció que el ex superministro de Economía le da a Duhalde "credibilidad para gestionar". Todos, radicales y frepasistas, coinciden en el análisis. No estarían tan tranquilos si Fernando de la Rúa no hubiera ganado las internas. "Es un candidato perfecto para este momento: transmite confianza y seriedad", evaluaba un legislador afín al jefe de Gobierno porteño. "Con De la Rúa ese problema no existe", contestó Alvarez cuando lo consultaron sobre una posible huida de votos en caso de que se agudice la crisis. Según los cálculos realizados por los técnicos que trabajan en la propuesta aliancista, para octubre no va a haber más crisis brasileña, pero se van a estar sintiendo a pleno las consecuencias de la devaluación del real. "Fuerte desaceleramiento de la economía, mayor desempleo e invasión de productos brasileños", fue el análisis al que llegaron. "Para entonces la gente va a estar harta del plan económico y va a pedir un cambio a gritos", aseguraba un dirigente cercano al ex presidente Raúl Alfonsín. Justamente, si hay algo que no puso muy contentos a algunos de los laderos de los integrantes de la fórmula presidencial de la Alianza fue que Alfonsín aprovechara el vacío veraniego de las primeras semanas de enero para encaramarse como el principal portavoz de la coalición. Muy activo, el ex presidente apareció en ruedas de prensa para explicar qué medidas debían tomarse y hasta se mostró junto al ministro de Economía, Roque Fernández, en una reunión para llevar una tardía solución frente a la venta de una parte de YPF. "Fue un error descomunal, pero ¿cómo hacemos para evitarlo? No le podemos poner un corcho en la boca", se lamentaba un dirigente que militó toda su vida junto a De la Rúa. "Alfonsín tiene que entender que ahora es el turno de los candidatos; ellos tienen que hablar", agregaba. Extrañamente, o no tanto, en el Frepaso eran más comprensivos con los movimientos del ex presidente. "No vamos a decir que nos pone contentos, pero en el fondo creemos que no hace ni bien ni mal, es neutro", respondía un operador frepasista. "El único que puede pararlo es De la Rúa y él prefiere no hacer nada", agregaba. En el Frepaso evaluaban que el nuevo rol público de Alfonsín tenía que ver con sus deseos de asegurarse la jefatura de la UCR que De la Rúa le prometió para fin de año. "Es que si entonces De la Rúa es presidente de la Nación, quién le asegura a Alfonsín que le va dejar manejar la UCR", analizaban los aliados. Entonces, el ex presidente estaría jugado a recobrar apoyos en la sociedad que le sirvan de sostén a sus deseos de convertirse en el primer jefe radical del nuevo siglo. Con todo, la preocupación por los movimientos de Alfonsín están indicando que en la Alianza las cosas no están tan calmas frente a la situación de Brasil. En lo público el discurso es transparente. "El gobierno de Menem tiene la culpa porque la economía ya venía decreciendo de antes", "sus reformas económicas no llegaron al área industrial y exportadora", "el modelo es frágil porque un sacudón en cualquier parte del mundo lo conmueve"; es lo que recitan sus dirigentes. En privado hablan en otro tono. "Para nosotros la crisis es un arma de doble filo: si la gente reacciona como esperamos ganamos por afano, pero puede que no sea así", comentaba uno de los conductores de la campaña aliancista. Pero, acudiendo al ejemplo un poco gastado de la Inglaterra de posguerra, un dirigente alfonsinista explicaba por qué no dudaba del triunfo de la coalición: "Durante el bombardeo la gente lo votó a Churchill, pero cuando terminó el bombardeo no lo quiso más. Ahí necesitaban alguien que reconstruyera el país", decía.
|