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Por Pedro Lipcovich Desde San Carlos de Bariloche Tanto los incendios forestales como María Julia Alsogaray se alejaban de Bariloche en el atardecer de ayer. Ellos y ella, sin embargo, seguían activos, y todos se desplazaban en dirección noreste. La funcionaria en avión, el incendio llevado por vientos de 74 kilómetros por hora en un frente de 1500 metros. Antes de irse, el incendio dejó pelada la ladera del cerro Villegas y María Julia prohibió la participación de voluntarios de la población. Página/12 visitó una de las zonas incendiadas y presenció cómo, en ausencia de guardia de cenizas, el incendio rebrota de la nada e investigó por qué los incendios causados por rayos, como el actual, se vinculan con la negligencia humana. Después de los abucheos que recibió el viernes de los vecinos barilochenses, la secretaria de Recursos Naturales prefirió tomar contacto con la población e incluso, en su recorrida de 10 minutos por la zona donde se originó el fuego en la estancia San Ramón, se abstuvo de descender. No suelo posar para los fotógrafos, dijo para sorpresa de muchos, pero accedió a presentarse ante las cámaras de un canal de televisión. A las cinco de la tarde emprendió el regreso a Buenos Aires. Las tareas de control del fuego quedaron férreamente centralizadas por el Plan Nacional de Manejo del Fuego, dependiente de su secretaría, y se prescindió de la colaboración de los voluntarios del Club Andino, adonde la población de Bariloche centralizaba su solidaridad. Según el Plan Nacional, ayer a la noche la cabeza del incendio, ubicada sobre el río Pichileufú, se encontraba en vías de control. En el resto de los focos internos se trabaja en tareas de extinción. Una fuente de ese organismo aseguró que las llamas estaban a más de 50 kilómetros de zonas pobladas y que ninguna población tiene por qué ser evacuada. De todos modos el flanco izquierdo se encuentra muy activo, debido al viento que alcanza los 74 kilómetros por hora. Una lengua de fuego de 1500 metros de extensión avanza en dirección Noreste (no hacia Bariloche). El camino hacia el infierno empieza en San Carlos de Bariloche y sigue la Ruta 237. Como bien sabía Dante Alighieri, no se puede entrar a ese distrito sin un guía, que para Página/12 no fue el poeta Virgilio sino el presidente de la Federación de Bomberos Voluntarios de Río Negro, Néstor Linares. El camino transcurre bordeado a ambos lados por pinares que parecen iguales pero son muy distintos: Fíjese a la izquierda, cómo han limpiado el sotobosque. En el kilómetro 17, los pinos de la izquierda, hacia el Nahuel Huapi, tienen las ramas inferiores taladas hasta un metro de altura, y el suelo está limpio. En cambio el plantador de la derecha, hacia el este, no podó sus árboles y permite que se acumulen ramas secas en el suelo: material de incendios. Cruzando el río Ñirihuau se entra en el departamento de Pilcaniyeu. Esta zona se salvó porque cambió el viento. Al fondo, el cerro Villegas, el más alto del contorno, presenta su ladera negra y estéril como de piedra: Eran pinos. Se quemó todo. El auto que va hacia el infierno dobla por la ruta 23, de ripio. Acá 120 hombres del Servicio de Lucha contra el Fuego de Río Negro (SPLIF), de Bomberos, de Parques Nacionales y voluntarios del Club Andino pelearon contra el fuego a cara e perro: no queríamos que se metiera más adentro, lo cual hubiera aproximado peligrosamente las llamas a la ciudad de Bariloche. A ambos lados de la ruta las topadoras trazaron cortafuegos de veinte metros de ancho, y usaron motobombeadoras bajo vientos de 80 kilómetros por hora. A 32 kilómetros de Bariloche, unas ovejas se ven extrañamente próximas, como si un pastor invisible las hubiera juntado: Son piñas de ovejas: se juntan por el susto, se dan cuenta de que el fuego está cerca. Para los hombres es todavía imperceptible pero, un par de kilómetros más allá,entre dos cerros aparece el humo. Cuando el fuego se está combatiendo, el humo es blanco; si no, el humo es gris. Salvo una estrecha faja blanca hacia el oeste, el humo es gris oscuro. El auto hacia el infierno trepa una cuesta hasta la Curva de San Ramón, cerca de donde empezó el fuego y ahora hay cenizas. De repente, en un punto a la derecha del camino, surgen llamas. El guía detiene el vehículo: Es un rebrote. Tuvo suerte en verlo justo cuando aparece, dice el jefe de bomberos al cronista. El fuego estaba latente en las raíces de las plantas quemadas: por eso se indica dejar guardias de ceniza, cuadrillas de 10 hombres con mochilas de agua portátiles de 30 litros. Este rebrote no tiene más de un par de metros cuadrados, sería fácil apagarlo. Pero no hay ninguna guardia. Al salir de la curva, en el paraje Perito Moreno, la humareda se adensa. En la noche del sábado llovió un par de horas pero eso no alcanza para nada y a esta hora son las 10 y media del sábado los incendios se reavivan por el sol y el viento. Todo el cielo se ennegrece. El humo va rodeando el auto. No se ve fuego sin embargo. Es que el fuego aparece de repente, cuando las plantas empiezan a estallar. El camino cruza entre pastos altos y arbustos y de repente el fuego está aquí, llamas de un metro saltan entre el humo, cada vez más cerca de la ruta. El auto avanza todavía unos centenares de metros. He visto animales con la piel en llamas propagar el fuego entre los coirones, dice el guía, como obsesionado por ese recuerdo. No se puede avanzar más sin un vehículo especial. El auto gira en redondo entre la humareda y emprende el regreso. Al bajar la cuesta de San Ramón, el pequeño rebrote de fuego ya tiene el tamaño de una cancha de fútbol. DESIDIA DE LOS FORESTADORES, FALTA DE CONTROL Por P.L.
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