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LA CRISIS COMO CRIMEN ECONOMICO, SEGUN SALAMA
“No hubo accidente ni error”

Por Eduardo Febbro desde Davos

t.gif (862 bytes) La ensayista francesa Viviane Forestier se hizo famosa con su libro El horror económico. A su vez, Pierre Salama, antiliberal por esencia, profesor de economía en París, autor de varios libros y especialista en las economías en desarrollo, recurre a un término mucho más potente para calificar las políticas que se llevan a cabo en la Argentina y Brasil. Salama habla de “crimen económico” y de la completa impunidad de quienes asumen “el pensamiento de Davos” y después se lavan las culpas en el agua de lo social. En esta entrevista con Página/12, Salama desmenuza ese pensamiento de Davos y pone en tela de juicio la “nueva tendencia” de este paraíso de esquiadores: la culpa globalizada.
–La globalización, junto con la liberalización de los intercambios y los movimientos de capitales que acarrea, deja muy poco margen de acción -afirma Salama. Los países con economías emergentes tienen una gran responsabilidad en el crimen económico porque no hacen sino aumentar la inestabilidad, la fragilidad y las desigualdades con sus políticas. No es imposible controlar la liberalización económica, pero los que en Davos defendieron y defienden el liberalismo sin medida, lo único que van a hacer es quitarse de encima sus responsabilidades pasadas haciendo ahora una defensa de la dimensión social. Ha llegado la hora de sacar las cuentas y los liberales lo van a hacer, con el mismo método con el que excluyen a todo aquel que no comparta sus principios: dogmáticamente, recurriendo a un pensamiento basado en una pseudo ciencia económica.
–La expresión “crimen económico” completa el horror económico de la autora francesa. Es de alguna manera su segunda fase. Usted preconizó una estructura parecida a un tribunal.
–No, no es eso. Si hablo del crimen económico es porque se trata de un crimen impune. No sé si se puede hablar de juicio, con un tribunal y todo lo que implica. Creo que se hace necesaria la creación de una suerte de consejo independiente del FMI y de los gobiernos, cuya misión consistiría en marcar los objetivos sociales, los niveles mínimos de pobreza, las tasas de empleo y el acceso a la salud. Me parece que así se podría fijar un marco en el que verificar los objetivos y los resultados obtenidos. Así sabríamos mejor si los problemas están ligados a las dificultades que no permiten un control total, si se trata de accidentes o, por el contrario, son la consecuencia de una lógica económica única. En ese caso tal vez las consecuencias sociales no queden sin castigar. Los pueblos deben juzgar a los responsables de esas políticas.
–Para usted la crisis brasileña no es un accidente o un error de cálculo sino parte del mismo crimen económico.
–Absolutamente. Cardoso no hizo más que amplificar la lógica financiera que se instauró después de la crisis de 1996. Su costo social había sido elevadísimo y siguió aumentando. Era obvio que al incrementar esa política, al servirse de los capitales extranjeros para bajar el déficit, lo único que se iba a conseguir es hacerles pagar a los pobres la desconfianza de los mismos mercados financieros. Precisamente, la paradoja está en que la desconfianza nace con esos déficits presupuestarios que antes estaban ocultos por los capitales extranjeros. La crisis se ha desatado ahora con más vigor y sus consecuencias son también previsibles: pobreza, desempleo, desigualdades inimaginables. No, la crisis de Brasil no tiene su raíz en un simple error de diagnóstico. Cuando se produjo la tormenta en Asia, en 1997, nadie ignoraba que las medidas que se tomasen en Brasil acarrearían más especulación, más penuria social. Son las consecuencias de la liberalización sin freno de la economía. Por eso es un crimen económico.

 

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