La ciudad debe estar
llena de niños y niñas que salen con su abuelo o abuela y van a sentarse en un banco de
plaza, porque siempre encuentro algunos. Hoy es una nena con su abuela.
Abuela, de todo el reino animal el que más terror me causa es el bicho bolita, ese
que se esconde debajo de las baldosas flojas.
El bicho bolita es inofensivo. Seguro que esos miedos te los mete en la cabeza el
perversito de tu primo. Me parece que acá nos vendría bien que te cuente una historia
del Bosque.
Contame abuela.
Había una vez, junto al Bosque de Oz, un cerro con un castillo en la cima. A veces
el portón del castillo se abría y quedaba a la vista la cabeza gigantesca de un
monstruo. Hablaba con voz grave y poderosa, como de trueno, que parecía provenir desde
una profunda caverna, y de la boca le salían llamas. Cuando esto ocurría los animales
corrían a refugiarse en cualquier parte y entonces los secuaces del monstruo bajaban al
bosque y con el pretexto de que estaban recaudando impuestos se robaban todo lo que
encontraban. Pasado el peligro los animales se reunían a deliberar. Pero por más que
discutieran no le encontraban solución porque estaban aterrorizados. Hablaban en voz baja
y temblando:
Cuidado con lo que digamos, el monstruo es astuto, adivina todo, es vengativo, miren
si se enoja, es capaz de cualquier cosa.
Un día desde el suelo asomó la cabeza un topo:
Disculpen, pero estaba cavando cerca y no pude menor que oír la conversación.
Mucho no entiendo de lo que está pasando ahí arriba, pero he visto tantas porquerías
acá abajo que si me dejara dominar por el terror me quedaría encerrado para siempre en
un túnel de diez centímetros por diez. Así que voy a decirles algo: el enemigo se
vuelve tanto más poderoso cuanto más pusilánimes son los que tiene enfrente. Y ahora me
voy porque tengo que seguir cavando, pero antes quisiera dejarles una frase de Martínez
Estrada, el escritor favorito de los topos: Si el caballo razona se acabó la equitación.
Que tengan muy buenos días.
Después de escucharlo los animales decidieron reaccionar y rebelarse y atacar el
castillo.
Mejor vivir un día como león que cien años como oveja dijo la oveja
envalentonada.
Se armaron con lo que tenían a mano y escalaron el cerro. Era un día de lluvia. A medida
que se acercaban a la cima vieron cómo los esbirros abandonaban el castillo y huían.
Cuando llegaron arriba y entraron se encontraron con que la cabeza del monstruo era de
cartón piedra. Un cuis con un fuelle trataba inútilmente de encender una fogata en la
parte de atrás de la gran cabeza, cerca de la bocaza abierta.
Junto al cuis había un megáfono que evidentemente le servía para sacar esa voz tonante
que tanto los asustaba. Por si no lo sabés, querida nieta, el cuis es una especie de
ratoncito, un pequeño roedor que vive en el campo. Al ver a los animales el cuis, con voz
finita, tartamudeando, dijo:
Hola amiguitos, je, je, je, la leña está mojada y no arde, je, je, je, estaba
jugando, no se lo tomen a mal, nunca fue mi intención molestarlos, yo siempre los quise
mucho.
Los animales no salían de su asombro:
Así que éste era el famoso monstruo.
Es un enano retardado, no sabe ni hablar.
Mirá si seremos idiotas, no quiero ni pensar cuando mis descendientes se enteren
que le estuve teniendo miedo a un cuis.
Estuvieron a punto de acogotarlo, pero después reflexionaron:
No nos vamos a ensuciar las patas con semejante porquería. Así que lo agarraron de
una oreja y lo pusieron en el mismo camino por el que se habían ido sus compinches, los
esbirros. Antes de marcharse el cuis señaló su surtido guardarropa y dijo:
Quisiera llevarme una corbata, hay una que me gusta mucho, la amarilla.
Te vas con lo puesto, considerate afortunado y ni se te ocurra mirar para atrás.
Y allá se fue el falso monstruo que al final no era más que un cuis tonto y tartamudo. Y
acá termina la historia del Bosque de Oz. Espero que te sirva para tu problema con el
bicho bolita y te invito a recordar siempre las palabras del sabio topo: cuanto mayor es
el miedo que se le tiene, más se agranda y más poderoso se vuelve el enemigo. Y ahora
llamamos al heladero y nos tomamos un rico helado.
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