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Juro delante de mi pueblo sobre esta moribunda Constitución que haré cumplir, impulsaré las transformaciones democráticas necesarias. Con estas palabras, y después de las invocaciones obligadas a Dios y a la patria, el ex golpista Hugo Chávez se convirtió en presidente de Venezuela. En su primer día, tomó juramento a un heterogéneo equipo de gobierno donde el único rasgo común de la mayoría es haber simpatizado con la izquierda, firmó el decreto que llama a un referéndum para acabar de matar a la moribunda Constitución y convocar a una Constituyente, y pidió al Congreso poderes extraordinarios para encarar la crisis económica. El ascenso de Hugo Rafael Chávez Frías, de 44 años, ex teniente coronel del ejército, se deja resumir con facilidad en tres grandes episodios. En 1992, con una intentona militar, no consiguió por ahora, en una frase que hizo célebre llegar al poder. En 1994 fue indultado. Y ayer juró como presidente, después de ganar en las elecciones del 6 de diciembre con más del 56 por ciento de los votos al frente de su partido populista Movimiento V República, y de una coalición mayoritariamente de izquierda, que ya había triunfado en las legislativas y en las gobernaciones provinciales. La sorpresa fue siempre un elemento central en la política del ex comandante del cuerpo de paracaidistas. Voy a facilitarles las cosas. Seamos demócratas, dijo ayer. Quería decir que decretaría un referéndum para la Constituyente, sin esperar al 15 de febrero como había prometido y sin pasar por el Congreso. En contra de una tradición que en Venezuela sólo tiene décadas la democracia comenzó en 1958, el presidente saliente Rafael Caldera, un aristócrata socialcristiano de 83 años visiblemente disgustado por la expresión moribunda, no le colocó la banda presidencial a su sucesor. Caldera había sido uno de los principales redactores de la Constitución de 1989. En un discurso de casi dos horas, Chávez calificó a Venezuela como bomba de tiempo, y a la presidencia como brigada antiexplosivos. Una de las reservas más grandes del mundo en petróleo, la quinta potencia en gas, ríos inmensos, caudalosos, tierra fértil, y un pueblo joven. Todo, igual a 80 por ciento de pobreza. Esto representa un misterio matemático para Chávez, que se preguntó dónde está el resultado de una inversión de 41 años equivalente a 15 planes Marshall. El déficit fiscal por la baja de los precios del petróleo asciende al 9 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI, 9000 millones de dólares). Chávez anunció el propósito de reducir el déficit a la mitad en un año, ampliar urgentemente la base de la recaudación impositiva, y reestructurar la deuda pública externa, que admitió que Venezuela no puede pagar en las condiciones actuales. Para el salvataje económico, la receta fue el tanto Estado como sea necesario, tanto mercado como sea posible. Otro de los anuncios de Chávez consecuentes con su pasado de teniente coronel fue la creación de brigadas especiales de militares para el desarrollo, porque los efectivos no deben estar encerrados en bases ni en cuarteles separados de la pasmosa realidad del país. Reivindicó en su discurso los alzamientos del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992. No queremos más rebeliones, aclaró luego, pero que nunca más ocurra un 27 de febrero. Se refería a los motines, saqueos y represión ocurridos durante el Caracazo de 1989, una explosión popular por la crisis económica. En la calle, Chávez fue virtualmente empujado por sus guardaespaldas desde que salió del Congreso hasta el palacio de Miraflores. Miles de partidarios, con las boinas rojas del cuerpo de paracaidistas, lo esperaban para saludarlo y tocarlo, mientras ondeaban pancartas con reclamos de castigo a los políticos corruptos e imágenes del Libertador General Simón Bolívar.Dentro del palacio, el nuevo presidente depositó flores a los soldados muertos en el abortado y ayer reivindicado golpe. Seguidamente, tomó juramento a su gabinete de lo que llamó su gobierno revolucionario, formado por una mayoría de militantes de izquierda, al que indicó que le será prohibido fallar. El canciller es José Vicente Rangel, un periodista de 69 años que en las décadas de 1970 y 1980 fue tres veces candidato por partidos de izquierda, y la ministra de Hacienda, Margarita Izaguirra, es una administradora, con experiencia en el Banco Mundial y el FMI. En su primer decreto oficial, y tras una primera reunión de gabinete, Chávez cumplió una de sus promesas más recurrentes: convocar a un referéndum para que el pueblo vote por sí o por no una asamblea constituyente que redacte una nueva Constitución de la República. El presidente del Consejo Nacional Electoral es ahora el encargado de organizar la consulta popular en un plazo de 60 a 90 días.
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