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Por Marcelo Justo desde Londres ![]() El abogado Lawrence Collins buscó apoyarse en la misma Convención contra la Tortura para demostrar que la inmunidad del Estado se mantenía incólume, ya que en ninguna parte los 110 países signatarios renunciaban "expresamente" a ejercer su propia jurisdicción sobre los delitos. Según su interpretación, la convención nunca se planteó establecer una jurisdicción universal para la tortura, por la cual todo país signatario tiene la obligación de arrestar al acusado que se encuentre en su territorio sin importarle su nacionalidad. "El objetivo de la convención es reafirmar el repudio que genera la tortura en los países donde ocurre", indicó Collins. Dicha línea argumental fue repetidamente cuestionada por los jueces lores. Refiriéndose a las obligaciones contraídas por Gran Bretaña al firmar la convención, el presidente del panel, Lord Nicholas Browne Willkinson, pareció ponerse de lado de la interpretación "universalista" de la convención al indicar que el documento precisaba "que tenemos la obligación de arrestar y extraditar o enjuiciar" a los acusados de "aplicar o instigar la tortura que se encuentren en el país" (ergo a Pinochet). Esta interpretación chocó con la inmunidad del Estado (y de sus agentes y funcionarios), reivindicada por el gobierno de Chile y la defensa de Pinochet, según la cual las cortes de un Estado no tienen derecho a someter a otro a juicio. Lawrence Collins se vio obligado a admitir que "la convención implica una cierta limitación de la territorialidad". Para intentar recuperar una parcela de esa resbalosa jurisdicción nacional, Collins recordó que el caso Pinochet era único en la historia y destacó la importancia de la soberanía del Estado para proteger a las relaciones internacionales de los peligros que causaran las "falsas alegaciones". En este punto el abogado se detuvo para reiterar que según las instrucciones que tenía "no debía discutir los hechos del caso" e insistir en que la convención no podía poner en tela de juicio la inmunidad de los estados porque si no, no la habrían firmado 110 países. "El tema de la jurisdicción universal fue una cuestión sin importancia en la convención", dijo Collins. En los corredores de la Cámara de los Lores, después del alegato del gobierno de Chile, Reed Brody de Human Rights Watch indicó a Página/12 que presentaría por escrito a los jueces lores su refutación a ese argumento ya que "la jurisdicción universal fue un tema central y no periférico de la convención". Por su parte, el embajador de Chile en Gran Bretaña, Mario Artaza, improvisó una conferencia de prensa frente a los baños adyacentes a la sala, en la que defendió su postura personal y la de su país. "Nosotros no aceptamos que otras potencias nos vengan a dictar qué es lo que debemos hacer", indicó Artaza.
CLAVE DE UN PROCESO INTERMINABLE
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