SE ABRIO LA CUMBRE MUNDIAL
CONTRA EL DOPING
Samaranch no quiere perder el control
Por Eduardo Febbro desde Lausana
El vals de limusinas
negras y guardaespaldas trajeados puede hacer creer que están llegando los jefes de
Estado y de gobierno de las principales potencias del planeta a la sede de una cumbre.
Pero es apenas la entrada de un teatro, el Palacio Beaulieu, donde acude un puñado de
ministros de Deportes y los miembros del Comité Olímpico Internacional que se dieron
cita en Lausana para participar en la Cumbre Mundial contra el doping. Los
anillos del Comité Olímpico estuvieron envueltos en oro y ese oro brilla en las corbatas
y los trajes de alpaca que visten sus miembros. Esta vez sin embargo el oro muestra su
hilacha: sacudido por varios escándalos de corrupción ligados a la atribución
pagada de las ciudades organizadores de los juegos, el COI intentará hasta el
4 de febrero sacar el molesto polvo del doping que enturbia tantas disciplinas deportivas
supervisadas por el tentacular comité.
Seiscientos participantes, los presidentes de las grandes federaciones deportivas, los
representantes de los gobiernos, los expertos y los médicos forman la tumultuosa
muchedumbre convocada por el COI a fin de unificar la rica familia del deporte
en una misma lucha: pactar los medios de luchar contra el uso de sustancias prohibidas,
cuyos efectos están siendo más devastadores para la sacrosanta institución dirigida por
Juan Antonio Samaranch que para los deportistas. La noble ambición está lejos de ser un
regalo de reyes y nada indica, sobre todo lo que se comenta en los pasillos, que el
Comité de los anillos de oro pueda llegar a sus fines.
Las federaciones más potentes se oponen a que haya una reglamentación demasiado severa
a ver si todavía se les acaba el negocio de los records. La UCI (ciclismo) la FIFA
(fútbol) y la ITF (tenis) son las menos favorables a que se cierre el botiquín de las
sustancias prohibidas. Además, las ligas profesionales de EE.UU. parecen darse por
aludidas y la Unión Europea no encontró todavía una posición común. En cuanto al
mismo COI, su histórica falta de acción y sus pactos secretos le restan mucha
credibilidad. En suma, casi una misión imposible a la que se mezclan las luchas de clanes
y la férrea voluntad de Samaranch de mantenerse a la cabeza de los juegos.
La cumbre se propone varios objetivos entre los que figuran dos: la creación de una
agencia internacional contra el doping y la armonización de los controles, los
procedimientos judiciales así como la elaboración de una lista más realista
de sustancias prohibidas. De los tres, la creación de la agencia es la que plantea los
mayores problemas. La pugna es violenta entre los ministros de Deportes y el poderoso Juan
Antonio. Los primeros quieren que dicha agencia esté bajo el control de los gobiernos, es
decir, que sea totalmente independiente del Comité Olímpico. Pero el COI no acepta que
le saquen de las manos un instrumento de alto valor político y propone que dicha agencia
esté sometida al poder de... ¿de quién puede ser sino del mismísimo Juan Antonio
Samaranch? Prueba de esta guerra no declarada es la humillación que les fue infligida
ayer por el COI a los ministros de Deportes. Cuando éstos salieron de la reunión que
mantuvieron en Lausana, consagrada precisamente a las modalidades de la creación de
dichas agencias, encontraron en sus buzones personales un informe hecho por el
COI sobre la futura agencia antidoping. Samaranch sabe jugar fuerte cuando está por
perder los anillos.
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