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Si las terminales continúan así,
Francisco Macri va a tener razón

Cuando el empresario advirtió que “van a cerrar todas las plantas”,
salió un coro a relativizarlo. El comportamiento de las fábricas
de enero fue catastrófico. Y las suspensiones son masivas.

Renault suspendió por 11 meses a 1070 operarios. Ford, Volkswagen, Sevel y Fiat están en lo mismo.

Por David Cufré

t.gif (862 bytes) El slogan del Efecto Banana para las automotrices no es “deme dos”, sino “deme medio”. A través de suspensiones, retiros voluntarios y despidos, las terminales están achicando a la mitad sus planteles de personal, al compás de las caídas en similar proporción de las ventas locales, las exportaciones y la producción. Renault anunció ayer que se apresta a suspender por once meses a 1070 operarios, siguiendo los pasos de Ford, que envió a sus casas por quince meses a 1400 trabajadores.
Cuando Francisco Macri sentenció a mediados de enero que la crisis brasileña provocaría “el cierre de todas las empresas”, fue acusado por sus pares del sector de arrojar pronósticos tremendistas. Con los datos en la mano de la performance de la industria ya no son tan contundentes.
El mes pasado se exportaron apenas 5936 unidades, un 53 por ciento menos que en enero de 1998 y 27,9 puntos por debajo de diciembre. Hay que remontarse 23 meses para encontrar una cifra similar de ventas al exterior. El daño es evidente. Las terminales exportaron el último año el 51,7 por ciento de su producción, básicamente a Brasil. En consecuencia, las empresas están ajustando a la mitad sus programas de fabricación, por lo que requieren el servicio del 50 por ciento de sus operarios.
General Motors despidió a 170 trabajadores de su planta cordobesa, sobre los 360 que conformaban el plantel. Fiat se desprendió de 500 empleados, y los 2600 que quedaron permanecerán suspendidos durante diez días este mes. En Volkswagen se trabaja cuatro días a la semana. Sevel expulsó a 230 personas.
“Parece un parte de guerra”, graficó el secretario adjunto de Smata Córdoba, Omar Dragún, al repasar las cifras con Página/12. La última novedad al respecto fue el anuncio de la suspensión por casi un año de 1070 trabajadores que hizo ayer Renault. La empresa pretende alcanzar un acuerdo con el sindicato de los mecánicos para abonarles a los operarios el 50 por ciento de su salario durante ese lapso, frente al 75 por ciento que se paga según el convenio. Sin embargo, Dragún descartó esa posibilidad, al tiempo que recordó que la compañía francesa consiguió que 300 empleados se adhirieran al programa de retiros voluntarios en el último trimestre del ‘98.
Manuel Lardizábal, gerente de relaciones institucionales de Renault, puntualizó ayer que ese registró permanecerá abierto, y quienes se sumen dentro de los primeros 30 días recibirán un adicional de 5 mil pesos a su indemnización, que se reducirá a 3 mil el mes siguiente. Según Dragún, el objetivo de la empresa sería achicar el plantel estable en mil trabajadores.
En enero, la producción de las terminales fue un 45,4 por ciento inferior a la de igual mes del ‘98, y un 31 por ciento más baja que en diciembre. Salieron de las plantas 10.267 unidades. El pronóstico de las compañías para el año es que se fabricarán 350 mil vehículos, frente a los 457 mil de 1998. En cuanto a las ventas, totalizaron 12.128 unidades, un 20,2 por ciento menos que en enero del año pasado y 12,1 puntos inferiores a diciembre.
“La industria automotriz pensada exclusivamente para el mercado interno no puede ser competitiva. Las empresas necesitan del Mercosur para producir a escala vehículos modernos y a un costo razonable”, señaló a este diario el consultor Jorge Todesca. “Las inversiones que se hicieron en los últimos años fueron pensadas en función del Mercosur. Si la relación entre Argentina y Brasil se altera, no sólo van a cortarse las inversiones, sino que las empresas irán hacia donde tienen costos más bajos y se concentra el grueso del mercado”, advirtió el economista.
Un estrecho colaborador de Roque Fernández admitió a Página/12 que las perspectivas del sector son desalentadoras. El nuevo régimen automotor, que entrará en vigencia el próximo año, elimina la exigencia actual de que, por cada unidad que Argentina y Brasil se exportan mutuamente, deben importar otro vehículo. Las ventas que superen ese límite deben pagar elArancel Externo Común. Esa fue la razón por la cual las terminales se radicaron en ambos países. Sin ese requisito, los industriales temen que el grueso de la producción se traslade a Brasil, convirtiendo a la Argentina en una armaduría.

 


 

REUNION DE EMERGENCIA DEL PODEROSO G-8 POR BRASIL
“Debe mostrar que apoya el Mercosur”

t.gif (862 bytes) Los empresarios más poderosos tampoco pudieron escapar a los avatares de la crisis brasileña. Cada uno de los integrantes del Grupo de los Ocho describió ayer los perjuicios que el Efecto Banana trae a sus negocios. En su primer encuentro del año, los representantes del agro, la industria, el comercio y las finanzas puntualizaron que sufren caídas en el nivel de actividad, que podrían agravarse –advirtieron– en los próximos meses.
Sin embargo, atendiendo al pedido de Carlos Menem, los empresarios aceptaron aguardar a la reunión que el jefe de Estado mantendrá en siete días con su par brasileño, Fernando Henrique Cardoso, antes de transmitir sus reclamos al Gobierno.
“Las preocupaciones de los distintos sectores son similares; todos creemos que, si no se revierte la situación, esto va a generar una fuerte caída de la actividad económica”, señaló el presidente de la Cámara de Comercio, Jorge Di Fiori. Su par de la Sociedad Rural, Enrique Crotto, comentó que “la venta de la cosecha está muy parada”. Los empresarios remarcaron que su primera definición fue “defender y consolidar el Mercosur”. “Brasil debe demostrar con sus decisiones que también quiere preservarlo”, exigió Alberto Alvarez Gaiani, titular de la Unión Industrial.
En tono conciliador, Di Fiori expresó que los empresarios “confiamos en que Brasil va a entender la necesidad de acordar políticas para que (la crisis) no afecte a la región”, en referencia a las demandas argentinas para que el país vecino acepte morigerar sus exportaciones. No obstante, el embajador del principal socio del Mercosur en Argentina, Sebastiao Do Rego Barros Neto, dijo ayer que su gobierno “no asumió ningún compromiso” (ver página 3).
Por su parte, el viceministro Pablo Guidotti les bajó el tono a las expectativas empresarias en cuanto a las acciones que podría tomar el Gobierno para protegerlos del vendaval brasileño. “Bajar impuestos sin contrapartida de otros ingresos es suicida para Argentina, que depende de los mercados de capitales”, subrayó. Di Fiori, en cambio, solicitó que se postergara la aplicación de impuestos creados en la reforma tributaria. Guidotti también indicó que “por ahora no vamos a tomar nuevas medidas”.
Entre tanto, la empresa textil tucumana Calzar suspendió ayer por diez días a 1600 operarios, debido a la caída en sus exportaciones a Brasil. “Las economías regionales y las pymes se ven afectadas por esta situación. Por eso, sería oportuno flexibilizar la normativa para que los bancos puedan otorgar más créditos”, sugirió Rodolfo Frigeri, titular del Grupo Bapro.

 

OPINION
Una nueva oportunidad

Por Enrique M. Martínez *

La crisis de Brasil nos marca que Argentina debe diversificar el destino de sus exportaciones de productos agropecuarios. Esa tarea está más allá de las posibilidades de cada empresario en particular. Se necesita que el Estado coordine las acciones y genere las economías externas que son imprescindibles.
Los bruscos aumentos en las importaciones desde un país que devalúa, sea Corea, Brasil o México, necesitan mecanismos serios y de rápida respuesta para proteger la producción local. Esto también supera a los empresarios individuales y requiere una Aduana que funcione y un Estado que aplique instrumentos simples, con agilidad.
Como seguramente vamos a una recesión, agravada por los problemas de Brasil, habrá efectos negativos sobre la ocupación. El país necesita mucho mejores recursos para proteger a los desocupados y un Estado que actúe con velocidad para aplicar tales recursos.
Las tres situaciones descriptas hoy cuentan con diagnósticos y propuestas similares del Gobierno, la oposición, los empresarios y los sindicatos. Pero el Estado necesario no está. No existe.
Los fundamentalistas del mercado que guiaron los pasos del gobierno durante la década del 90 hasta hoy metieron todo en la misma bolsa y, junto con la ola privatizadora, destruyeron casi toda la capacidad de fijar una política pública, supervisarla, de defenderla o de orientar a los actores privados sobre cuál es su conducta más conveniente.
El Estado que quedó es un triste remedo del necesario, con nula capacidad de arbitrar o conducir, zamarreado por los lobbies, que hasta han llegado a especializarse en conseguir el veto de leyes, luego de ser derrotados en el Congreso.
El Estado argentino está en crisis profunda de su capacidad de conducir la economía real. La crisis brasileña lo muestra con toda crudeza. Sin embargo, justamente por lo notorio de la evidencia, aparece una nueva oportunidad. Aparece la posibilidad –desde la necesidad objetiva– de construir un Estado moderno, que sea capaz de conducir la comunidad en beneficio del conjunto. Para ello hay que volver a explicitar sus funciones y cómo las ejecuta. Cuanto antes. Para que la próxima crisis, propia o ajena, no llene la pantalla de bomberos con mangueras sin agua.

* Economista de la Alianza.

 

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