Por David Cufré
El slogan del Efecto
Banana para las automotrices no es deme dos, sino deme medio. A
través de suspensiones, retiros voluntarios y despidos, las terminales están achicando a
la mitad sus planteles de personal, al compás de las caídas en similar proporción de
las ventas locales, las exportaciones y la producción. Renault anunció ayer que se
apresta a suspender por once meses a 1070 operarios, siguiendo los pasos de Ford, que
envió a sus casas por quince meses a 1400 trabajadores.
Cuando Francisco Macri sentenció a mediados de enero que la crisis brasileña provocaría
el cierre de todas las empresas, fue acusado por sus pares del sector de
arrojar pronósticos tremendistas. Con los datos en la mano de la performance de la
industria ya no son tan contundentes.
El mes pasado se exportaron apenas 5936 unidades, un 53 por ciento menos que en enero de
1998 y 27,9 puntos por debajo de diciembre. Hay que remontarse 23 meses para encontrar una
cifra similar de ventas al exterior. El daño es evidente. Las terminales exportaron el
último año el 51,7 por ciento de su producción, básicamente a Brasil. En consecuencia,
las empresas están ajustando a la mitad sus programas de fabricación, por lo que
requieren el servicio del 50 por ciento de sus operarios.
General Motors despidió a 170 trabajadores de su planta cordobesa, sobre los 360 que
conformaban el plantel. Fiat se desprendió de 500 empleados, y los 2600 que quedaron
permanecerán suspendidos durante diez días este mes. En Volkswagen se trabaja cuatro
días a la semana. Sevel expulsó a 230 personas.
Parece un parte de guerra, graficó el secretario adjunto de Smata Córdoba,
Omar Dragún, al repasar las cifras con Página/12. La última novedad al respecto fue el
anuncio de la suspensión por casi un año de 1070 trabajadores que hizo ayer Renault. La
empresa pretende alcanzar un acuerdo con el sindicato de los mecánicos para abonarles a
los operarios el 50 por ciento de su salario durante ese lapso, frente al 75 por ciento
que se paga según el convenio. Sin embargo, Dragún descartó esa posibilidad, al tiempo
que recordó que la compañía francesa consiguió que 300 empleados se adhirieran al
programa de retiros voluntarios en el último trimestre del 98.
Manuel Lardizábal, gerente de relaciones institucionales de Renault, puntualizó ayer que
ese registró permanecerá abierto, y quienes se sumen dentro de los primeros 30 días
recibirán un adicional de 5 mil pesos a su indemnización, que se reducirá a 3 mil el
mes siguiente. Según Dragún, el objetivo de la empresa sería achicar el plantel estable
en mil trabajadores.
En enero, la producción de las terminales fue un 45,4 por ciento inferior a la de igual
mes del 98, y un 31 por ciento más baja que en diciembre. Salieron de las plantas
10.267 unidades. El pronóstico de las compañías para el año es que se fabricarán 350
mil vehículos, frente a los 457 mil de 1998. En cuanto a las ventas, totalizaron 12.128
unidades, un 20,2 por ciento menos que en enero del año pasado y 12,1 puntos inferiores a
diciembre.
La industria automotriz pensada exclusivamente para el mercado interno no puede ser
competitiva. Las empresas necesitan del Mercosur para producir a escala vehículos
modernos y a un costo razonable, señaló a este diario el consultor Jorge Todesca.
Las inversiones que se hicieron en los últimos años fueron pensadas en función
del Mercosur. Si la relación entre Argentina y Brasil se altera, no sólo van a cortarse
las inversiones, sino que las empresas irán hacia donde tienen costos más bajos y se
concentra el grueso del mercado, advirtió el economista.
Un estrecho colaborador de Roque Fernández admitió a Página/12 que las perspectivas del
sector son desalentadoras. El nuevo régimen automotor, que entrará en vigencia el
próximo año, elimina la exigencia actual de que, por cada unidad que Argentina y Brasil
se exportan mutuamente, deben importar otro vehículo. Las ventas que superen ese límite
deben pagar elArancel Externo Común. Esa fue la razón por la cual las terminales se
radicaron en ambos países. Sin ese requisito, los industriales temen que el grueso de la
producción se traslade a Brasil, convirtiendo a la Argentina en una armaduría.
REUNION DE EMERGENCIA DEL PODEROSO G-8 POR
BRASIL
Debe mostrar que apoya el Mercosur
Los
empresarios más poderosos tampoco pudieron escapar a los avatares de la crisis
brasileña. Cada uno de los integrantes del Grupo de los Ocho describió ayer los
perjuicios que el Efecto Banana trae a sus negocios. En su primer encuentro del año, los
representantes del agro, la industria, el comercio y las finanzas puntualizaron que sufren
caídas en el nivel de actividad, que podrían agravarse advirtieron en los
próximos meses.
Sin embargo, atendiendo al pedido de Carlos Menem, los empresarios aceptaron aguardar a la
reunión que el jefe de Estado mantendrá en siete días con su par brasileño, Fernando
Henrique Cardoso, antes de transmitir sus reclamos al Gobierno.
Las preocupaciones de los distintos sectores son similares; todos creemos que, si no
se revierte la situación, esto va a generar una fuerte caída de la actividad
económica, señaló el presidente de la Cámara de Comercio, Jorge Di Fiori. Su par
de la Sociedad Rural, Enrique Crotto, comentó que la venta de la cosecha está muy
parada. Los empresarios remarcaron que su primera definición fue defender y
consolidar el Mercosur. Brasil debe demostrar con sus decisiones que también
quiere preservarlo, exigió Alberto Alvarez Gaiani, titular de la Unión Industrial.
En tono conciliador, Di Fiori expresó que los empresarios confiamos en que Brasil
va a entender la necesidad de acordar políticas para que (la crisis) no afecte a la
región, en referencia a las demandas argentinas para que el país vecino acepte
morigerar sus exportaciones. No obstante, el embajador del principal socio del Mercosur en
Argentina, Sebastiao Do Rego Barros Neto, dijo ayer que su gobierno no asumió
ningún compromiso (ver página 3).
Por su parte, el viceministro Pablo Guidotti les bajó el tono a las expectativas
empresarias en cuanto a las acciones que podría tomar el Gobierno para protegerlos del
vendaval brasileño. Bajar impuestos sin contrapartida de otros ingresos es suicida
para Argentina, que depende de los mercados de capitales, subrayó. Di Fiori, en
cambio, solicitó que se postergara la aplicación de impuestos creados en la reforma
tributaria. Guidotti también indicó que por ahora no vamos a tomar nuevas
medidas.
Entre tanto, la empresa textil tucumana Calzar suspendió ayer por diez días a 1600
operarios, debido a la caída en sus exportaciones a Brasil. Las economías
regionales y las pymes se ven afectadas por esta situación. Por eso, sería oportuno
flexibilizar la normativa para que los bancos puedan otorgar más créditos,
sugirió Rodolfo Frigeri, titular del Grupo Bapro.
OPINION
Una nueva oportunidad
Por Enrique M. Martínez * |
La
crisis de Brasil nos marca que Argentina debe diversificar el destino de sus exportaciones
de productos agropecuarios. Esa tarea está más allá de las posibilidades de cada
empresario en particular. Se necesita que el Estado coordine las acciones y genere las
economías externas que son imprescindibles.
Los bruscos aumentos en las importaciones desde un país que devalúa, sea Corea, Brasil o
México, necesitan mecanismos serios y de rápida respuesta para proteger la producción
local. Esto también supera a los empresarios individuales y requiere una Aduana que
funcione y un Estado que aplique instrumentos simples, con agilidad.
Como seguramente vamos a una recesión, agravada por los problemas de Brasil, habrá
efectos negativos sobre la ocupación. El país necesita mucho mejores recursos para
proteger a los desocupados y un Estado que actúe con velocidad para aplicar tales
recursos.
Las tres situaciones descriptas hoy cuentan con diagnósticos y propuestas similares del
Gobierno, la oposición, los empresarios y los sindicatos. Pero el Estado necesario no
está. No existe.
Los fundamentalistas del mercado que guiaron los pasos del gobierno durante la década del
90 hasta hoy metieron todo en la misma bolsa y, junto con la ola privatizadora,
destruyeron casi toda la capacidad de fijar una política pública, supervisarla, de
defenderla o de orientar a los actores privados sobre cuál es su conducta más
conveniente.
El Estado que quedó es un triste remedo del necesario, con nula capacidad de arbitrar o
conducir, zamarreado por los lobbies, que hasta han llegado a especializarse en conseguir
el veto de leyes, luego de ser derrotados en el Congreso.
El Estado argentino está en crisis profunda de su capacidad de conducir la economía
real. La crisis brasileña lo muestra con toda crudeza. Sin embargo, justamente por lo
notorio de la evidencia, aparece una nueva oportunidad. Aparece la posibilidad desde
la necesidad objetiva de construir un Estado moderno, que sea capaz de conducir la
comunidad en beneficio del conjunto. Para ello hay que volver a explicitar sus funciones y
cómo las ejecuta. Cuanto antes. Para que la próxima crisis, propia o ajena, no llene la
pantalla de bomberos con mangueras sin agua.
* Economista de la Alianza. |
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