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Argentina empezo muy mal y mejoro en la segunda parte
Hubo un tiempo que fue hermoso...

Con goles de Samuel y Gallardo en el segundo tiempo, batió a un equipo venezolano que lo había complicado en el inicio. Se lesionó Ibarra, bien reemplazado por Claudio Husaín. El equipo parte hoy rumbo a Los Angeles para jugar con México el miércoles 10.

Gallardo, autor del segundo gol argentino, con toque sutil tras habilitación de Barros Schelotto.

El estadio José Pachencho Romero estuvo poblado por más de treinta mil personas.

t.gif (862 bytes)  Buen triunfo argentino en su primera presentación con la conducción de Marcelo Bielsa. La actuación tuvo dos momentos disímiles: una primera etapa para el olvido (o para la corrección, mejor) y un segundo tiempo prometedor. Pudo ser más clara la victoria en el marcador y hubo numerosas actuaciones de buen nivel: Burgos, Samuel, Sorín, el segundo tiempo de Husaín y Cagna, Barros Schelotto, Gallardo –también en la segunda etapa–, y algún desacople en Palermo. El hecho de que equipo haya ido de menor a mayor contribuye a dejar una imagen final convincente. Mejor así.
El primer tiempo de Argentina fue preocupante. Con poderoso viento a favor, desubicado desde los primeros instantes, no terminó nunca de acomodarse ni de comandar el partido: jamás tuvo la pelota y, cuando ocasionalmente la tuvo, no la administró sino que la dilapidó en entregas riesgosas o pelotazos de equívoca profundidad. Fue un equipo apurado, casi histérico en hacer secretos deberes. La sensación era un una mezcla de atadura e hiperkinesis... Además, no pareció cómoda para todos la distribución táctica de los jugadores: con Berizzo-Samuel de centrales e Ibarra y Sorín parados en posición de laterales-volantes; con Astrada delante de los dos centrales (relevando al que partiera), Cagna por derecha hacia el medio y Bassedas a la izquierda; Gallardo como un enganche primero contra la raya izquierda y luego un poco más móvil pero muy poco; Palermo de delantero central, fijo, moviéndose vertical, del área hacia el centro de la cancha a buscar, y con Guillermo primero por derecha y después del otro lado, siempre por afuera. Esa era la distribución. Y no funcionó.
Paradójicamente o no, los venezolanos resultaron mucho más coherentes y seguros de lo que tenían que hacer en el campo de juego: marcaron disciplinadamente en zona, achicaron con decisión, tiraron la “jugada del offside” todas las veces que la ingenua estrategia de ataque argentina les facilito la tarea: pocas veces un equipo nacional cayó tantas veces en posición adelantada en tan poco rato: media docena en media hora. Duno sobre Gallardo fue pegajoso y eficaz; los dos centrales –Rey, sobre todo– le mordieron los tobillos y le respiraron en la nuca a Palermo; el resto, presionó sobre los volantes argentinos y no los dejó jugar. Tortolero, de buen manejo, y el charlatán de Hernández codirigiendo el partido junto al flojo árbitro colombiano y jugando por el medio; arriba, los dos delanteros cruzándose. Con eso y un par de tiros libres les alcanzó a los de Pastoriza para conseguir llegadas más coherentes que Argentina durante esa primera mitad, lo que permitió advertir la excelente noche de Burgos. Sacó dos muy difíciles, mientras que Argentina llegó con una avivada de Husaín a partir de un lateral que Gallardo casi convierte y un rebote de Palermo. Nada más.
El segundo tiempo fue otro partido. No sólo porque Samuel embocó al minuto sino porque Argentina encontró la manera de romper la presión venezolana y –jugando por abajo, por fuera y sin pelotazos– entonces sí tuvo el control absoluto del partido. Desde los primeros minutos, la suma de Cagna, Husaín, de muy buena actuación, y Barros Schelotto por derecha rompió reiteradamente la línea estática de fondo venezolano. Además,parados más adelante, los volantes no dividieron la pelota y BassedasGallardo, a los que se sumaba Sorín, muy movedizo, proveyeron pelotas coherentes, no pelotazos.
Así llegaron las situaciones a favor y un gol más de buenísima factura, con desborde de Guillermo y resolución lujosa de Gallardo. Pudieron ser más, y debieron serlo. El equipo demostró que si se suelta y no lo atan los “deberes” puede llegar a producir fútbol coherente y efectivo.

 

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