OPINION
Un lugarcito bajo el sol
Por Mario Wainfeld |
Este
diario anunció en la tapa de su edición del 24 de julio del año pasado que Carlos
Corach, Claudia Bello y Raúl Granillo Ocampo aspiraban a la banca de senador por la
Capital Federal. La nota de tapa se titulaba En busca de inmunidad y su primer
párrafo terminaba así: Tres años con fueros parlamentarios y la consiguiente
inmunidad ante eventuales reclamos judiciales son para Corach, Bello y
Granillo un botín por demás apetecible.
La información fue rápidamente desmentida por Corach y Granillo. Cronistas de este
diario hablaron con al menos dos secretarios de Estado y dos ministros que les explicaron
que era insensato suponer que Corach o Granillo bajarían a una banca
senatorial. El propio autor de esta columna escuchó personalmente largas refutaciones de
boca de los dos ministros describiendo cuán poco poder implicaba una senaduría, la
futilidad de los cargos legislativos para quien ha ejercitado el ejecutivo, la serenidad
que le daba al ministro del interior no tener causas judiciales. Todos razonamientos
estructurados que hasta podrían ser convincentes para los oídos de un espectador
distraído o de un politólogo extranjero recién llegado a la Argentina que desconociera
la lógica del discurso del oficialismo. Pero la única verdad es la realidad y tras
meses de convincentes desmentidas Carlos Corach, el hombre que hace un culto de
poner la cara en nombre del Presidente, hizo público que anhela un lugar bajo el sol sin
necesidad de tener que pasar por el espinoso peaje de una elección. Miguel Angel Toma, un
funcionario apenas menos antipático que el ministro del Interior, también se asegura una
banca aun si el PJ porteño hace una pésima elección en la Capital.
La movida de Corach, Granillo y Toma tiene riesgos y costos. El primer peligro es una
interna abierta en la que se exponen primeras espadas del menemismo contra dos outsiders
como Pacho ODonnell y Daniel Scioli. El segundo es, aun ganando, tirar para abajo
las boletas porteñas del peronismo. Nadie, ni el más oficialista de los oficialistas
puede pensar que tamaños personajes mejoren las perspectivas electorales del oficialismo.
Menos que nadie puede creerlo Carlos Menem que tiene excelente olfato para husmear hacia
dónde rumbean los humores y los votos populares.
Capital con piantavotos no es una jugada inocua. Si el menemismo lo hace es para
garantizar a algunos de sus cuadros un modo de perdurar dentro del sistema político.
Carlos Menem tiene carisma y votos pero sus hombres más cercanos e incondicionales (entre
los que Corach y Alberto Kohan son paradigmáticos) no. Necesitan una ayudita de sus
amigos para tener cargos públicos.
Un cargo parlamentario es una buena base (si no un piso imprescindible) para que Corach
pueda seguir haciendo política. Siempre es duro volver del poder al llano y es muy arduo
tener influencia desde ahí. En la Argentina no hay casi ejemplos, sobran los dedos de una
mano para contar a dirigentes que tengan poder sin poseer un cargo electivo o ejecutivo.
La decisión tiene riesgos y costos pero también una lógica inexorable. Puede darle a
Corach, uno de los pocos incondicionales con nivel político que le van quedando al
Presidente, un fuerte protagonismo en caso de que la Alianza llegue al gobierno. Como
poco, permite hacer menos vertiginosa su caída. Y, aunque el Ministro se jacte (con
razón) de no tener abiertas causas en su contra, con la democracia nunca se sabe... y
tener inmunidad hasta el 2001 nunca está de más. |
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