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Hugo Chávez festejó la democracia
conmemorando su golpe de Estado

Con un desfile del ejército que demoró dos días para conmemorar su golpe fallido en 1992, el nuevo presidente de Venezuela concluyó su asunción del poder.

Hugo Chávez con su esposa Marisabel Rodríguez, llegando al desfile militar en su honor.
Chávez demoró el desfile para que coincidiera con el aniversario de su sublevación fallida en 1992.

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t.gif (862 bytes)  “Más que presidente soy un soldado que está de vuelta.” En efecto, ayer el nuevo presidente venezolano Hugo Chávez se dirigió a los suyos. Más de 10.000 soldados desfilaron frente a él en el tradicional desfile que sigue a la toma de poder del presidente, que Chávez demoró dos días para que coincidiera con el aniversario de su golpe fallido del 4 de febrero de 1992. Su reivindicación del alzamiento no terminó ahí. Además de anunciar que reincorporaría a los oficiales que fueron expulsados del ejército por apoyarlo, reactivó a los dos batallones de paracaidistas que lo acompañaron en su rebelión armada. Chávez aseguró que el cambio de la fecha del desfile no fue para “darle glorias a la rebelión armada”, sino para “pedir perdón por los dolores causados”. “Ustedes saben que en el fondo alguien tenía que hacerlo, y nos tocó a nosotros hacerlo, sin embargo... perdón”, concluyó el primer mandatario de Venezuela.
No obstante su contrición, Chávez le dio al desfile un sabor distintivo a revancha. El desfile militar tradicionalmente coincidía con el día en que los mandatarios venezolanos tomaban posesión –el 2 de febrero– pero esta vez Chávez ordenó demorarlo dos días para conmemorar su alzamiento del 4. Hace exactamente siete años, el entonces teniente coronel lideraba a sus paracaidistas contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Poco tiempo después, la rebelión era derrotada en unas horas de lucha por las fuerzas leales al gobierno, dejando a Chávez y sus correligionarios encarcelados o expulsados del ejército. Ayer, sin embargo, fue el turno del líder del golpe para reivindicar a quienes “rompieron la cadena” hace siete años.
Después de que seis paracaidistas descendieran frente a su podio para rendirle honores, comenzó para Chávez la hora de los reencuentros. Los comandantes de las formaciones pasaron uno a uno para recibir un caluroso abrazo del nuevo presidente. Previamente, había firmado un decreto mediante el cual se reactivaron los batallones que lo acompañaron en la sublevación, y ayer selló simbólicamente su reintegración al entregarles los estandartes que se les quitaron luego del golpe. “Llegó la hora de retomar la senda, que los paracaidistas hace muchos años sembraron. Hoy retornan los hombres, los estandartes, y el espíritu de los batallones.”
Ciertamente, “los hombres” retornaron. Además de los camaradas a quienes saludó ayer, Chávez prometió que “todos los hombres que puedan ser reincorporados lo serán (para) reconocer su valor”. Los oficiales afectados son cerca de un centenar, y él calificó su liberación como “un acto de justicia”. En un momento de exaltación, Chávez declaró dramáticamente: “A todos los soldados y civiles que rindieron su vida hace siete años, para ellos el descanso eterno. Y para que los que aún están aquí, habrá justicia”.
Con todo, Chávez no convirtió el evento en un enorme acto de redención castrense, y reiteró frente a los soldados y decenas de miles de partidarios –todos ostentando las boinas rojas del uniforme paracaidista– que en Venezuela lo que comenzó “es una revolución pacífica que dará más democracia al pueblo”. Para subrayarlo, ayer en el desfile militar los tradicionales tanques tuvieron una insólita escolta: diez tractores rurales. Chávez había prometido que “no habrá más tanques en los desfiles, sino tractores”, pero nadie pensaba que habló literalmente.
La mezcla de elementos civiles y militares no es nada nuevo para Chávez, y pronto no lo será para Venezuela. Además del uniforme paramilitar de alguno de sus partidarios, el nuevo presidente anunció que formaría varias brigadas especiales “de desarrollo”, para realizar obras públicas y evitar que los castrenses “estén separados de la pasmosa realidad del país”.
Todo esto quizá sea necesario, por otra parte, para intimidar a su oposición parlamentaria (que aduce que quiere “torcerle el pescuezo a la democracia”) lo suficiente para que apoye la reforma de “la Constitución moribunda”. De todas maneras, no les queda mucha alternativa: en las primeras horas de su mandato, el “huracán Hugo” firmó un decreto llamando a un referéndum popular sobre el tema, la gente lo apoya de modo masivo y la oposición se limitó a protestas de fórmula.

 

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