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Por Verónica Abdala ![]() El nuevo local de Gandhi que, según los cálculos de sus propietarios, podría abrir sus puertas al público la semana que viene, si se llega con el traslado de ejemplares estará decorado por la friolera de treinta y cinco mil libros, un fondo editorial que es uno de los más grandes de América latina. Además, seguirán funcionando el bar, el espacio destinado a la venta de CDs y el teatro, sólo que en un espacio de 600 metros cuadrados, dos veces más que el anterior. La planta baja estará reservada a los libros y los discos. El bar y la sala de cine y espectáculos funcionarán en el primer piso. Para mayor comodidad, dos entrepisos-bibliotecas ver foto en las que se ubicarán los volúmenes ordenados por tema. Habrá, además, una sección destinada a la literatura en su idioma original (inglés, francés, alemán, etc.). La mudanza del local se inscribe en lo que, en vistas de las transformaciones que durante los últimos años ha sufrido la librería tradicional, es una tendencia de fin de siglo. Y que podría definirse así: para sobrevivir a la competencia que supone la venta de ejemplares en los super e hipermercados a precios hasta un 30% más bajos, hay que optimizar la oferta de servicios y redistribuir los libros en unuevos espacios. La mayor parte de las veces el nuevo espacio imita la arquitectura y la estética de los shoppings, enriqueciendo la propuesta con una serie de ofertas obras de teatro, proyección de películas, charlas, recitales, etc... comparables a las de un centro cultural. Gandhi inauguró la tendencia a la que se plegarían, entre otras, librerías Del fondo, Catalonia, Liberarte, Clásica y Moderna y Losada, en 1985, cuando su fundador, Elvio Vitali, abrió un local inspirado en otro, mexicano, que durante los 80 funcionó como centro de reunión de muchos exiliados argentinos. En ese momento, la prestación de múltiples servicios en la librería no era todavía en la Argentina una política habitual.
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