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PANORAMA ECONOMICO
El árbol y el bosque
Por Alfredo Zaiat

Las grandes cadenas de supermercados son las que picaron en punta para beneficiarse de la disminución de precios medidos en dólares por la devaluación del real. Con la misma ansiedad por hacerse de una bolsa de alimentos que reclamaban pobres y jubilados, manipulados o no, expulsados del modelo al fin y al cabo, los híper se abalanzaron sobre los proveedores brasileños. En la última semana se pelearon por conseguir los fletes en San Pablo y en Río de Janeiro, camiones que cruzarán la frontera con productos que llenarán góndolas atrayendo a los consumidores con ofertas increíbles que si las encuentran en otro comercio le devolverán la diferencia. En esa carrera desesperada de los híper por saciar el hambre de buenos negocios, al Gobierno no se le ocurrió movilizar 1300 policías para frenar en el límite con Brasil la voracidad por conseguir las conservas, chocolates, pollos que convocarán a los consumidores que quedaron dentro del modelo. Los efectivos de seguridad tenían otra misión, la de cuidar las fronteras de los supermercados de otro tipo de invasión.
Ni los economistas más fervorosos de la apertura y del mercado como solución de todos los desequilibrios niegan que el ajuste traumático del tipo de cambio en Brasil vaya a afectar al sector productivo local. Pero especialistas desde derecha e izquierda coinciden con que los gritos histéricos de los empresarios de la Unión Industrial alertando por la avalancha de productos made in Brazil son exagerados, aunque con una base cierta. Existen sectores más expuestos que otros y operadores comerciales, como los súper e hipermercados, con más reflejos y capacidad de explotar a su favor que otros la devaluación del real. Pero todavía es prematuro evaluar –lo que no significa que no haya que hacer nada– cómo afectará en su conjunto la capitulación del real. Resulta evidente que algunos rubros serán los más castigados y que deben ser protegidos. Pero la UIA, acompañada en su cruzada por el ahora hiperactivo secretario de Industria Alieto Guadagni, no colaboran para obtener consenso de protección si difunden aumentos de importaciones engañosos. El caso más absurdo fue el incremento del 700 por ciento de las compras de chocolates. En realidad, como explicaron ejecutivos de la Copal, que reúne a los principales industriales de la alimentación, en el encuentro que tuvieron con diputados a mediados de semana lo que se importó fue polvo de cacao, insumo que no se produce en Argentina, en un despacho por 50 mil kilos a un valor de apenas 40 mil dólares.
Independientemente de los cacareos de los industriales, lo cierto es que habrá sectores que serán más afectados porque la competencia brasileña será imposible de enfrentar en las actuales condiciones. Los rubros que quedarán descolocados por precios serán golosinas, confección, calzado, siderurgia, juguetes, maquinarias y aparatos eléctricos. Y los que verán reducida su posibilidad de ingresar en el mercado más grande del Mercosur por la recesión, que se profundizará aún más con el reciente acuerdo con el FMI y que derrumbará en un 10 por ciento el nivel de actividad económica, son los autos, harinas, hortalizas, legumbres sin elaborar y lácteos. Una historia aparte son los pollos, que se ha convertido en la verdadera avanzada del ejército invasor. Los híper ya concretaron rápidas operaciones a costos imposibles de igualar por productores locales: medio dólar el kilo puesta la mercadería en destino. Argentina es un importador habitual de carne avícola por unas 40 mil toneladas anuales, y Brasil es un exportador mundial por 600 mil. La plaza local es un mercado marginal. El problema, como en todo con Brasil, es de dimensiones. La producción argentina de pollos en serie engordados artificialmente con hormonas es una quinta parte de la brasileña. Ante tamaña diferencia de capacidad las cámaras que agrupan a procesadoras de ambos países tienen un acuerdo para evitar que la productores argentinos, con Entre Ríos como principal centroavícola, queden borrados del mapa. El problema reside en que en la cámara brasileña acuerdista participan los 15 más grande productores pero son la mitad del mercado. El resto, que representa nada menos que 300 mil toneladas anuales y que posee abultados stocks por la caída de la demanda interna, no está incluido en ningún pacto de control.
No hay que perder de vista, de todos modos, que la crisis de Brasil da para todo y cada uno de los sectores reclama por lo que en realidad le afecta la devaluación del real y, ya que está, por demandas de siempre. En ese marco lo primero a destacar, como precisa un reciente informe del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, es que la caída de Brasil viene a agudizar los efectos ya notorios que la crisis internacional planteaba sobre la Argentina. Volviendo a los pollos, como ejemplo que se repite en otros rubros, el aumento de las importaciones de Brasil ya se había registrado el año pasado, cuando crecieron 40 por ciento respecto a 1997, de acuerdo a estadísticas de la Cámara Argentina de Productores Avícolas.
El apoyo “puntual” a los sectores de exportación castigados por la devaluación y la fijación de cupos que no permitan el ingreso de producción brasileña por encima de los niveles históricos son estrategias lógicas. Todo lo demás –destaca el documento del IEF–, reducción de aportes patronales, devolución del IVA a los exportadores, modificar la reforma tributaria y retornar con contratos laborales temporarios son demandas históricas del grupo empresarial más concentrado. Lo que buscan es transformar al Estado en un paraguas protector subsidiador de los negocios de los ganadores del modelo, hoy en problemas.

Quien tenía un problema, y al que la crisis del real lo ayudó a encontrar un empleo, fue Arminio Fraga Neto. El hombre que todos vieron como el representante de George Soros desembarcando al frente del Banco Central de Brasil había perdido hace tres meses la confianza para los negocios del mago de las finanzas del ‘90. Arminio era una de las personas más cercanas a Soros, quien en su último libro La crisis del capitalismo global, la sociedad abierta en peligro lo incluye dentro de los agradecimientos por su colaboración. Pero negocios son negocios, y el filósofo de Wall Street primero mira su bolsillo. Arminio manejaba hasta fines de octubre del año pasado uno de los fondos Quantum, el dedicado a los denominados mercados emergentes. Ese fondo perdió más de mil millones de dólares por apuestas erradas, fundamentalmente en Brasil. Arminio fue muy criticado por su estrategia de inversión y fue cuestionado por su excesivo nacionalismo y, por lo tanto, por tener una opinión muy optimista sobre lo que estaba pasando en Brasil. Así le hizo perder mucho dinero a Soros, obligándolo a una reestructuración y cierre de varios de sus fondos. Desde entonces Arminio perdió todo el manejo de inversiones y había quedado como una especie de economista de consulta del grupo en un retiro decoroso. Ahora, desde su nuevo puesto tiene la posibilidad de retribuir años de confianza y hacer recuperar a Soros todo lo que le hizo perder con sus malas jugadas.

 

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