Había sido condenado a muerte por un doble homicidio. Unos estudiantes investigaron el caso y demostraron su inocencia.
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Por M.F.C., desde Nueva York Anthony Porter, un hombre negro que estuvo casi diecisiete años en una prisión de Chicago a la espera de su ejecución por un doble homicidio, fue liberado ayer, después de que otro hombre confesó haber cometido los asesinatos. En una vida signada por acontecimientos desafortunados, Porter, sin embargo, tuvo dos golpes de suerte que posibilitaron que saliera de la cárcel diciendo a voz en cuello: ¡Aleluya! ¡Soy un hombre libre!. El primero ocurrió el año pasado, cuando, apenas dos días antes de que un verdugo le aplicase una inyección letal, la Corte Suprema decidió suspender la ejecución. Lo hizo en consideración a que existían dudas acerca de la competencia mental del reo. El segundo momento de buena estrella fue cuando unos estudiantes de periodismo de Northwestern University se interesaron por su inamovible reclamo de inocencia y empezaron a investigar el caso. La investigación condujo a que ubicaran a una testigo en Milwaukee, que dijo que su ex marido había sido el asesino de Jerry Hillard y Marilyn Green, los dos jóvenes que fueron baleados en un parque de Chicago en 1982. Comprensiblemente, Porter, que tiene 43 años y que ha pasado casi la mitad de su vida en la cárcel, afirmó que amaba a los estudiantes que, bajo la conducción del profesor David Protess, habían podido probar, al encontrar más evidencias y otro culpable, que el sistema judicial de Illinois incurrió en un error que podía haber sido irreparable. El caso de Porter, además, pareciera avalar a la perfección los argumentos que dan quienes se oponen a la pena de muerte. Como han señalado Amnesty International y otras agrupaciones de derechos civiles que cuestionan el derecho del Estado a ejecutar, en un número mayoritario de casos el castigo capital se aplica a individuos pertenecientes a minorías especialmente a los afronorteamericanos, que casi siempre son pobres y carecen de recursos para pagar una buena defensa. La pena también suele recaer sobre individuos con alguna disminución mental o retardo. Porter es negro, pertenece a una familia humilde y su cociente intelectual es sólo de 51 (el índice normal es alrededor de 100). Al realizar la apelación en setiembre ante la Suprema Corte, el abogado de Porter sostuvo que éste no podía entender qué estaba ocurriendo con él, ni podía colaborar siquiera en su propia defensa. Posteriormente, surgieron cuestionamientos acerca de la legalidad del proceso que había desembocado en la condena. Un testigo de la fiscalía se desdijo del testimonio en el que había implicado a Porter, diciendo que la policía lo había presionado en su declaración. Siguiendo esta y otras pistas, los estudiantes de periodismo identificaron a Inez Jackson, la testigo de Milwaukee. La semana pasada, el profesor Protess, el detective privado Paul Ciolino y varios estudiantes de la clase de periodismo investigativo, visitaron a Jackson, quien culpó a Alstory Simon, su ex marido, de haber disparado contra los dos jóvenes. Cinco días después, el mismo equipo de investigadores se entrevistó con Simon y le mostró una declaración escrita de Jackson con la imputación. El hombre negó la acusación en un primer momento, pero luego admitió haber disparado, alegando que había sido en defensa propia. Debido a que la investigación todavía no está completamente cerrada, Porter fue liberado, si bien los cargos contra él aún siguen en pie. Es difícil, sin embargo, que haya un retroceso. El detective Ciolino hizo una filmación de la confesión de Simon que, por supuesto, ya está en manos de la Justicia. Es algo bueno que los reporteros se ocupen del sistema penal, opinó el viceministro de Justicia del estado de Illinois, David Ericks. Felicito a los estudiantes, agregó. Ciertamente, mis estudiantes sienten que han salvado una vida, dijo el profesor Protess. Y no es la primera vez que estudiantes de Northwestern University rescatan inocentes de la pena de muerte. En junio de 1996, cuatro hombres que habían pasado dieciocho años en la cárcel fueron liberados, también gracias al esfuerzo investigativo de los estudiantes de esta universidad de Chicago y del detective Ciolino. Dos de esas personas habían sido condenadas a la pena de muerte.
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