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Un cosmopolita, símbolo centrista en Medio Oriente

Cuando llegó al trono tenía 17 años. Toda su vida estuvo marcada por una serie de complots y atentados. El rey Hussein fue un “rey árabe a la inglesa” y un símbolo de centrismo en una región polarizada.

Un rey Hussein de 17 años se sienta al trono después de ser coronado el 8 de agosto de 1952.
Hoy, sólo una muy escasa minoría de jordanos ha vivido bajo otro gobernante.

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Por Alfredo Grieco y Bavio

t.gif (862 bytes) Jordania es un Estado semidesértico creado por Winston Churchill después de la Segunda Guerra Mundial para premiar el apoyo de las tribus beduinas a la causa de los aliados. El rey Hussein fue su rey durante 46 años. “Vuelvo para morir en mi patria”, dijo. Anteayer volvió a Jordania en una condición crítica desde Estados Unidos, donde fue sometido a una operación de trasplante de médula que fracasó. Un cáncer linfático lo aquejaba desde 1997. En lo que se considera un estado de derecho con instituciones capacitadas para perdurar, Hussein designó como sucesor a su hijo Abdulá. Para ello desplazó a su hermano Hassan, que durante 34 años había sido el príncipe de la corona. Esto ha creado temores sobre el futuro jordano, particularmente en Israel, para el que el régimen de Hussein era una protección contra regímenes más combativos como Siria.
Considerado un descendiente directo del profeta Mahoma, proclamado rey el 11 de agosto de 1952, toda la vida de monarca de Hussein estuvo marcada por una serie de complots y atentados. Escapó a un intento sirio de derribar su avión, a una insurrección de sus propios soldados, y a varias emboscadas de combatientes palestinos, a quienes luego aplastó en una sangrienta confrontación en setiembre de 1970. Cuando llegó al trono, Hussein tenía 17 años. Hoy, sólo una muy escasa minoría de jordanos ha vivido bajo otro gobernante.
Hasta la Guerra de los Seis Días de 1967, que le hizo perder el sector oriental de Jerusalén –en cuya Ciudad Vieja se encuentra Al-Aqsa, tercera ciudad sagrada del Islam– y Cisjordania, tuvo que enfrentarse con la hostilidad de los regímenes árabes. Soberano de un país semidesértico donde la población es en gran parte palestina, Hussein fue un ardoroso defensor de la creación de un Estado Palestino. Acusado por los países árabes de apoyar a Bagdad durante la crisis del Golfo de 1990 –había denunciado la ocupación de Kuwait, pero buscaba una solución árabe en vez de una intervención internacional–, Hussein firmó sin embargo la paz con Israel cuatro años después, en 1994.
Con una energía personal desplegada siempre espectacularmente, este monarca “árabe a la inglesa” quiso contribuir a la cohesión social y a la estabilidad jordana. Gran deportista, fue piloto de aviones y radioaficionado apasionado. En 1962 publicó una autobiografía que fue un best seller no sólo en las librerías jordanas: Es difícil ser rey. Padre de 11 hijos, se casó cuatro veces, en bodas puntual y extensamente cubiertas por las revistas ilustradas que se ocupan de la aristocracia: con su prima Dina, con la británica Toni Gardiner –convertida en la princesa Mona–, con la palestina Alia Tukan –que murió en un accidente de helicóptero en 1977–, y con Lisa Halabi –la actual reina Nur, una estadounidense de origen sirio–.
El rey Hussein sorprendió a los jordanos el 25 de enero, cuando cesó a su hermano menor, el príncipe Hassan, como heredero al trono, después de que durante 34 años había sido su sucesor designado. Fue reemplazado por el hijo mayor del monarca, el príncipe Abdulá, un soldado de carrera, formado en la misma academia militar británica de Sandhurst donde también estudió su padre, pero con poca o ninguna experiencia en política.
La pregunta es si Abdulá sabrá mantener sobre un reino frágil esa estabilidad por la que su padre siempre fue elogiado, hasta el punto de ser considerado un personaje crucial en la búsqueda estadounidense de una paz entre árabes e israelíes. Anteayer mismo, el presidente Bill Clinton elogió a Hussein en el tradicional Desayuno Nacional de Oración, en presencia del líder Yasser Arafat. Es, dijo, “un magnífico ser humano, un campeón para la paz”. Hasta ahora, Abdulá se mostró un hábil jefe de las fuerzas especiales del ejército. El súbito y poco cordial cese de su hermano como príncipe de la Corona dejó estupefactos a sus súbditos. Pero los aliados de Jordania, incluyendo Estados Unidos, han enfatizado que apoyarán a Abdulá, quien el viernes cumplirá 37 años. Los aliados confían en que continuará las estrategias de su padre. Abdulá desciende por supadre de Mahoma, pero también de una mujer inglesa, Toni Gardiner. A veces, visita el Hard Rock Café de Amman. Todo invita a creer que los norteamericanos tienen razón, y que será en suma prooccidental, como su padre. Pero, en otro rasgo de centrismo, su esposa palestina fue la mejor credencial para con los refugiados palestinos de Israel y Cisjordania que forman la mayor parte de la población del país.
Las cuestiones estratégicas quizá sean menos importantes en la Jordania de hoy que las económicas. El desplazado príncipe Hassan ha sido criticado por sentirse más cómodo en las conferencias económicas internacionales que con los beduinos en el desierto. El príncipe Abdulá, en cambio, no tiene la menor experiencia como administrador. En un Estado donde el poder se concentra en la dinastía Hashemita, y donde el Parlamento sirve para votar las iniciativas reales, es poco probable que las reformas necesarias sean aprobadas y emprendidas sin una fuerte disciplina que Abdulá, opinan los jordanos, deberá aprender. El cambio súbito de sucesor les demostró ya que la herencia real está potencialmente abierta a competidores.

 

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