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Por Carlos Rodríguez "Vos sufriste el maltrato cuando te cerraban las puertas en la cara y no te daban una cama donde recibir a tu hijo. Te pedimos que ahora nos ayudes a querernos como hermanos, a bolivianos y argentinos." Con la invocación ante la imagen de la Virgen de Copacabana, patrona del pueblo católico de Bolivia, el Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Bergoglio, cumplió un acto poco frecuente de parte de tan alto dignatario de la iglesia porteña: presidir la misa en la parroquia de una villa en un gesto de apoyo a los hoy vapuleados inmigrantes. Más de 200 personas --había también peruanos, paraguayos, chilenos y uruguayos-- colmaron la capilla Santa María Madre del Pueblo, de la villa del Bajo Flores, a pesar de la intensa lluvia que hasta llegó a superar la resistencia del techo de chapa del templo, humedeciendo los lentes del obispo. Sin perder su estilo de perfil bajo --las declaraciones a la prensa las delegó en su vocero (ver aparte)--, Bergoglio fue medido en sus expresiones verbales y muy cálido a la hora de saludar a los feligreses, a quienes abrazó o estrechó las manos uno por uno recorriendo de punta a punta el recinto. Bergoglio fue acompañado únicamente por su asistente, el sacerdote Guillermo Marcó, y al finalizar la misa escuchó los reclamos de los inmigrantes, que solicitaron la mediación de la Iglesia para legalizar su situación en la Argentina. Durante el oficio religioso, quien abordó con más énfasis el problema actual de los extranjeros que viven en la Argentina fue el sacerdote Ernesto Narcisi, vicario de la parroquia. Narcisi, que poco antes había bautizado a varios niños, sostuvo que el obispo inició ayer una serie de visitas a las villas como una forma de escuchar "el clamor de los pobres". Dijo luego que desde el punto de vista religioso "la comunión es el único documento que nos pide el Señor". En diálogo con Página/12, Narcisi cuestionó a los que califican de "indocumentados" a los inmigrantes. "Ellos tienen en regla los papeles de su país de origen y carecen únicamente de documentos otorgados por las autoridades argentinas, en muchos casos por dificultades económicas o por las trabas que les ponen." La parroquia del Bajo Flores está ubicada sobre la avenida Perito Moreno, frente al estadio del club San Lorenzo de Almagro. Está allí desde fines de la década del sesenta y uno de sus promotores fue el padre Jorge Vernazza, amigo personal y compañero de ruta del sacerdote Carlos Mujica, asesinado por la Triple A. El párroco actual es el sacerdote Rodolfo Ricciardelli, quien es uno de los más antiguos habitantes de la villa, donde ha pasado más de 30 años de su vida. La modestia del templo se pone de manifiesto por un simple detalle: botellas de gaseosas y de cerveza empotradas en una de las paredes sirven de improvisados vitreaux. Durante la misa, una molesta gotera caía de pleno sobre el lugar en donde se ubicó el obispo Bergoglio, quien llegó a la villa puntualmente a las 18, sin pompa ni ceremonia, y tratando ostensiblemente de eludir el contacto directo con la prensa. Los carteles que convocaron a la misa de ayer decían: "Para que no persigan más a los pobres". Para hoy se anuncia la visita del arzobispo de Buenos Aires a la iglesia María Madre de la Esperanza, en la villa 20 de Lugano. Con un tono mucho más moderado que el de los carteles y sin ninguna alusión de tinte político, Bergoglio llamó "Virgen de la Luz" a Nuestra Señora de Copacabana y recordó otras imágenes veneradas por los bolivianos, la Virgen de Urcupiña y la del Socavón. Pidió a todas que "concedan a los pueblos boliviano y argentino la paz que merecen y que todos nos comportemos como verdaderos hermanos", durante una larga invocación estrictamente pastoral, que duró una hora y media. El prelado tuvo que permanecer en el lugar otra larga hora más, escuchando los pedidos y las quejas de representantes de las distintas comunidades. "La Iglesia tiene que intervenir porque no es posible que digan tantas cosas de nosotros, que nos pongan como culpables de la violencia", planteó Gerardo (58), un boliviano que reside en la Argentina desde hace más de veinte años. "Los bolivianos --sostuvo-- estamos acá no para robar sino para realizar los trabajos menos gratos, los peor pagos y los que ni siquiera quieren hacer los argentinos." Una verdadera avalancha de mujeres y niños, la mayoría indocumentados, solicitó las direcciones donde atiende la Comisión de Migraciones del Episcopado, a fin de lograr su apoyo para la obtención del documento argentino. El vocero del obispo aclaró dos cosas: a los vecinos de la villa que la Iglesia ayudará pero la responsabilidad es el Gobierno y a Página/12 que Bergoglio ya visitó "unas 60 veces" la misma villa, cuando era vicario de la parroquia de Flores.
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