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LA MOVIDA ESTIVAL QUE SOLO EXISTE EN LOS MEDIOS
El paraíso artificial

“La historia es que todos buscan el ruido prometido y no lo encuentran porque lo que se vendió en los medios no existe”, dice un experto de “la movida”. Como un escenario, se monta un Punta del Este intenso, movido, chispeante, que no existe. Sólo para los medios.

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Por Cristian Alarcón desde Punta del Este

t.gif (862 bytes) De verdad amigos que ese fotógrafo sabe lo que quiere. Está allí parado sobre una tarima y hace equilibrio dando gritos amables a Valeria Mazza, Tommy Dunster y Andrea Frigerio, los blancos de su lente. Ya fue difícil reunirlos en un rincón de la disco La Morocha, dejando de lado tanto ignoto personaje. Y ahora está resultando toda una tarea hacerlos reír y posar como se debe, para que se conviertan en una tapa digna de Punta del Este. Pero ahí va, apartando los obstáculos, poniendo en su lugar lo que no está, inventando lo que no existe, con ese ímpetu de amazonas, ella, “la temporada”. Como si se tratase de una enana de jardín a la que se vuelve a pintar cada verano con nuevas ropas y sombrero, se la ve levantarse, construirse a cada flashazo, a cada nota de playa, a cada recomendación de nuevas tendencias. Porque, amigos, hay que decirlo, Punta del Este padece cierta esquizofrenia. Mientras en las coloridas páginas de las revistas y los programas veraniegos aparece una “movida” que promete intensidad, belleza, poder, noche efervescente como el champagne, en la verdadera Punta del Este no se registra más que el ruido de las preparaciones, de la puesta en escena, de la construcción de la temporada cada vez más pintarrajeada de nada.
Mucho menos este año, cuando las cosas están, según reconocen todos los que “arman” la movida esteña, raras, aburridas, con poca gente, con pocas fiestas, con poco dinero –se entiende que poco en la escala Punta del Este–. Y tras ese engaño mediático vienen las desazones. Porque el cambio de perfil de turista detectado por el ministerio uruguayo del área, o sea la llegada masiva de sectores aún a salvo de la clase media a ese escenario que se miraba siempre desde el sur, exige a los advenedizos una mirada previa al debut. Son ellos los que se ven necesitados de “la data” que aparece en los referentes periodísticos de siempre. Lo que en otras ediciones veraniegas fue lo in y lo out o lo “must”, ahora es lo fashion, “lo permitido” y “lo prohibido” para estar en la movida. Es un juego de miradas tan histérico como el que se da en las playas o las pistas del Este. Miles de miles consumen desde siempre el relato y las imágenes de lo que seguramente nunca obtendrán.
De hecho, de la simple medición del espacio que “el verano” merece en los medios se desprende que es la costa uruguaya la que se lleva más del cincuenta por ciento de la vidriera. “Por algo –acusa el clásico y glamoroso RR.PP. Javier Lúquez– todas las santas revistas hablan de Punta, aun quienes tienen una mirada crítica.” Es así que la ansiedad corroe los espíritus festivos de una legión que busca sin descanso las emociones fuertes prometidas, un show de color y fama que no aparece. “Hay un supuesto recorrido, y la fiesta siempre está en otra parte, pero la verdad es que esto está tan muerto que acá –a las 4 de la madrugada en el vip del Union Bar, de La Barra– están hasta los dueños de los otros boliches”, dice el hijo de un coleccionista de obras de arte que no quiere dar los datos de su papá. No es lo que anunció la prensa propagandista. “El Este promete una temporada memorable: la mejor”, se podía leer en diciembre junto a mandamientos tales como respetar la onda natural, o el “look fresco, joven, con cero make up”. La temporada termina con cuentas difíciles de cerrar y un aburrimiento generalizado.
El trío y los maridos
Punta es rara. Aun en medio de la esterilidad erótica hay un trío que funciona. Modelos, relacionadores públicos y medios no dejan nunca de abrazarse para perpetuar su propia existencia, y la de la temporada. Por supuesto que a la tríada la rondan esos maridos complacientes sin los que el resto definitivamente sería inútil: los empresarios. Para explicar el rol de quienes en los últimos cinco años se han convertido en los engranajes vitales de esto, qué mejor que presentar a Claudio “Clota” Lanzetta y a Javier Lúquez a modo de ejemplos. Ellos, los RR.PP., cada uno con su propio estilo en “la manera de relacionarse”, ven cómo por sus manos pasa casi todo. Ellos son el paradigma de una época. Ellos y la prensa construyeron el paraíso artificial. “Si yo no laburo, ustedes hacen huevo –le dice Clota al periodista en el parador que maneja en La Barra, Playa Movicom, “el destino más fashion y más cool de Punta del Este”, según el termómetro de Gente–. A mí me piden y yo consigo.” Lo que sintetiza en ese sencillo intercambio es que cualquier cronista que pise Punta los tiene como referencia obligada. ¿Dónde hay mar, chicas, buenos culos, chicos, buenos pectorales, algún que otro famoso, tragos gratis?
Clota –como cualquiera de sus colegas– los puede conseguir eficientemente. Para algo lleva casi veinte años en la noche, y doce en Punta del Este. Para algo ha hecho una carrera brillante y se ha convertido en enemigo del clásico y glamoroso Javier Lúquez. Ahora sale al aire cada hora en dos radios y tiene sponsors variados, entre ellos Fila y Quilmes. Son los sponsors los que inyectan dinero para que “la movida” crezca. Y este año esos capitales menguaron en más de un 50 por ciento en el caso de los que no desaparecieron. Amén, Clota está siempre rodeado de amigos. Entre ellos: las modelos Lorena Ceriscioli, Dolores Moreno, Andrea Bursten, mezcladas con Pappo Roca, Horacio Cabak, Juanse (de los Ratones Paranoicos), El Zorrito Von Quintiero, Valeria Mazza y su marido, Vicky Fariña, Diego Maradona y Guillermo Cópola. Todos ellos tienen prensa. Y Clota también, aunque reniegue: “No soy un narcisista al que le guste aparecer más que a los personajes reales. Clota –habla en tercera persona como el Diego– nació por laburo, no porque apareció en una revista. Clota no es un invento”.
La invención del ruido
La receta dice que de novedades debe estar hecha una buena temporada. Este año en materia de modelos hubo un suceso rubio llamado Lara Bernasconi. Salió de la Playa Movicom y de la agencia Piñeiro. Cuando Gente pidió una chica para su remanida tapa de diciembre con las “Ondas del verano”, Clota estuvo presto a enseñarles ese cuerpo escultural venido de Tucumán que se haría famoso tan repentinamente. Lara después fue figura repetida en las páginas de la revista y de sus competidoras. Hasta se puso de novia con un famoso con perfil de playboy, Santos Pereyra Lucena, el mismo que en diciembre tuvo abundante prensa cuando mimoseó con la supermodelo Naomi Campbell. Así, con esa forma de heredar glamours se va perpetuando el star system de Punta y de la Argentina. “Hay alianzas estratégicas. Como las que en un momento se daban con las parejas entre empresarios y modelos”, apunta Lúquez.
Lúquez es a Punta lo que Mirtha o Susana a la televisión: un clásico, un inevitable. Cultiva un perfil más “aristocrático” aunque es oriundo de Madariaga. Tiene tantos amigos filomenemistas como Clota, pero acostumbra rodearse más de empresarios y modelos de cuarenta que de lolitas y nuevos valores. A esta altura, parece estar de vuelta. Dice que salió horrorizado de Bikini, la playa en la que es RR.PP., cuando unos dos mil quinientos calientes casi asesinan a zarpazos a Pamela Anderson. Hasta le reconoce a este cronista que él mismo ha hecho un “mea culpa” por auspiciar el perfil snob de Punta del Este, el show del verano, la última onda y otras gilipolleces. “No sé si los medios serían capaces de analizar cuán culpables son de que esto esté en crisis. Porque la historia es que aquí todo el mundo está buscando el ruido que prometieron los medios y no lo encuentran porque lo que se vendió en los medios no existe. Punta del Este siempre ha vendido, y para que los medios vendan consideran necesario elruido. Cuando no hay ruido lo inventan.” Lúquez acusa y se acusa. La temporada, el fetiche que debería brillar y hacer ruido, intenta anudar sus personalidades. Claro, amigos, que nuestro esforzado fotógrafo sigue con la faena. Sus flashes y consejos para construir lo que será siguen sonando más alto que las risas en la fiesta que ya no es.

 


 

HISTORIAS DE MIRADAS Y ROMANCES INCONCLUSOS
La histeria que se pasea por la playa

Por C.A.

t.gif (862 bytes) A Karina Montes no hay cosa que le guste más que tomar sol en topless. Le gusta más, incluso, que hacer el amor. Y, por supuesto, hacer el amor le gusta mucho. Lo dice como pocas mujeres podrían decirlo en el bar de tragos Ufo Point, dejando que sus comentarios lleguen al oído de un ex modelo. No se siente muy segura de lo que hace, le cuesta saber cómo avanzar en los enjabonados terrenos del amor en Punta. En su segunda visita Karina ha tenido poco éxito con los hombres. Tan poco que ya no tiene grandes pretensiones. El año pasado pudo llevarse del Este a un chico de los cuadros inferiores de la televisión que duró y fue bueno hasta setiembre. A esta altura se conformaría con una buena aventura. Ya se esfumó el dinero que había ahorrado y comenzó la cuenta regresiva. “Esto es el cuento del burro y la zanahoria. Perseguimos una zanahoria que se corre y nunca pasa nada. Lo que en definitiva te quiero decir –explicita– es que acá siguen con la histeriqueda. Sonará duro decirlo -se ataja como una señora–, pero acá, hermano, no se coge.”
En Movicom una chica que se identifica como Sol lo pone en juego de esta manera: “Si venís a buscar novio de verano por lo menos lo ves dos veces antes de salir con él sola. Lo ves en la playa, lo ves en el boliche, y después vas a comer. Recién ahí...” “Recién ahí ¿qué?”, pregunta este cronista. “Recién ahí le das unos besos. Pero eso no pasa casi nunca.” Javier Pérez Cárrega, un estudiante de derecho más crecidito sostiene que ellas son las culpables. “Ya lo dijo Freud, la histeria es femenina.” Sol se incendia. “¿Qué decís, nene? A mí también me dejan pagando.” El no se amilana. “Si la tenés tan clara por qué no das tu nombre”, pega. “Porque quiero ser modelo y no da para andar ensuciándolo”, le contesta ella. Es que los casi famosos –mucha gente se cree casi famosa en Punta– coquetean con la fama como con las chicas/os: permanecen en el doble discurso del aparezco, pero no.
Hay un dato que todos los conocedores de Punta del Este señalan cuando se habla de histeria: la ciudad con más hoteles de la costa uruguaya sólo tiene un hotel alojamiento, La Posada del Sol, muy cerca del Aeropuerto privado El Jagüel, el barrio Beverly Hills y la villa miseria de Punta del Este. “Tenemos que reconocer que en líneas generales nosotros no tenemos nunca las habitaciones totalmente ocupadas. Pero este verano hay una merma difícil de sobrellevar en el consumo de habitaciones”, le dijo a Página/12 el encargado del turno noche. Y agregó: “No es que acá tengamos las playas llenas de gente haciendo lo suyo. No es que los autos estén llenos de parejas. Es que acá se viene a otra cosa”. La receta es la que dan las revistas, mirar y ser mirado, por sobre cualquier cosa. Karina sabe que la miran, pero dice que ni siquiera en topless los hombres pasan de la emoción voyeur. “Cómo explicarte. Al principio los chicos de Bikini se quedan bizcos y se avisan unos a otros que hay una mina en tetas. Miran y miran como imbéciles y después vuelven a no darte pelota”.

 

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