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Por Cristian Alarcón desde Punta del Este De verdad amigos que ese fotógrafo sabe lo que quiere. Está allí parado sobre una tarima y hace equilibrio dando gritos amables a Valeria Mazza, Tommy Dunster y Andrea Frigerio, los blancos de su lente. Ya fue difícil reunirlos en un rincón de la disco La Morocha, dejando de lado tanto ignoto personaje. Y ahora está resultando toda una tarea hacerlos reír y posar como se debe, para que se conviertan en una tapa digna de Punta del Este. Pero ahí va, apartando los obstáculos, poniendo en su lugar lo que no está, inventando lo que no existe, con ese ímpetu de amazonas, ella, la temporada. Como si se tratase de una enana de jardín a la que se vuelve a pintar cada verano con nuevas ropas y sombrero, se la ve levantarse, construirse a cada flashazo, a cada nota de playa, a cada recomendación de nuevas tendencias. Porque, amigos, hay que decirlo, Punta del Este padece cierta esquizofrenia. Mientras en las coloridas páginas de las revistas y los programas veraniegos aparece una movida que promete intensidad, belleza, poder, noche efervescente como el champagne, en la verdadera Punta del Este no se registra más que el ruido de las preparaciones, de la puesta en escena, de la construcción de la temporada cada vez más pintarrajeada de nada. Mucho menos este año, cuando las cosas están, según reconocen todos los que arman la movida esteña, raras, aburridas, con poca gente, con pocas fiestas, con poco dinero se entiende que poco en la escala Punta del Este. Y tras ese engaño mediático vienen las desazones. Porque el cambio de perfil de turista detectado por el ministerio uruguayo del área, o sea la llegada masiva de sectores aún a salvo de la clase media a ese escenario que se miraba siempre desde el sur, exige a los advenedizos una mirada previa al debut. Son ellos los que se ven necesitados de la data que aparece en los referentes periodísticos de siempre. Lo que en otras ediciones veraniegas fue lo in y lo out o lo must, ahora es lo fashion, lo permitido y lo prohibido para estar en la movida. Es un juego de miradas tan histérico como el que se da en las playas o las pistas del Este. Miles de miles consumen desde siempre el relato y las imágenes de lo que seguramente nunca obtendrán. De hecho, de la simple medición del espacio que el verano merece en los medios se desprende que es la costa uruguaya la que se lleva más del cincuenta por ciento de la vidriera. Por algo acusa el clásico y glamoroso RR.PP. Javier Lúquez todas las santas revistas hablan de Punta, aun quienes tienen una mirada crítica. Es así que la ansiedad corroe los espíritus festivos de una legión que busca sin descanso las emociones fuertes prometidas, un show de color y fama que no aparece. Hay un supuesto recorrido, y la fiesta siempre está en otra parte, pero la verdad es que esto está tan muerto que acá a las 4 de la madrugada en el vip del Union Bar, de La Barra están hasta los dueños de los otros boliches, dice el hijo de un coleccionista de obras de arte que no quiere dar los datos de su papá. No es lo que anunció la prensa propagandista. El Este promete una temporada memorable: la mejor, se podía leer en diciembre junto a mandamientos tales como respetar la onda natural, o el look fresco, joven, con cero make up. La temporada termina con cuentas difíciles de cerrar y un aburrimiento generalizado. El trío y los maridos Punta es rara. Aun en medio de la esterilidad erótica hay un trío que funciona. Modelos, relacionadores públicos y medios no dejan nunca de abrazarse para perpetuar su propia existencia, y la de la temporada. Por supuesto que a la tríada la rondan esos maridos complacientes sin los que el resto definitivamente sería inútil: los empresarios. Para explicar el rol de quienes en los últimos cinco años se han convertido en los engranajes vitales de esto, qué mejor que presentar a Claudio Clota Lanzetta y a Javier Lúquez a modo de ejemplos. Ellos, los RR.PP., cada uno con su propio estilo en la manera de relacionarse, ven cómo por sus manos pasa casi todo. Ellos son el paradigma de una época. Ellos y la prensa construyeron el paraíso artificial. Si yo no laburo, ustedes hacen huevo le dice Clota al periodista en el parador que maneja en La Barra, Playa Movicom, el destino más fashion y más cool de Punta del Este, según el termómetro de Gente. A mí me piden y yo consigo. Lo que sintetiza en ese sencillo intercambio es que cualquier cronista que pise Punta los tiene como referencia obligada. ¿Dónde hay mar, chicas, buenos culos, chicos, buenos pectorales, algún que otro famoso, tragos gratis? Clota como cualquiera de sus colegas los puede conseguir eficientemente. Para algo lleva casi veinte años en la noche, y doce en Punta del Este. Para algo ha hecho una carrera brillante y se ha convertido en enemigo del clásico y glamoroso Javier Lúquez. Ahora sale al aire cada hora en dos radios y tiene sponsors variados, entre ellos Fila y Quilmes. Son los sponsors los que inyectan dinero para que la movida crezca. Y este año esos capitales menguaron en más de un 50 por ciento en el caso de los que no desaparecieron. Amén, Clota está siempre rodeado de amigos. Entre ellos: las modelos Lorena Ceriscioli, Dolores Moreno, Andrea Bursten, mezcladas con Pappo Roca, Horacio Cabak, Juanse (de los Ratones Paranoicos), El Zorrito Von Quintiero, Valeria Mazza y su marido, Vicky Fariña, Diego Maradona y Guillermo Cópola. Todos ellos tienen prensa. Y Clota también, aunque reniegue: No soy un narcisista al que le guste aparecer más que a los personajes reales. Clota habla en tercera persona como el Diego nació por laburo, no porque apareció en una revista. Clota no es un invento. La invención del ruido La receta dice que de novedades debe estar hecha una buena temporada. Este año en materia de modelos hubo un suceso rubio llamado Lara Bernasconi. Salió de la Playa Movicom y de la agencia Piñeiro. Cuando Gente pidió una chica para su remanida tapa de diciembre con las Ondas del verano, Clota estuvo presto a enseñarles ese cuerpo escultural venido de Tucumán que se haría famoso tan repentinamente. Lara después fue figura repetida en las páginas de la revista y de sus competidoras. Hasta se puso de novia con un famoso con perfil de playboy, Santos Pereyra Lucena, el mismo que en diciembre tuvo abundante prensa cuando mimoseó con la supermodelo Naomi Campbell. Así, con esa forma de heredar glamours se va perpetuando el star system de Punta y de la Argentina. Hay alianzas estratégicas. Como las que en un momento se daban con las parejas entre empresarios y modelos, apunta Lúquez. Lúquez es a Punta lo que Mirtha o Susana a la televisión: un clásico, un inevitable. Cultiva un perfil más aristocrático aunque es oriundo de Madariaga. Tiene tantos amigos filomenemistas como Clota, pero acostumbra rodearse más de empresarios y modelos de cuarenta que de lolitas y nuevos valores. A esta altura, parece estar de vuelta. Dice que salió horrorizado de Bikini, la playa en la que es RR.PP., cuando unos dos mil quinientos calientes casi asesinan a zarpazos a Pamela Anderson. Hasta le reconoce a este cronista que él mismo ha hecho un mea culpa por auspiciar el perfil snob de Punta del Este, el show del verano, la última onda y otras gilipolleces. No sé si los medios serían capaces de analizar cuán culpables son de que esto esté en crisis. Porque la historia es que aquí todo el mundo está buscando el ruido que prometieron los medios y no lo encuentran porque lo que se vendió en los medios no existe. Punta del Este siempre ha vendido, y para que los medios vendan consideran necesario elruido. Cuando no hay ruido lo inventan. Lúquez acusa y se acusa. La temporada, el fetiche que debería brillar y hacer ruido, intenta anudar sus personalidades. Claro, amigos, que nuestro esforzado fotógrafo sigue con la faena. Sus flashes y consejos para construir lo que será siguen sonando más alto que las risas en la fiesta que ya no es.
HISTORIAS DE MIRADAS Y ROMANCES INCONCLUSOS Por C.A.
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