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Por Marcelo Justo Ocurrió esta semana. El general no vestía uniforme, pero su presencia provocó revuelo a la entrada y a la salida de la última audiencia en la Cámara de los Lores sobre Pinochet. Es bajo, de pelo canoso, llevaba un impermeable gris y una sonrisa que los refugiados y familiares de las víctimas calificaron de arrogante y soberbia. Se trata del general Luis Cortés Villa, director de la Fundación Pinochet, quien recibió una andanada de insultos y un escupitajo. Al salir de la audiencia, fue abordado por varios medios. A una pregunta de Página/12 sobre los desaparecidos, el general contestó: Yo creo que tenemos que ponernos de acuerdo. Queremos encontrar a los desaparecidos o a los culpables: las dos cosas no se pueden encontrar. ¿Usted cree entonces que en Chile se puede encontrar a los desaparecidos? preguntó Página/12. Yo creo que se pueden encontrar en la medida en que se tenga la voluntad de hacerlo. Pero pensar que el gobierno tiene un listado o algún lugar ubicado es falso. Pero entonces lo que usted plantea es que se puede encontrar a los desaparecidos si se olvida quiénes son los responsables. Yo no digo que lo olvidemos. Tenemos que decirle a la gente la verdad. ¿Queremos encontrar a los desaparecidos? Bueno, hagámoslo derechamente. Sin cámara, sin grabadoras, sin periodistas. Sentémonos a conversar y veamos dónde están las personas. Pero no nos culpemos unos a otros como si todos fuéramos asesinos. Hay que decidirse. No se puede encontrar a los desaparecidos y a los culpables. Cercanos a este diálogo, los familiares de las víctimas, que siguen buscando a los desaparecidos, encontraron al general y no tardaron en identificarlo como uno de los culpables. Una mujer menuda, con la foto de un familiar debajo de la solapa de su campera crema, llevó la voz cantante. Asesino. Tienen las manos manchadas de sangre y nos hablan de reconciliación. General hijo de puta. El gesto impasible y estoico del general no se inmutó ni cuando aterrizó en su cara el segundo escupitajo del día. Tus amigos pinochetistas me amenazaron de muerte por Internet. Pero mírame bien la cara, desgraciado, porque yo conozco la tuya. Y ahora te dejo ir porque me das lástima, desgraciado, siguió la mujer. Un hombre de barba y unas mujeres lo abordaron. Si te hubieran matado a tus familiares, ¿qué harías?, le preguntó el de barba. Lo que haces tú, reconoció el general. ¿Había orden de asesinar a todos los oponentes al régimen?, insistió el otro. No, dijo el general, que se abrió lentamente camino a la salida.
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