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Por Mónica Flores Correa desde Nueva York Estados Unidos tuvo ayer oportunidad de ver la filmación del testimonio de "Esa Mujer". Finalmente, ante los ojos de la audiencia televisiva, Monica Lewinsky, una joven aplomada e indudablemente inteligente, con cierto aire --o mejor dicho, una brisa-- a Jacqueline Kennedy y en una versión bastante más rellena que aquella etérea primera dama, contó la historia de su relación adúltera con Bill Clinton. En la presentación de segmentos de los testimonios del propio Clinton y de Lewinsky, Vernon Jordan y Sidney Blumenthal que hicieron la fiscalía y la defensa ante el Senado, los norteamericanos también pudieron entretenerse con el espectáculo de lo que parecía ser un ramillete de mentirosos abocados a encubrir los hechos, pero, eso sí, todos ellos con muy buena memoria. Insistiendo con la acusación de obstrucción de justicia, como el cargo que les parece más viable para lograr la condena a Clinton por el Sexgate, los fiscales describieron un cuadro de corrupción, cuyos hilos movía maquiavélicamente el presidente. La defensa de la Casa Blanca, en cambio, usó los videos para subrayar la afirmación de Lewinsky, que nadie --es decir, Clinton-- le había pedido que mintiese en la declaración escrita que ella firmó en el caso de Paula Jones. Mañana comienzan los argumentos finales de ambas partes. Previsiblemente, los senadores reaccionaron a la proyección de los testimonios según su filiación partidaria. El senador republicano Larry Craig, por ejemplo, dijo que las indagatorias habían sido "devastadoras para la Casa Blanca". Los demócratas, en cambio, relativizaron la importancia de lo que se decía en los videos. "No creo que sea un bombazo verla (a Lewinsky), ver su cara y su voz al mismo tiempo", opinó la senadora demócrata Barbara Boxer. Algo es indudable: que si bien los testimonios dejan abiertas muchas preguntas acerca de las motivaciones del presidente y sobre su posible conducta delictiva, en tanto perjurio y obstrucción de justicia, no ponen en peligro las chances que tiene Clinton de ser absuelto. Por esta razón, la negociación de los senadores, detrás del show en el recinto, siguió girando ayer alrededor de la censura, si se hará antes o después de que termine el juicio, y acerca de los términos, fuertes o más débiles, que se usarán para dejar sentado que la conducta de Clinton ha sido reprobable. Como bien dijo la senadora Boxer, el testimonio de la mujer que puso al punto de la hecatombe a la presidencia no fue un "bombazo" lleno de revelaciones. Pero fue un enorme gustazo para los curiosos --¿unos 200 millones?-- que se instalaron frente a las pantallas de los televisores a fin de observar cómo Monica contestaba, se reía, miraba hacia arriba tratando de recordar y se apartaba el pelo de la cara. Y si bien los fiscales conservadores enfatizaron la juventud de la ex becaria, que tenía 22 años cuando empezó el affaire con Clinton, para retratarla como víctima de un hombre mayor al que algunos describen como "el más poderoso de la Tierra", la articulada Lewinsky ofreció la imagen de una persona llamativamente madura y con un temple sorprendente. Pareció muy bien asesorada, también. Sus respuestas fueron claras y escasamente dubitativas, pero cuidadosas siempre de no traspasar la línea que las convertiría en perjudiciales para el presidente. ¿Se había intensificado la ayuda de Vernon Jordan en su busca de empleo cuando se supo que debía testimoniar en el caso de Paula Jones?, le pregunto el fiscal Ed Bryant, para dejar explícito que Lewinsky había sido sobornada con un trabajo a cambio de su silencio o la distorsión de la naturaleza de la relación. "Bueno, ¡sí!", se la ve contestar en el video con lo que parece ser un encogimiento de hombros y la expresión de quien considera el planteo irrelevante. Una sombra de dulzura apareció en la cara de mujer de negocios con la que contestaba a los fiscales cuando uno de ellos le mencionó "su amistad con el presidente". Pero la frialdad y la distancia se instalaron de inmediato en la cara con poco maquillaje al preguntarle el fiscal acerca de los encubrimientos usados para ocultar la relación. "Fueron parte misma de la relación desde el comienzo, porque ése era el estilo característico de esta relación", replicó secamente.
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