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OPINION
Cuidado con las confusiones

Por Mario Toer*

Algunos analistas insisten en las referencias del pasado del continente para encontrar un modelo atendible. Pero la historia de Venezuela no habrá de ayudarlos. El jefe naval que lideró el derrocamiento de Pérez Jiménez en 1958 fue el candidato que lideró a la izquierda en su fallido intento de trascender a Acción Democrática. Las sublevaciones castrenses que debió contrarrestar el electo presidente Betancourt estuvieron en connivencia con el Partido Comunista. Los levantamientos más recientes, a diferencia de los que tan bien conocemos, no estaban protagonizados por carapintadas que reivindicaban el terror de Estado aplicado por sus colegas sino que invocaban la ira popular que estremeció a Caracas cuando el presidente Pérez quiso estrenar el ajuste. Las FF.AA. venezolanas, a diferencia de las del resto de Sudamérica, no debieron involucrarse abiertamente en la cosa pública. Seguramente esto fue así porque el establishment no se los demandó. No lo requería y por tanto no les otorgó la misma adulación, preparación y prerrogativas presentes en la región.
Conjurada la transición, a principios de los 60, la izquierda retornó a la legalidad y los dos partidos mayoritarios se bastaron para sobrellevar una aceptable y próspera estabilidad, con la ayuda de los precios del petróleo. La huella del terror tiene mucho que ver con las opciones que los pueblos se permiten concebir. La presente generación de venezolanos no lo padeció. El término golpista no tiene la misma connotación allá y aquí. Esa es la Venezuela en la que se afirma el liderazgo de Chávez. No es Castro, pero éste estuvo a su lado para aplaudirlo. También Menem. No es Perón, aunque en el estilo haya semejanzas. Hombres de larga trayectoria en la izquierda integran su gabinete. De todas formas él prefiere compararse con Blair.
A diferencia de lo que ocurre donde el terror está más cercano, capas profundas y extensas de la población salieron de su letargo dejando atrás la pasividad o el cínico sálvese quien pueda. Se sienten convocados y asociados en una esperanza. Por esto sólo Venezuela ya no es la misma. Cierto es que esto ocurre en tiempos en que sabemos que los países por separado no pueden torcer la historia. La esperanza de los venezolanos depende de que el temor y el letargo también se resientan en el resto del continente. Y también de las complicidades con las que votan por la tercera vía en el centro del mundo. Como siempre ocurre, seguramente tendremos efecto Chávez en la región. Pese a lo que se viene suponiendo, si alguien con elocuencia y poder de convicción convoca al cambio, tiene chances. La incógnita que hoy rodea a Chávez tiene que ver con su capacidad futura para compatibilizar demandas con realidades. Pero no depende sólo de Chávez el develado de estos interrogantes. Cualquier cambio es posible, siempre que se tenga la fuerza suficiente...

* El autor es titular de Política Latinoamericana de Ciencias Políticas en la UBA.

 

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