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OPINION
Al fútbol con pasaporte

Por Gustavo Veiga

El juez Víctor Perrotta argumenta: “Si una fabrica vende alimentos en mal estado, debe ser clausurada. El lucro cesante de sus empleados pasa a un segundo plano”. El ejemplo viene a cuento por la suspensión del fútbol y los damnificados que acarrea. Tan mal estamos, que la discusión se traslada a un terreno inapropiado, donde se diluyen las responsabilidades, se confunden los roles y las víctimas no obtienen respuestas.
Un dato es insoslayable. La lista de afectados por la violencia se amplió con decenas de futbolistas desocupados en las categorías de ascenso. Y esta crisis adquirió ribetes que chocan con las medidas tendientes a superar el flagelo.
A esta altura algo resulta obvio. Una suspensión indefinida de los torneos no modifica el comportamiento de los barrabravas ni de un lumpen que decida arrojar bombas de estruendo o bengalas a un campo de juego. En ese aspecto, la determinación de Perrotta es un remedio de dudosa acción terapéutica. Sólo calma el dolor a medias y el magistrado lo sabe.
Personajes como José Barritta, el ex policía Francisco De Maio u otros iracundos habitantes de tribunas rociadas con sangre existirán siempre en una sociedad donde gobierna la impunidad de quienes les dan de comer en la boca. Todo es demasiado complejo y a muchos la realidad los inmoviliza. No es el caso del juez, ni de los familiares de las víctimas en el fútbol que reclaman justicia, ni de las escasas voces de la prensa que se alzan contra el negocio que nadie ni nada deben entorpecer.
Fútbol a toda hora y a cualquier precio, ésa es la cuestión. ¿Importan las cabezas rotas, los arqueros indefensos ante los petardos, las bandas que hacen su agosto en las tribunas a punta de estilete o la palpable amenaza de no regresar a casa a salvo tras un partido? ¿Cómo es que Julio Grondona se convirtió de un día para el otro en un ferviente adherente al paro de futbolistas que se avecina?
Curiosidades y contradicciones del espectáculo mediático por excelencia. Mientras tanto, está a punto de comenzar en Mar del Plata un nuevo congreso contra la violencia en el deporte bajo el auspicio de la Secretaría de Seguridad Interior. No debería descartarse que un expositor oficialista ofrezca su tesis sobre cómo los inmigrantes son capaces de generar violencia en las canchas. O que Fernando Miele proponga solicitarles pasaporte para entrar a los estadios a todos aquellos extranjeros que no hayan regularizado su situación.
Todo es posible. La búsqueda de chivos expiatorios siempre resulta una tentación en un país como éste. La historia de la humanidad da lecciones que nunca se terminan de aprender.

 

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