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El turno de Catamarca

Por Mario Wainfeld

 


t.gif (862 bytes)  Las elecciones para gobernador que se realizarán en Catamarca el próximo 21 de marzo reproducen en buena medida la situación producida en diciembre en Córdoba, cuando el triunfo de José Manuel de la Sota revitalizó al peronismo y colocó a la Alianza opositora en un estado casi catatónico del que no da signos de haber salido.

Catamarca es, como Córdoba, una provincia gobernada por radicales, en la que el Frepaso es una fuerza muy minoritaria y en la que no se pudo formar la Alianza. El peronismo hace de challenger y la inercia, la lógica y algunas encuestas no especialmente confiables, a más de un mes vista, indican que perderá. Tal como le ocurría a De la Sota en un momento similar. Como en Córdoba --y aún más-- el presidente Carlos Menem tiene mucho para ganar y poco o nada para perder. Una derrota de Ramón Saadi es esperable y --dado el currículum del candidato-- no derivaría responsabilidades ni costos al gobierno nacional. Pero un triunfo saadista motivaría la apropiación del éxito por el menemismo, a la que sin duda aportaría Ramoncito, cuya camaleónica trayectoria ahora lo ubica como abanderado de la re-re.

La cómoda posición del menemismo se completa tomando en cuenta que casi ningún otro dirigente de primera línea del PJ podría subirse a un virtual tren de la victoria saadista como sí hicieron (aunque poco convencidos y poco convincentes) al de De la Sota. La trayectoria de Ramón Saadi hace impensable que el propio Duhalde o Carlos Reutemann valoren una foto abrazados a su lado. Para la oposición todo es más espinoso. El radicalismo sólo zafa con la victoria de su candidato. Si pierde será muy duro: habrá resignado dos de los cinco territorios que gobernaba hasta diciembre del año pasado y estará determinando, para el supuesto de que De la Rúa llegue a la presidencia, un complejísimo cuadro institucional. El Frepaso confirmará su inexistencia, seguramente ni siquiera podrá ser decisivo en la elección. La Alianza, que perdió otra oportunidad de avanzar en su armado nacional, ya fue derrotada.

Pero hay una diferencia sideral entre lo que fue el éxito de De la Sota y lo que sería uno de Saadi. La elección cordobesa fue un dato más de la apasionante competencia entre dos imperfectas, cuestionables pero al mismo tiempo representativas y democráticas fuerzas políticas argentinas: el peronismo (que está perdiendo pero no se rinde) y la Alianza (que está ganando pero no termina de consolidar su posición).

El regreso de Saadi, por vía del voto popular, al sitial del que lo desalojaron la voluntad y el voto de los propios catamarqueños implicaría una regresión del sistema político, una triste vuelta al útero de efectos simbólicos no menores. Un penoso paso atrás desandando el formidable avance que fue la ejemplar movilización de la sociedad catamarqueña sacudida por el afrentoso asesinato de María Soledad Morales.

 

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