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Por David Cufré La lógica de Roque Fernández es simple. Considera que los socios mayores del Mercosur, Brasil y Argentina, deben especializarse en lo que son sus ventajas comparativas. Si de ello deriva que industrias nacionales desaparezcan por la mejora en la competitividad brasileña, al contar con un tipo de cambio más favorable, es un dato menor. Hacia allí se encamina la Argentina, reveló el ministro en un reportaje exclusivo con Página/12. La misma fría lógica de caja le hace decir que "lamentablemente nos costó un montón de plata" pagar las reparaciones a los familiares de los desaparecidos. Sobre su futuro, dijo que no quiere ser candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires porque pretende retornar a la actividad privada. --¿Brasil está en condiciones de superar la crisis luego de haber alcanzado un acuerdo con el FMI, o debería tomar alguna medida adicional? --No puedo opinar sobre políticas específicas. La velocidad con que Brasil salga de la crisis depende de la velocidad con que el Congreso sancione las reformas estructurales. Pueden tocar el tipo de cambio, fijarlo, dejarlo flotar, poner una banda, diseñar un programa de refinanciación de la deuda, lo que sea. Pero si no resuelven el problema estructural de hacer más eficiente el Estado y solventes las finanzas públicas, la salida de la crisis va a demorar más. Esos son los requisitos indispensables.
--¿El gobierno brasileño debería adoptar la convertibilidad? --De nuevo, es prácticamente irrelevante el sistema cambiario que elijan. Se puede ser un país perfectamente estable con tipo de cambio fijo o flotante. Lo importante es que la economía esté bien estructurada, sea eficiente y el sector público no deficitario. La convertibilidad no tiene nada de mágico. Para Argentina fue la forma de salir de la hiperinflación, al enviar una señal muy contundente. Pero si no hubiésemos hecho las reformas estructurales, de nada hubiera servido.
--¿Qué pasará con el Mercosur si Brasil tiene un tipo de cambio mucho más competitivo que el argentino? --La competitividad no depende de lo que el Banco Central de un país diga cuánto vale el dólar. Depende de cómo se organiza la economía desde el punto de vista de la eficiencia, de que elimine distorsiones. Es obvio que si Brasil queda con un tipo real de cambio más alto tendría una economía más competitiva. Con respecto a esa realidad, nosotros no podemos hacer nada, salvo cambiar nuestra competitividad.
--¿Pero esa diferencia en los tipos de cambio no producirá una invasión de productos brasileños? --Tenemos que aceptar la competitividad del vecino en base a su potencial productivo y a su eficiencia. Y nosotros, al mismo tiempo, desarrollar al máximo nuestra competitividad. Eso es lo que tenemos que hacer, y no tratar de neutralizar la eficiencia de Brasil poniéndole una barrera al comercio. No tenemos que preocuparnos que el producto A de Brasil, que elaboran de manera más competitiva, haga desaparecer a la industria A de Argentina. Si eso ocurre, hay que ver que el consumidor argentino se verá favorecido con la compra de un producto más barato. Su bienestar y el nuestro mejora en la medida en que cada país utilice mejor sus ventajas comparativas. Ese es el beneficio del comercio libre y de la integración económica. A eso tenemos que apuntar, y no tratar de ver cómo hacemos para que un sector más competitivo de Brasil no compita con el nuestro que es ineficiente. Yo tengo que ver cómo le digo al productor argentino que cambie de actividad, porque no podemos sacrificar el nivel de consumo de nuestra gente para mantener ineficiencias de sector. --Las ventajas comparativas de Argentina se concentran en la producción de materias primas. ¿Qué pasará con la industria? --No, las ventajas también están en la industria, así como en los sectores de alta tecnología, biotecnología, software. Exportamos y somos competitivos en un montón de sectores. No solamente el agropecuario. También tenemos recursos humanos muy importantes y capacidad competitiva en la industria, los servicios y la educación.
--La Unión Industrial advierte que las empresas se verán dañadas por la diferencia en los tipos de cambio con Brasil. ¿Le preocupa el futuro de la industria? --No, no veo que sea una situación preocupante. Es importante tener en cuenta aspectos que son de naturaleza transitoria, como la volatilidad macroeconómica de Brasil que pone su tipo de cambio en un nivel que no es el de equilibrio. Entonces existen las medidas de salvaguarda que tratan de evitar ese daño circunstancial. Pero esas medidas no están para proteger ineficiencias estructurales de un sector. Si ese sector es ineficiente, va a desaparecer esté quien esté como ministro de Economía. No habrá forma de salvarlo. Al contrario, tratar de mantenerlo artificialmente es malo para el empresario, para la Argentina, para el Fisco y para todos. Eso no quiere decir que no se tomen medidas de salvaguarda para evitar un daño transitorio que nada tiene que ver con la competitividad de largo plazo.
--¿El Gobierno tomará medidas puntuales de protección en este momento? --Hecha la presentación y comprobado el aspecto circunstancial del problema, sí. Se van a utilizar los instrumentos disponibles. Pero no vamos a tomar medidas unilaterales que tengan un espíritu generalizado de protección y cierre de la economía. Lo que vamos a hacer es contemplar cuáles son las empresas con problemas, y si se dan las condiciones que justifiquen aplicar salvaguardas, las vamos a utilizar. Pero llegaremos hasta ahí.
--¿Primero los empresarios tendrán que hacer una presentación formal de sus problemas, y después el gobierno verá si actúa? --Si, no vamos a hacer nada de manera preventiva y unilateral.
--¿Las importaciones están aumentando? --No, nosotros estamos viendo lo contrario. Eso no quita que haya sectores específicos en los que se aprecia un incremento de las importaciones. Si me dicen que las compras de chocolate aumentaron, es cierto. Pero la información global que tenemos de enero muestra que las importaciones cayeron.
--¿Eso implica que la economía se desaceleró? --Mantenemos el pronóstico del 3 por ciento de crecimiento del PBI. Reconocemos que en el segundo semestre del '98 hubo una caída con respecto a la primera mitad de ese año. Creemos que diciembre, enero y febrero son el valle de la caída, pero pensamos que a partir de ese nivel vamos a empezar a recuperarnos.
--¿No se atentó contra la convertibilidad al mencionar la posibilidad de dolarizar la economía? --Bien entendida, la convertibilidad es ya una dolarización. La gente puede llevar un peso al Banco Central y cambiarlo por un dólar. Lo que pasa es que existe un diferencial de tasas de interés entre pesos y dólares, que caería con la dolarización.
--Fidel Castro dijo que un país sin moneda no es nada. --Fidel Castro no entiende de teoría monetaria. En rigor, lo que verdaderamente hay que preguntarse es cómo están mejor los consumidores de un país, con la tasa de interés más alta o más baja. Si uno piensa que una Nación es aquella que verdaderamente se preocupa por el bienestar de su gente, es mejor aquella que tiene mejor a su gente. Entonces, si este proyecto ayuda al público, ayuda a la Nación.
Un grupo de funcionarios del Gobierno, con el secretario de Relaciones Económicas de Cancillería, Jorge Campbell, al frente, desembarcaron ayer en Brasilia para preparar con sus pares brasileños la reunión que protagonizarán el viernes próximo los presidentes Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso. La expectativa del equipo argentino es que Menem consiga en esa reunión la promesa de Cardoso de desmantelar los subsidios a las exportaciones y de eliminar los obstáculos que restringen las ventas argentinas hacia el socio mayor del Mercosur. También intentarán pactar una restricción voluntaria de las exportaciones brasileñas hacia Argentina. El silencio de los negociadores de ambos países, luego del primer día de reuniones, generó diversas versiones. Fuentes brasileñas indicaron que Cardoso sólo aceptaría una de las peticiones argentinas, la de eliminar los subsidios a las exportaciones, que es lo que le exigieron los miembros del FMI que estuvieron en Brasilia la semana pasada. En Argentina, sin embargo, reina el optimismo, tanto en el Gobierno como entre los industriales, que son los que más reclamaron medidas que equilibren el comercio entre ambos países. "Creo que el Presidente va a tener éxito en Brasil", le comentó José Ignacio De Mendiguren, secretario de la Unión Industrial, a Página/12. "Brasil no va a tirar por la borda el Mercosur y ésta es la oportunidad para llegar a un acuerdo. Lamentablemente, el escaso desarrollo institucional del pacto regional obliga a que los problemas los resuelvan los presidentes", completó De Mendiguren. El optimismo de los funcionarios argentinos se basa en que piensan que la administración de Cardoso no haría viajar a Menem hasta Brasilia para volverse con las manos vacías. También saben que el 23 de febrero arribará a Brasil una misión de la Unión Europea, para avanzar en las negociaciones que conduzcan a un mayor volumen de negocios entre ambos bloques. Y prevén que Cardoso no querrá que los europeos encuentren un Mercosur en conflicto. De todas maneras, desde el Gobierno no quieren adelantarse a hacer anuncios, para no quitarle al Presidente la posibilidad de presentar como un logro personal el éxito de la negociación bilateral. Los que no quieren saber nada con que Cardoso acceda a los reclamos argentinos son los industriales brasileños. Luis Fernando Furlan, el presidente de la poderosa Federación de Industrias del Estado de San Pablo, se manifestó ayer "terminantemente en contra de la creación de barreras para limitar las exportaciones hacia Argentina". Recordó que el bloque regional ya tuvo un listado de exenciones y que volver a instrumentarlo "sería un retroceso". La reunión del viernes será la última de las que mantendrá Cardoso con sus colegas del Mercosur. La serie comenzó la semana pasada con la visita del presidente uruguayo, Julio María Sanguinetti, y proseguirá el jueves con el primer mandatario de Paraguay, Raúl Cubas Grau. Mientras los funcionarios negocian, los economistas comenzaron a sacar cuentas sobre cuál va a ser el verdadero impacto de la crisis brasileña sobre el intercambio comercial de los dos socios mayores del Mercosur. En 1998 la Argentina tuvo un saldo positivo de 700 millones de dólares. Para el año en curso Roberto Lavagna, de la consultora Ecolatina, estimó que Argentina soportará un déficit de 600 millones. Raúl Ochoa, ex subsecretario de Comercio Exterior, tiene una visión más pesimista: "Durante 1999 Argentina tendrá un déficit comercial con Brasil superior a 1400 millones de dólares", le aseguró el economista a este diario. La estimación de Ochoa se basa en que la industria automotriz, que había aportado 2700 millones a las exportaciones argentinas durante 1998, tuvo una estrepitosa caída en las ventas de enero superior al 50 por ciento. El otro ítem importante que Ochoa tuvo en cuenta en sus cálculos es la caída del precio de los comodities que, según el economista, se mantendrán planchados durante lo que resta del año.
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