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El peronismo y su laberinto


Por James Neilson


t.gif (862 bytes)  A pesar de todo lo ocurrido a partir de la caída de Juan Domingo Perón en 1955, el peronismo sigue siendo un movimiento verticalista que se cree la expresión de lo mejor del país en el que son muchos los militantes que se sienten obligados a respaldar al Líder Máximo aunque los horroricen todas sus iniciativas. Así las cosas, es lógico que Carlos Menem haya querido quedarse en la Casa Rosada hasta que la muerte lo obligue a buscar otra morada. También lo es que se haya sentido indignado por la voluntad de ciertos compañeros de traicionarlo intentando tomar su lugar. Los peronistas no deberían comportarse como si fueran afiliados de un partido cualquiera. Son diferentes ¿no?
El peronismo ha evolucionado mucho en las últimas décadas, pero todavía conserva algunas características que son incompatibles con la plena vigencia de la democracia liberal que a su modo plantea la Constitución. Aún no se ha reconciliado con la idea de que reemplazar un Jefe supremo por otro sea un trámite tal vez difícil pero así y todo rutinario. Es que políticos que hablan tanto de “lealtad” y “traición”, anteponiendo de este modo lo personal a lo institucional, el Führerprinzip al respeto por las reglas, se inspiran en un código de valores que es más apropiado para un movimiento autoritario que para un partido democrático normal. Pero mientras que en el pasado no tan lejano los peronistas, por ser mayoritarios, podían forzar a los demás a elegir entre ellos y la democracia “liberal” o “burguesa” –exigencia que planteó a los demócratas un dilema sin solución y que casi destruyó al país al dar a los militares un pretexto irresistible para intervenir a fin de arreglar el desaguisado-, ya no están en condiciones de hacerlo. Les guste o no, tendrán que conformarse con militar en un partido, no en un movimiento de pretensiones hegemónicas.
¿Podrá sobrevivir el peronismo sin el residuo autoritario, la convicción íntima de estar por encima de las constituciones y las leyes, que lo distingue de la UCR, el Frepaso y la mayoría de los partidos menores? Antes de iniciarse la gestión de Menem, los peronistas podían insistir en que eran los únicos que estaban auténticamente comprometidos con la justicia social, pero hoy en día pocos se animarían a repetir los viejos eslóganes. ¿Qué, pues, sirve para distinguir al peronismo aparte de “la lealtad” hacia el caudillo de turno, incluso cuando éste hace del amor al dólar su grito de guerra principal? A decir verdad, virtualmente nada, razón por la cual la crisis ocasionada por la inelegibilidad del Líder podría resultarle terminal.

 

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