The Guardian
de Gran Bretaña
Por David Sharrock
Desde Ammán
La muerte le dio al rey
Hussein de Jordania una victoria final, cuando ayer ex enemigos de la monarquía Hashemita
y enemigos jurados de otros invitados al funeral se codearon en las escalinatas de su
palacio para rendirle un último homenaje, en una de las últimas grandes reuniones del
siglo de los líderes del mundo. El funeral del rey, que murió el domingo de cáncer,
ofreció la ilusión de que podía ofrecer un impulso a la resolución pacífica de las
enemistades tradicionales en Medio Oriente. Israel estaba representado por un gran número
de políticos y la llegada del presidente de Siria, Hafez al-Assad, fue la gran sorpresa
de una ocasión que combinó en alto grado la pompa con la ya típica diplomacia de
funerales.
El presidente ruso, Boris Yeltsin, se levantó de su lecho de enfermo para hacer su
primera aparición pública en meses, en un acto que claramente marcó el
significado de la muerte de un gobernante. El reino de Jordania, desértico, pobre y
diminuto, fue eclipsado por la estatura de Hussein como mediador para la paz en la escena
internacional. Yeltsin se retiró pronto, pero le quedó tiempo para hablar con el
presidente norteamericano Bill Clinton, que estaba acompañado por los ex presidentes
Jimmy Carter, Gerald Ford y George Bush.
Clinton también intercambió palabras con el presidente sirio, ya que los líderes del
mundo estaban obligados a mezclarse unos con otros, por la falta de espacio fuera de la
sala del trono, donde yacía el ataúd de Hussein, y por la demora provocada por tantas
figuras políticas que habían llegado inesperadamente a Jordania. Más de 50 líderes
extranjeros, muchos de ellos rivales tradicionales, como el premier israelí
halcón Benjamin Netanyahu y el líder palestino Yasser Arafat expulsado
de Jordania en 1970, pasaron en fila frente al ataúd envuelto en la bandera.
Fue un funeral diplomático a gran escala: Moscú ansiosa de demostrar que no abandonó
las ambiciones del juego del poder en Medio Oriente, Siria enviando un sutil mensaje de
que también quiere la paz, y los opositores de Israel en la próxima elección haciendo
gala de sus implícitas credenciales de paz. Y Ephraim Halevi, el jefe de la agencia de
inteligencia Mossad, marcó el hecho de que los servicios de seguridad de Israel y
Jordania deben estrechar filas en un medio hostil.
Fue también un adiós emocionante, que opacó hasta el del asesinado premier israelí,
Yitzhak Rabin, cuya viuda Leah estaba en Ammán para consolar a la reina Nur. Si había
que hacer comparaciones, fue semejante al del presidente Nasser de Egipto o incluso al de
Winston Churchill. Un logro final que coronó una vida notable: haber reunido tantas
potencias mundiales en una nación pequeña y pobre, creada a golpes de pluma en un mapa
del desierto como un subproducto de la imaginación imperial, pero que ayer ya fue un
Estado árabe moderno con un nuevo rey.
Los relevosque vienen
En el Medio Oriente, la muerte de Hussein recordó que los líderes no son eternos. En
plazos que van de días a años, los siguientes países enfrentarán relevos.
* Siria. En los próximos días, elegirá su líder para los próximos
siete años. Pero el candidato único, como ocurre desde 1971, es otra vez el presidente
Hafez el Asad, de 69 años y enfermo.
* Arabia Saudita. El septuagenario rey Fahd, en el poder desde 1982,
sufrió una embolia cerebral en 1995 y cedió el control del reino a su hermano y
heredero, el príncipe Abdalá, de 75 años, jefe de la Guardia Nacional.
* Egipto. El presidente Hosni Mubarak, 71 años el próximo 4 de mayo y
en el poder desde 1981, se ha negado hasta ahora a designar un vicepresidente.
* Territorios palestinos. Yasir Arafat, de 70 años, presidente de la OLP
desde 1969 no ha designado sucesor, pero su salud se ha deteriorado.
* Irak. Saddam Hussein tiene 62 años, goza de buena salud, pero ayer un
diario del Golfo anunció un atentado no confirmado. Nadie habla aún de herederos. |
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