Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


“No me interesa ser un producto”

Con su interesante disco debut, “Al mal
tiempo buena cara”, Mayte Sanz intenta escapar del prototipo de “cantante melódica”.

na22fo01.jpg (10440 bytes)
Por Fernando D’Addario

t.gif (862 bytes) En los últimos años, España parece haberse adelantado en la saludable tarea de romper con el arquetipo de la cantante melódica. Tanto que le ha quitado el compromiso inexcusable de la belleza física, y la (aparentemente) ineludible condición del lugar común para la expresión romántica. Primero fue Rosana, quien vendió cientos de miles de discos con un puñado de buenas canciones y su militancia antidiva pop. Ahora aparece Mayte Sanz. Tiene la calidez que le aporta su origen sevillano y una mirada cosmopolita –preferentemente enfocada hacia Latinoamérica– para enriquecer melodías simples con ritmos ligeros y pegadizos.
Como Rosana, ella tampoco es una sex symbol ni canta tonterías, aunque seguramente no va a pasar a la historia de la canción por haber revolucionado algo. “Es que hoy ni la música romántica ni la comprometida son lo que eran antes. Una puede unir ambas cosas desde una mirada diferente, no tan estereotipada. Escribo canciones de amor, pero también reivindico otras cosas”, sostiene en la entrevista con Página/12.
Mayte Sanz anda por el mundo mostrando su álbum debut, Al mal tiempo buena cara, que se encarga, precisamente, de ofrecer pizcas de esperanza frente a una realidad que en distintos ámbitos –desde el amor hasta el rol de la mujer en la sociedad– no se vislumbra muy esperanzadora. “Porque nunca me contabas/ lo de amenazas y de malos tratos/ ese tío no se merece/ que lo mires a la cara un rato/ mujer rebelde, pero sumisa/ las órdenes del amo/ siempre van a misa”, dice en “Mujer despierta”, lo cual lleva a Mayte a sostener que “adhiero a la política de barrio, a la que le incumbe al ciudadano de a pie, el pobre que sufre injusticias todos los días. Antes, la canción comprometida tenía una cosa política muy teórica, utópica, de lo que han surgido grandes creadores, como Silvio Rodríguez. Pero en estos momentos creo que la cosa ya no pasa por ser o no ser comunista a la hora de componer una canción. Importa, sí, que hay mujeres golpeadas, discriminación, xenofobia, y es a esos casos puntuales que hay que apuntar”.
Cuando se le nombra a Rosana, se ataja con una sonrisa, consciente de que la comparación surge espontáneamente: “Lo que hago no tiene nada que ver con Rosana, salvo por el hecho de que ambas somos mujeres y cantautoras, aunque reivindico cosas de ella, su manera de encarar la carrera, y su honestidad como artista”. Y agrega, después de pensar un instante: “No es casualidad que haya surgido Rosana, o que yo esté haciendo lo mío. Pero deberíamos ser muchas más ...”. Dice ser porfiada y rebelde, a pesar de la ligera dulzura que dejan entrever sus textos: “Yo he ido siempre en contra de todo. Sé que no soy el prototipo de la cantante que buscan en una multinacional. Si ellos quieren una sex symbol, que sigan su camino. No me interesa ser un producto. Yo prefiero concentrarme en mi música y si me preocupa mi imagen, no va a ser como medio para buscar el éxito como artista”.
En tren de definirse, sostiene que en España la sigue un público “de todas las edades, pero preferentemente universitario”, dice también que es una enamorada de los ritmos latinos (en el disco se nota, y mucho), que el flamenco es una cuestión de sangre, que escucha mucho jazz, que desde siempre ha sido fanática de Lito Vitale, y que su visita a Buenos Aires le sirvió, en principio, para inspirarse y escribir una canción. “Además, me llevo de vuelta un mate como recuerdo y música de Gardel.” La espera la ciudad de Málaga, donde vive y sueña. “Allí tengo todo. Puedo ir a Madrid a actuar, pero a la hora de escribir, necesito mi paisaje. Tengo montañas delante y el mar detrás. Quizá por eso, ante tanta belleza, tengo a pesar de todo una mirada optimista de la vida.”

 

PRINCIPAL