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Tres días de espera para
anotarse como maestras

Con carpas y sombrillas, desde el domingo, 200 docentes hacen
cola en Florencio Varela para inscribirse como suplentes. Y
nadie les garantiza que finalmente logren conseguir un puesto.

Cecilia: “Yo estoy de guardia, en lugar de mi mamá. Nos turnamos todos, yo, mi hermano, mi papá, para que mamá pueda conseguir trabajo”, decía Cecilia.

La cola frente al Consejo es sólo para retirar un número.
“Las noches son difíciles, no se puede dormir, hay nervios.”

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t.gif (862 bytes)  “Qué vamos a hacer, si no veníamos el domingo a hacer la cola, no conseguimos ningún puesto”. Desde hace casi tres días, unas 200 maestras de Florencio Varela acampan en la cuadra del Consejo Escolar para poder inscribirse y acceder, al menos, a un puesto de suplente durante 1999. Una carpa, centenares de reposeras, algunas mesas, sombrillas y hasta un perro les hacen la espera más agradable. “Las noches son difíciles, no se puede dormir, uno está nervioso”, se quejan. Pero nadie se va. Cada tres horas, rigurosamente, una maestra del grupo pasa lista a los presentes: no pueden arriesgarse a perder su lugar. Recién hoy a las 8.30, cuando les den el número correspondiente, terminará la espera.
“Yo estoy de guardia, en lugar de mi mamá. Nos turnamos todos, yo, mi hermano, mi papá, para que mamá pueda conseguir trabajo”, decía ayer Cecilia, de 18 años, tratando de no mover sus manos, mientras ayudaba a una señora a ovillar lana. “Hay que matar el tiempo”, se excusaban sus flamantes vecinas. El centenar de hombres, chicos y mujeres, que desde el domingo ocupan la vereda de la avenida San Martín, solos o en grupos, elegían la lectura de diarios y libros o una charla para consumir las horas de espera. En una carpa instalada a unos 10 metros de la entrada del Consejo, Yessica, de 14 años, leía, acostada, mientras vigilaba la llegada de su hermana. “Saqué este libro de la cultural y me tiré a leer. Mi hermana, que es maestra de adultos, fue a casa, a bañarse y al médico”, decía. A su lado, Beatriz, la número 9 de la lista, aclaraba lo que para todos los presentes era obvio: “El sueldo es poco pero es algo”. Y hasta se justificaba: “Yo tengo familia, tengo hijos, lo necesito”. Desde el domingo a las seis de la tarde hace guardia. Aunque la primera maestra se había instalado tres horas antes.
“Estoy reemplazando a mi hermana, lo único que sé es que vino el domingo a las tres de la tarde”, cuenta la hermana de la primera de la fila. Es el puesto más codiciado de la lista creada por las maestras el mismo domingo, pues la prioridad la da el orden de llegada. Las maestras esperan para anotarse en el “108 A infine”, un listado complementario en el que se inscriben quienes obtuvieron su título después de agosto del año pasado y quieren trabajar en 1999. Y aunque pueden acceder sólo a suplencias y cargos provisionales (intermedio entre suplencias y titularidades), y muchas ni siquiera podrán conseguir una suplencia, todas coinciden en que la espera es mejor que nada. En los actos públicos, que comienzan antes de que empiecen las clases, la prioridad la tendrán quienes estén inscriptos en el listado oficial (los que se anotaron en marzo del año pasado), en segundo lugar los del listado 108 A (los que se inscribieron en agosto) y, recién después será el turno para optar de las maestras que se anotan hoy. Por eso, como si estuvieran en clases, establecieron un estricto control de presentes. “Cada tres horas tomamos lista, al que tiene tres ausentes lo borramos”, señalaba desde su reposera Ana María González, la maestra que desde el martes a la noche lleva a cabo esa tarea. Pero aclara: una persona puede guardar el lugar de dos. Hasta ayer a la tarde, eran unas 180 personas las anotadas en ese listado interno. “Pero ya tenemos unos cuantos tachados, así que los que tenían hasta el 127 entrarían dentro de los primeros 100”, se entusiasma González.
Las chicas de al lado, inscriptas después del número 80, se quejaban. “Esto es una desorganización, en otros distritos no es así, pero acá siempre pasa lo mismo”, decía indignada María Eugenia, una maestra jardinera, de 23 años. Para la secretaria de Inspección del Consejo Escolar, Emilia Fernández, la situación se debe a que “Varela siempre generó expectativas, durante años fue fuente de trabajo para los maestros de los distritos vecinos, como Quilmes, Almirante Brown y Berazategui”.
Hoy, a las 8.30, el Consejo dará número a todos los presentes. Pero para las maestras la odisea no termina. Mañana sólo se inscribirán las 100 primeras; el martes próximo, de la 101 a la 200, y así, todos los martes y jueves, hasta que se anoten todas. El paso final será en marzo, cuando enlos actos públicos se determine quién puede acceder a un cargo y quién habrá malgastado estos tres días de febrero.

Producción: Sonia Santoro

 

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