¿Qué
circunstancias han concurrido para que súbita e inéditamente aparezcan la AFA,
Futbolistas Argentinos Agremiados y los gremios arbitrales, con intereses comunes como
para coincidir en un paro de actividades futbolísticas?
El derecho a la remuneración, perdido para
muchos jugadores del Ascenso con la suspensión de una parte importante del fútbol, no
puede menos que mover a la solidaridad conjunta de la sociedad. Pero uno se pregunta si
antes, alguna vez, dirigentes y árbitros fueron más allá de la declamación cuando de
los salarios de los jugadores se trataba.
Sin necesidad de hacer un minucioso
relevamiento de antecedentes, basta con detenerse en 1997, cuando a raíz de las
arbitrariedades de Francisco Ríos Seoane y compañía, se produjo el conflicto con los
jugadores del Deportivo Español. No era muy complicado concluir en que aparecería
"papá torneos" y los problemas de billetera se solucionarían a partir del
inveterado axioma de que "el espectáculo debe continuar".
Pero ésta no es una cuestión solamente de
dinero. O, por mejor escribir, el detonante no es una irregularidad o demora en
compromisos contractuales contraídos, sino una resolución judicial.
Se está viviendo una especie de desacato por
parte de casi toda la corporación futbolera, y la dirigencia parece querer blanquear
historias equívocas en actitudes de solidaridad casi "combativa" con los
futbolistas, que nadie puede creer demasiado. Es que el perro que se muerde la cola
aparece patentizado en la simple conclusión de entender que en estos momentos el fútbol
está suspendido hasta que la Justicia decida suspender la suspensión. Un galimatías y
casi una falacia.
Y todo esto no es más que la lógica --o
quizá ilógica-- secuela de no haber hecho nada en serio desde que el juez Víctor
Perrotta tomó su decisión hace poco menos de un año, y en vez de trabajar en el debate
de ideas alrededor de acabar con los violentos, todas las neuronas --muchas y pocas,
según de parte de quién-- fueron puestas a disposición de encontrar parches y
soluciones de transición cobijadas bajo el paternal paraguas del "todo pasa".
Los intereses --y no los principios-- que
juegan protagonismos alrededor del fútbol creyeron que una vez más la consigna era el
gatopardismo. Pretendieron cambiarle el collar al perro y se encontraron con que el perro
se muerde la cola. No incidentalmente, alguna vez el juez Perrotta recordó algo así como
que Julio Grondona colaboró con el juzgado hasta que le tocaron el bolsillo. |