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Por Fernando DAddario El bajo perfil no es, evidentemente, una de las características de la DGI: a sus ya célebres arremetidas contra peces gordos (Daniel Passarella en el ámbito futbolístico, Valeria Mazza en el mundillo de las modelos top) le faltaba una pata musical. Y quién mejor que Soledad. El huracán folklórico que desató la (ex) adolescente de Arequito llevó para las arcas familiares unos cuantos millones de dólares, pero parece que se olvidó de dejar unos cuantos miles en el ente recaudador que comanda, con gran pompa mediática, Carlos Silvani. Ayer trascendió que la DGI estaba investigando a Soledad por una presunta evasión que, en principio (circunscribiéndose sólo a 1997), alcanzaría al 60% de lo que debía pagar en relación a los shows efectuados durante esa temporada. Según los sabuesos que trabajan con Silvani, administrador federal de impuestos, ese porcentaje corresponde al dinero que no fue facturado ni declarado a la DGI. Y lo curioso es que la información necesaria para emprender la ofensiva contra Soledad fue obtenida en SADAIC. En este organismo, que nuclea a autores y compositores, revista con carácter jerárquico nada menos que César Isella, padrino artístico de la Sole y, por añadidura, beneficiario de un porcentaje de sus ganancias. En las oficinas de SADAIC revolvieron los cajones y a los inspectores se les hizo agua la boca. Claro que Omar Pastorutti, padre de la criatura, podrá ser novato en estas lides impositivas, pero no por ello es tonto: cuando algún espíritu caritativo (¿el propio Isella?, ¿el representante Norberto Baccón?) le avisó que había sabuesos olfateando cuentas irregulares, se adelantó al mismísimo Silvani y admitió que se le habían traspapelado unos 250 mil dólares. Pero Silvani no se conforma con vueltos, especialmente si sus cruzadas le garantizan centimetraje periodístico. Quiere más, mucho más. Basa su avidez en la certeza (admitida por el entorno de Soledad) de que la niña facturó más de tres millones en las últimas dos temporadas. La ofensiva de la DGI está centrada en las actuaciones en vivo de Soledad, ya que, según parece, las esquirlas del boom (los contratos televisivos, los ingresos por merchandising, el sponsoreo) han sido acomodadas con prolijidad. Pero el tema de los shows es, desde siempre y no sólo en el caso Soledad, una caja de Pandora. Se calcula que en las últimas cuatro temporadas la chica realizó alrededor de 600 presentaciones en vivo. Y en la DGI calculan: la nena cobra un promedio de 16 mil dólares por show, así que... Aunque las cosas no son tan fáciles. En el entorno de Soledad dibujan otra cuenta. Dicen que recién el año pasado Soledad empezó a cobrar esas cifras (que en algunos casos, como en el reciente Festival de Cosquín, se estiraron hasta mucho más del doble). En 1996 ella cobraba alrededor de 2 mil dólares por actuación, y al año siguiente 6 mil. El éxito grande (con la conquista de Capital Federal) llegó en 1998. Y hay otro detalle que esgrimen en su defensa: durante los años del duro batallar en el underground agropecuario, Soledad cantó (realmente) en todos lados. Sostienen entonces que en muchos pueblitos (en algunos de ellos su convocatoria superaba la cantidad de habitantes del lugar) las cuentas se arreglaban a precio de amigo, sin boletas ni facturas, por la sencilla razón de que no tenían ni boletas ni facturas. En la DGI no lo pueden creer, pero la historia (inventada o no) merece formar parte de la enciclopedia folklórica de irregularidades argentinas. Con respecto a la repercusión mediática que alcanzó el tema, valen hacer algunas consideraciones: la noticia fue lanzada por Ambito Financiero (el diario de Julio Ramos mantiene desde hace tiempo una posición durísima frente al grupo Clarín, y Soledad tiene un contrato de exclusividad con Canal 13, que le reporta unos 500 mil dólares anuales), pero fue levantada inmediatamente por Crónica, que subió los decibeles del escándalo hasta la mismísima tapa de su edición vespertina. Crónica no está peleada con Clarín, pero sí con Soledad (o con su entorno), porque el empresarioBaccón impidió que el diario de Héctor Ricardo García siguiera publicando un suplemento semanal con la verdadera y riquísima historia de Soledad. Eso deja claro que no se trata simplemente de unos dinerillos que quedaron en el camino. Y en todo caso, si de SADAIC y cuentas impositivas se trata, peor le fue a Mario Alvarez Quiroga, autor del hipervendedor A Don Ata. Dicen que le correspondería poco más de medio millón de dólares en regalías, pero solo cobró unas chirolas. Esa evasión, claro, no le importó a nadie.
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