Otras voces |
Mariano Grondona
(periodista)
A mí me cuesta imaginar qué es lo que pasa por el interior de la cabeza del
Presidente para aceptar la fecha del 11 de abril. No sé cuáles son sus motivaciones,
pero su lógica es la del poder y es probable que haya sentido que esa fecha era la menos
costosa para él. Una hipótesis podría ser que asumió que lo suyo ya no va, pero
concluyó que todavía está a tiempo de pararlo a Duhalde. Duhalde es la amenaza máxima.
Como el peronismo es muy verticalista, si Duhalde es el presidente, será también el
presidente del partido. Menem tenía un objetivo máximo, que era ser rere-electo. Al
parecer, esa opción está descartada y lo inaceptable hoy para Menem es el triunfo de
Duhalde. El resto de las opciones son intermedias. A mi entender, Palito Ortega es lo
contrario de Duhalde. Es un poco el ahijado político del Presidente, pero Menem no tiene
que olvidarse de que si gana la interna puede darle la famosa patada histórica, y volver
a hablar de re-re sería, al menos, difícil.
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FedericoStorani
(Presidente del bloque radical de la Cámara de Diputados)
Menem eligió esa fecha, en primer lugar, porque si no tenía que seguir lidiando en el
ámbito de la Justicia. En segundo término, creo que ha aceptado que Duhalde vaya al
muere para quedar él como jefe de la oposición. El gobernador es un candidato simbólico
que va ir contra la pared: aunque cuenta con piso peronista que le asegura más votos que
al Presidente, no es simpático para la gente del interior. No creo que el poder de Menem
se vea seriamente cuestionado por la candidatura de Duhalde. Más bien considero que el
Presidente está tratando de erosionar al gobernador para que gane con un poder acotado
como candidato. No descarto que en campaña, cuando vean que no levanta cabeza, lo
cambien. Igual, no creo que se deje de hablar de re-re. Y si Menem no lo hace hablarán
los otros: Lestelle, Barra ... |
OPINION
La necesidad hecha virtud
Por Mario Wainfeld |
Al
presidente Carlos Menem le encanta tener la iniciativa y cuando no la tiene le encanta que
lo parezca. El martes reunió en Olivos a doce gobernadores peronistas con mandato y a uno
electo e informó que la interna del PJ se realizará el 11 de abril. Tamaña
escenografía apuntaba a sugerir que fue él quien decidió esa fecha y esa
confrontación. Pero no era así: la interna se le volvió ineludible porque, aunque ha
hecho profesión de fe y tarea cotidiana sacar de la pista al gobernador bonaerense, hasta
ahora no consiguió hacerlo. Fue Eduardo Duhalde quien le obligó a renunciar pública
(nunca íntimamente) a la re-re cuando lo amenazó con convocar a un plebiscito en la
provincia de Buenos Aires, la del padrón más poblado, la cuna del peronismo, la que
suele definir la suerte de las elecciones nacionales, la que Duhalde tiene alambrada,
pavimentada y muy caminada. En ese escenario, el que más (si no el único que) domina es
Duhalde e iba a disputarse sí o sí una interna local el 11 de abril. Interna que Menem,
que de profecías electorales sabe un montón, intuía terminaría en goleada contra su
desafortunado paladín Alberto Pierri.
Esa perspectiva se sumó a la presión que vienen haciendo los dirigentes del peronismo,
con los gobernadores a la cabeza. El peronismo es, entre otras cosas, una máquina de
cosechar y retener poder. Sus dirigentes pueden dejar de lado o cambiar muchas cosas (p.
ej. el Estado benefactor o la opción preferencial por los pobres), pero no aceptar que se
licuen sus posibilidades políticas o electorales. La eterna interna entre Menem y Duhalde
impedía a la formidable maquinaria electoral peronista ponerse en campaña, dilación que
devenía especialmente penosa a partir de noviembre del año pasado, cuando la Alianza
definió su fórmula presidencial nacional y redujo a la nada las peleas entre sus
principales dirigentes.
Menem no quería esa interna que es, en sí misma, un signo de interrogación sobre su
capacidad conductora (¿cuándo se vio una interna contra el jefe de un partido de
gobierno a meses de una elección nacional?). Como no pudo evitarla hizo como
que fijaba la fecha de la contienda.
Una elección como la del 11 de abril, que moviliza miles de cuadros y convoca a millones
de votantes, es impredecible en sus resultados, máxime si interviene en ella un actor tan
potente como Carlos Menem. Pero no es un dato menor que su existencia y su fecha le fueron
impuestos al Presidente quien, desplegando una de sus destrezas, que es hacer de la
necesidad virtud, armó una escenografía para hacer pensar lo contrario. |
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