El
concepto de comercio administrado fue definido por Peter Drucker, el gran gurú mundial de
la administración empresaria --al menos así lo cuenta él--, para identificar el
intercambio entre filiales de la misma corporación.
Frente a la crisis brasileña este tema
resulta central. En efecto, ya que el 70 por ciento de la industria manufacturera entre
los dos países se realiza entre filiales de la misma corporación, buena parte de los
desplazamientos de producción y de comercio se dará a causa de que filiales de aquí
trasladarán producción al Brasil para aprovechar los bajos salarios y luego importarán
los productos terminados. Se puede argumentar que ése es un comportamiento racional y
legítimo por parte de empresas que no causaron la crisis, ya que ésta tuvo su origen en
los problemas financieros de Brasil. Es cierto. Pero un gobierno también puede argumentar
que cuando una empresa se instala en el país --aun cuando instale sólo una filial-- se
está comprometiendo a aportar al bienestar común y por lo tanto está obligada a pensar
cómo aportar a resolver crisis como ésta, encontrando un equilibrio con sus intereses
específicos.
El sector automotor sirve de claro ejemplo.
En la Argentina se ha suspendido a más de 10.000 operarios. En 1998 las importaciones
totales de autos de pasajeros fueron por 620 millones. Sólo el 8,63 por ciento (53
millones) vinieron de Brasil. El resto vino de otros orígenes. Las empresas instaladas en
el país, a su nombre --más allá de otras importaciones de particulares-- importaron por
228 millones.
Pregunto: ¿Estas empresas mantendrán en
1999 este nivel de importaciones extrazona o como contribución a resolver la crisis del
Mercosur decidirán proveer a la plaza desde las terminales locales? ¿No puede el
Gobierno acordar esto con Adefa? Si se argumenta que en tal caso se dejaría el lugar a
otros importadores, ¿no puede además el Gobierno, ante la emergencia, cupificar el 40
por ciento las importaciones extrazona de los restantes importadores tomando como base
1998? Esto no generaría inflación ni ninguna otra distorsión, porque quedaría en pie
la competencia entre las empresas y la competencia de los productores brasileños.
Simplemente, sería reconocer que no está en discusión si se administra o no este
comercio. Se discute quién lo administra: si cada empresa dentro de su cáscara
corporativa o el conjunto, incluyendo los gobiernos del área, buscando el interés
común, que incluye a las empresas. Sería valioso dejar de creer en los peces de colores.
* Economista de la Alianza. |