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Por Luciano Monteagudo desde Berlín La Berlinale podrá enorgullecerse de haber inaugurado ayer una nueva edición (la número 49) con una película alemana, doblemente local, si se tiene en cuenta que Aimée & Jaguar, de Max Färberböck, fue producida y rodada aquí en Berlín. Sin embargo, los titulares de los principales diarios y hasta la misma revista del festival no hacen sino celebrar los reflejos de Oscar que encandilan este año como si la Academia de Hollywood hubiera decidido empezar a celebrar su fiesta a orilla del río Spree. Con las candidaturas recién anunciadas en Los Angeles, ya están viajando para competir en Berlín por el Oso de Oro dos de las principales contendientes por el Oscar, Shakespeare in Love y La delgada línea roja, que reúne entre ambas veinte nominaciones. El otro gran personaje de Ho- llywood que engalana al festival es Steven Spielberg, quien desde La lista de Schindler integra la agenda de las grandes discusiones públicas en Alemania. Además de ser el principal candidato al Oscar al mejor director (por Rescatando al soldado Ryan), este año Spielberg tiene la oportunidad de subir al podio de la Academia como productor de The Last Days (Los últimos días), un documental que produjo a la Shoah Foundation, con entrevistas a sobrevivientes del Holocausto. Spielberg está aquí porque este segundo trabajo tendrá su lanzamiento internacional hoy mismo aquí, fuera de concurso. También se espera a Meryl Streep y Brenda Blethyn (la madre de Secretos y mentiras), que presentarán personalmente One True Thing y Little Voice, que les valieron, respectivamente, las candidaturas a los Oscar a la mejor actriz y mejor actriz de reparto. Todo este polvo de estrellas se anuncian también las llegadas inminentes de Nicholas Cage, Harvey Keitel y Shirley MacLaine le asegura a la Berlinale no sólo la cuota de frivolidad de la que ningún gran festival internacional está exento en estos días, sino también, aunque más no sea por refracción, echar un poco de luz sobre el cine europeo, que este año figura en forma prominente en la competencia empezando por los dueños de casa, que se reservaron la apertura oficial para Aimée & Jaguar, una película arraigada en la memoria viva de la ciudad. Basada en episodios y personajes reales, el film escrito y dirigido por Max Färberböck (un recién llegado al cine, proveniente del teatro y la televisión) se ocupa de una historia extraordinaria, que paradójicamente provoca cierta decepción frente a la película. A los 85 años, Lily Wust todavía vive en Berlín y fue presentada en la conferencia de prensa del film y en el estreno en el Zoo Palast a la manera de ciudadana ilustre. Por décadas, su historia pasó inadvertida hasta que fue recogida en un libro testimonial escrito por Erica Fischer, de donde abrevó la película titulada a partir de los nommes de guèrre de Lily y Felice. Temeraria al punto de que disfrazaba su verdadera identidad como colaboradora de un periódico nazi, Felice en 1944 fue descubierta por la Gestapo y enviada al campo de exterminio de Terezin. Ante el film de Färberböck correcto, bien actuado por María Schrader y Juliane Köhler, pero sin auténtica vida propia no queda sino añorar qué podría haber hecho con esa historia de amour fou un maestro del melodrama como Rainer Werner Fassbinder, por ejemplo, que tan bien supo dar cuenta de las corrientes ocultas que corrían por debajo del implacable orden nazi, en Lili Marleen o La nostalgia de Veronika Voss. No es el caso de Aimée & Jaguar, una película a la que el jurado presidido por la actriz española Angela Molina tendrá que prestar su atención, pero a pesar de su generoso presupuesto y su cuidada reproducción de época sin duda le queda chica a su terna. Nos sentimos intimidados por la verdad de la historia, confesó al término de la proyección una de las actrices. Eso precisamente es lo que transmite Aimée & Jaguar, el peso de la responsabilidad frente a un material subversivo, irracional, abrumador. Un amor más grande que la muerte, dice el slogan con el que se promocionó la película, que no está a la altura de esa grandeza.
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