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EL CERVANTES PROPONE UN ENCUENTRO IBEROAMERICANO DE TEATRO
Sueño de unas noches de verano

Grupos de España, Brasil, Costa Rica, Cuba, Perú y Chile presentarán sus espectáculos en  una programación que abarcará tres semanas.

Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) Después de haber ofrecido al público que permanece en Buenos Aires durante todo enero la convocante Ya nadie recuerda a Frederic Chopin, el Teatro Nacional Cervantes se apresta a presentar la semana que viene una segunda edición del Encuentro Iberoamericano de Teatro, que cuenta con la participación de importantes agrupaciones, muchas de ellas fogueadas en festivales internacionales. La muestra es en parte resultado del conocimiento in situ que sobre la escena latinoamericana posee el dramaturgo Osvaldo Dragún, director del Cervantes. Además de la experiencia que lo dejó vivir siete años en Cuba, Dragún fundó en La Habana, a fines de la década del 80, la Escuela Internacional de Teatro de América latina y el Caribe, entidad que organiza talleres en diferentes países. El Encuentro, que se inicia el miércoles 17 del corriente y finaliza el 7 de marzo, cuenta con el apoyo del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit). A manera de complemento se dictarán tres seminarios, y se ofrecerán funciones de pretemporada (del 10 al 21 de marzo) del Grupo La Zaranda (Teatro Inestable de Andalucía La Baja) y Quetzal, de Costa Rica, que trae La historia de Ixquic, unipersonal de Rubén Pagura, estrenado en la primera edición de la muestra.
Vau da Sarapalha será la primera obra que se verá en el Encuentro. Se trata de una adaptación de “Sarapalha” (un relato de Joâo Guimarâes Rosa, el creador de Gran Sertón: Veredas), realizada por Luiz Carlos Vasconcelos, también director, e interpretada por el Teatro Piollin, de Brasil, agrupación que, a través de su formación O Circo Piollin, procura una aproximación del actor al género circense. Este trabajo se verá entre el 17 y el 21 de febrero en la Sala María Guerrero. La anécdota es sencilla. Muestra a dos enfermos de malaria, un perro (Jiló), flaco y sarnoso que duerme cerca de ellos, y una vieja de nombre Ceiçao, conocedora de secretos ancestrales, que sirve aguardiente, aviva el fuego y en algún momento desaparece. Con sobriedad de recursos y mucha ternura, cuenta la historia de los últimos habitantes de las tierras del Vado de Sarapalha. También entre esas fechas, pero en la Sala Orestes Caviglia, se podrá ver La virgen triste, de Elizabeth Mena, por la compañía Galiano 108, de Cuba. La actriz Vivian Acosta compone aquí a Juana Borrero, figura de las letras y las artes del siglo XIX cubano, que falleció a los 18 años. Dirigido por José A. González, el grupo, creado en La Habana en 1990, se nutre de la cultura afrocubana.
Gemelos, de Laura Pizarro, Jaime Lorca y Juan Carlos Zagal ocupará el escenario de la Sala María Guerrero desde el 24 hasta el 28 de febrero. Este es un aporte de La Troppa, de Chile, grupo que en el ‘96 presentó Viaje al centro de la Tierra, en el Teatro San Martín. Durante esos días se verá también No me toquen ese vals, de Rebeca Ralli, Julián Vargas y Miguel Rubio, en la Sala Orestes Caviglia, y en horario diferente. Esta propuesta del Yuyachkani, de Perú, retrata con rasgos expresionistas a desolados personajes, habitués de un bar de ínfima categoría.
Los jerezanos de La Zaranda (por aquello del cernidor que preserva lo esencial y desecha lo invisible) tienen programados más de un ciclo con su obra Cuando la vida eterna se acabe, una pieza de fuertes imágenes, creada por Eusebio Calonge y dirigida por Paco Sánchez (Paco de La Zaranda). Esta pieza se verá entre el 3 y 7 de marzo, y el 10 y 21 del mismo mes. Por su lado, los costarricences del Teatro Quetzal mostrarán El viejo y el mar (desde el 3 hasta el 7 de marzo), obra basada en la novela de Ernest Hemingway, publicada en 1952. Juan Fernando Cerdás dirige este trabajo en el que actúa Rubén Pagura (argentino radicado en Costa Rica) y va al rescate de la cosmogonía, los valores y símbolos de la cultura maya, y recrea críticamente la historia a partir del Popol Vuh, libro sagrado de los quechuas, vertido al español en el siglo XVII por el dominico Francisco Ximénez. Todos estos espectáculos se verán en el Cervantes,salvo Cuando Teodoro se muera, de Tomás González, que los cubanos de Galiano 108 mostrarán entre el 26 y 28 de febrero en la pequeña sala del Celcit.
En cuanto a la producción propia del Cervantes, se verán este año la puesta de Las paredes, obra de Griselda Gambaro que dirigirá David Amitín, y el reestreno de La Pintura (Homenaje a Leonardo Da Vinci), un espectáculo con actores y muñecos ideado y dirigido por Eva Halac. A estos dos estrenos de abril le seguirán los montajes de Los indios estaban cabreros, de Agustín Cuzzani, en versión escénica de Rubén Pires (el mismo de la lograda Marat-Sade); He visto a Dios, de Eduardo Defilippis Novoa, dirigido por Eduardo Gondel, y Rew, de Carmen Arrieta, en una puesta de Andrés Bazzalo. En el rubro teatro infantil se repone Las mil y una noches, del Grupo Libertablas, “el único elenco del Cervantes que además saldrá de gira con Gulliver, y ofrecerá funciones de otros espectáculos de menor despliegue en las escuelas”, según precisó el director del teatro.

 

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