Buena victoria, merecida, producto de un notable trabajo de entrega y mucha decisión. Faltó justeza para definir. Sorín hizo el gol.
|
Argentina jugó un buen primer tiempo ante México. Cumplió con un ochenta por ciento de su trabajo a la perfección. A saber: mantuvo al rival lejos de Burgos y consiguió casi sin golpear que no le crearan ninguna situación de gol; se apoderó durante la mayor parte del período del control de la pelota y la administró con rapidez y justeza en tres cuartas partes del terreno; ahogó, con un trabajo de rapidez y presión continuada, la posible salida del medio campo mexicano y recuperó moviéndose solidariamente -hubo hasta tres o cuatro argentinos acosando a un rival la pelota para volver a salir; los laterales se mostraron y subieron, tanto Husaín como Sorín, con suerte variada, pero siempre lo intentaron. Los volantes más retrasados Astrada (de muy buen trabajo) y Cagna estuvieron despiertos y atentos en los relevos. Y en el fondo no se equivocaron ni Berizzo ni Samuel, que digirieron a tres delanteros que rotaban Hernández y Palencia se tiraban unos pasos atrás para hacer de enganche y tenían el auxilio de volantes que corrieron y cerraron con presteza. Hasta ahí, todo bien y saludable. El déficit, la asignatura pendiente estuvo más arriba. Y no es porque Barros Schelotto y Palermo hayan jugado mal ni porque Gallardo y Bassedas el que menos se vio hayan estado especialmente desacertados o apáticos. Todo el mundo trabajó, incluso el grandote de Boca, que se echó atrás. Fue una cuestión de coordinación, de errores de última y penúltima puntada, que hicieron que las cuatro llegadas hayan resultado imprecisas. Por momentos se abusó del pelotazo, que no llegó a concretarse nunca, y les faltó a Gallardo, que hizo casi todo bien, y al Mellizo, que alternó buenas y de las otras, la claridad en el momento de definir. El comienzo del segundo tiempo fue auspicioso. Buena mandada de Husaín por derecha y centro cruzado que no alcanzaron por muy poco Palermo y Gallardo. Pudo ser. México había apostado a un delantero más con la entrada del goleador Abundis y el leve retraso de Blanco, pero eso no significó la mínima variante: Argentina siguió manejando el partido y la pelota, ahogando la salida rival y creando, paulatinamente, cada vez más peligro. Mejoró el trabajo de Palermo y si bien no llegó ante una entrega larga del Mellizo, se supo tirar atrás y llegar después a definir en el área en la mejor jugada colectiva. Hasta que el gol llegó de una jugada de pelota detenida: centro pasado de Gallardo que Guillermo recogió en el fondo de la fila y metió al medio para la llegada exigida de Sorín. Gol y justicia. Hacia los treinta llegaron, con un remate de Abundis, por primera vez netamente los mexicanos. Y a los 35 tuvieron la mejor: se cruzó en diagonal el Pájaro, tiró fuerte, la sacó apenas Burgos y salvó Husaín sobre la línea; y tres minutos después, el remate de Abundis en el travesaño coincidió con la entrada de Méndez por Bassedas, señal de que Argentina se pararía de otra manera y así fue. Hubo que aguantar. Hubo un semialuvión mexicano que Argentina no supo conjurar porque nadie fue capaz de parar la pelota, de cambiar el ritmo, de marcar otros tiempos. El equipo se perdió y terminó jugando, al final, los peores minutos. Sin embargo, el balance general fue muy positivo. El trabajo colectivo y la entrega fueron el rasgo determinante. Lo que faltó no fue funcionamiento ni concepto, sino una dosis mayor de precisión y de variantes en la zona de definición. Y criterio para el manejo de los tiempos.
|