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Cien mil personas para agradecer los milagros

La Virgen de Lourdes juntó a una multitud que le agradecía desde un sarpullido que se curó al trabajo que se evitó perder.

En muchos casos, la emoción por rezarle a la Virgen llevaba a que la gente llorara desconsolada.
Un sacerdote, casi en el estilo de los pentecostales, pedía: “¡Fuerte el aplauso a Jesús!”.

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t.gif (862 bytes)  “Ya no es como antes: ahora hay muchos desocupados que se han puesto a vender, y entonces se vende menos”, dijo Dina Barbagelata, que por dos pesos ofrece, en bolsita de celofán, una vela, una florcita, agua de la gruta de Lourdes y una oración a la Virgen. Ayer, cien mil personas protagonizaron en Santos Lugares una jornada de agradecimiento por los breves milagros de la Virgen de Lourdes: la mujer cuya hija dejó de fumar, el hombre que perdió una pierna en un accidente pero conserva su trabajo; hasta la señora que se le curó el sarpullido. Pero también la mujer cuya hija de 8 años, Florencia Rossi, espera un trasplante hepático. Hace 80 años que está en Santos Lugares la piedra traída de la gruta de Francia, pero sólo en los últimos años los fieles se hicieron multitud.
Luego de asistir a misa había que visitar el fuego, la piedra y el agua. El fuego: centenares de velas encendidas en la parte inferior del santuario. La piedra: traída de la gruta de Lourdes en Francia, enmarcada en una placa de bronce, realmente gastada por los besos de los fieles. El agua es de red y sale por unas canillas: el hecho de brotar en el santuario la torna bendita, pero muchos además la hacen bendecir por el sacerdote.
“A mí me había salido un sarpullido –contó Norma Juárez–: era acá, en la barriga, los médicos decían que era alergia, que era por el broche del pantalón vaquero: hacía dos años que lo tenía, y un día vine, me puse agua bendita y, ya cuando salí de acá, no me picaba.” Ella venía con su marido y su hijo Ayrton, que nació nueve meses después de que se le fue el sarpullido. También venía para agradecer Alejandra Duffau: “Mi hija tenía 16 años y fumaba sin parar. Yo le pedía y le pedía a la Virgencita hasta que un día, es increíble, la nena dijo ‘No voy a fumar más’ y dejó, hasta hoy.
Un sacerdote, casi en el estilo de los pentecostales, pedía: “¡Fuerte el aplauso a Jesús!”. Pero había también más discretas expresiones de misticismo: “Recién yo no podía dejar de llorar y mi hijo me preguntaba por qué, y no hay explicación: es una felicidad tan grande, inexplicable, ver pasar al Santísimo”, decía Mirta del Peral. “Ya lloramos. Dejamos toda nuestra angustia y estamos con las pilas cargadas para empezar de nuevo”, decía Alicia de Simone.
Luisa Belz fue para agradecer que su hijo está mejor: “El tenía problema de los nervios, estuvo internado una semana pero ya está mejor. Cuando le dieron el alta empecé a venir, y ahora estoy más tranquila con él.
Los altoparlantes advertían contra todo exceso de fe en la condición humana: “Mucha precaución con sus bolsos y billeteras: cualquier inconveniente dirigirse al personal de seguridad”.
“Vengo siempre con mis cuatro hijos a agradecer a la Virgen –dijo Nicasio Fernández Ríos–. El recuerda con precisión la fecha, 31 de julio de 1995, cuando perdió una pierna en un accidente de tren. “Pero me recuperé y tengo trabajo, en mantenimiento.”
El culto a la Virgen de Lourdes empezó desde que, en 1858, la Virgen se le apareció, en una gruta de esa localidad francesa, a la niña Bernardita Soubirous. Desde principios de siglo hay santuarios en América latina, a cargo de la orden de los asuncionistas. El padre Roberto Faure explicó a este diario que “la cantidad de gente se acrecentó en los últimos años. Claro que están preocupados por las cosas de este tiempo: en dos horas que estuve en el confesionario, tres personas lloraron por estar sin trabajo”.
En el patio de la iglesia, Miryam Rossi atendía un puesto del Cucaiba donde la gente podía inscribirse para donar órganos: a las cinco y media de la tarde ya había 250 inscriptos: “Acá, y hoy, la gente tiene más ganas de ayudar al prójimo”. La acompañaban su hija Florencia, de 8 años, que espera un trasplante de corazón, y la niña Victoria Pérez, que espera trasplante cardiopulmonar. Bajo la mesa estaba el tubo de oxígeno al que las nenas deben recurrir cada tantos minutos. Florencia ya tuvo una operación, y junto con ella se operó su muñeco Mickey: “A él también le pusieron puntos y una sondita”, sonreía, tímida.

 

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