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HACE QUINCE AÑOS, MORIA EN FRANCIA EL GRAN JULIO CORTAZAR
Un hombre muy alto, de una envidiable altura

Acababa de regresar la democracia, tras el horror de la dictadura militar, cuando la leucemia se llevó a uno de los más grandes  escritores del siglo, unánimemente considerado, además, ejemplo ético.

Lugar: “Me siento muy bien en Francia: desde joven tuve afinidad por un cierto tipo de cultura y mentalidad. Puedo estar en Argentina sin dejar de estar en Francia”.

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Por Angel Berlanga

t.gif (862 bytes) Quince años atrás, socavado por una leucemia terminal, moría en París Julio Cortázar, uno de los mejores y más trascendentes escritores de este siglo. Los diarios argentinos contaron al día siguiente, 13 de febrero de 1984, que Buenos Aires había sido invadida esa tarde, sin explicación alguna, por bandadas de mariposas. Cortázar tenía entonces 69 años, y solía definirse como “un escritor aficionado”. No era por falsa modestia, aclaraba, sino que le gustaba esa condición. Era absolutamente consciente del efecto que había provocado en los tempranos 60 su novela más famosa, Rayuela, y orgullosamente se sabía autor de uno de los más notables conjuntos de cuentos de la literatura nacional. Al igual que Jorge Luis Borges en 1986, Cortázar murió en Europa y prefirió ser enterrado allí. Su tumba está en el cementerio de Montparnasse de París, junto a la de Carol Dunlop, su última esposa.
Era un tipo alto, demasiado como para pasar desapercibido en la multitud y conservaba hasta el final una cara de niño asombrado. Según Gabriel García Márquez, “tenía los ojos separados como los de un novillo, y tan oblicuos y diáfanos que habrían podido ser los del diablo, si no hubieran estado sometidos al dominio del corazón”. Hablaba con un vozarrón grueso y tenía un acento francés, captado en su primera infancia, que le hacía arrastrar las erres al hablar. Su historia personal dice que nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914 mientras su padre cumplía una misión diplomática del gobierno argentino. La Primera Guerra Mundial estiró la permanencia de la familia allí hasta que el niño, Julio Florencio, cumplió los cuatro años. Cuando tenía seis, ya instalada la familia en Banfield, el padre, no muy diplomáticamente, se rajó del hogar, y Julio ya no lo vería más. Decía Cortázar que aprendió a leer solo, y que entonces su madre lo llevó al médico, por temor a una precocidad peligrosa. “Durante mi juventud fui un misántropo, me metí en el mundo de la cultura y de la estética y eso duró muchos años”, decía. “Me encerré durante años a leer, no hablaba con nadie. Leía, sólo leía. Y escribía, sin publicar, por orgullo, porque sabía que lo mío era bueno.”
Tenía 23 años cuando se recibió de profesor en letras y comenzó a dar clases en Bolívar y Chivilcoy. Luego fue docente de literatura en la Universidad de Cuyo, en Mendoza, hasta chocarse con la intervención universitaria del primer gobierno de Perón. En el ‘44, Cortázar publica por primera vez un cuento, nada menos que “Casa tomada”, en la revista Los anales de Buenos Aires. El encargado de la publicación fue Borges, quien elogiaría varios de sus primeros cuentos ayudándole a abrirse camino. Su primer volumen de cuentos, Bestiario, se publicó en 1951, año en que Cortázar hizo sus valijas y, en fuga del peronismo, se radicó en París. Allí escribiría la mayor parte de su obra: los volúmenes de cuentos Final de juego, Las armas secretas, Historias de cronopios y de famas, Todos los fuegos el fuego, Ultimo round, Octaedro, Alguien que anda por ahí, Un tal Lucas, Queremos tanto a Glenda y Deshoras, y las novelas Los premios, Rayuela, 62. Modelo para armar y Libro de Manuel. “Mis libros –pensaba Cortázar– aunque físicamente hayan sido escritos lejos, son libros argentinos, y eso mis lectores lo saben. Pero yo me siento muy bien en Francia, y desde joven tuve una gran afinidad por un cierto tipo de cultura y mentalidad francesa. Es decir: puedo estar en Argentina sin dejar de estar en Francia.”
En sus cuentos y sus novelas, el lector tiene la sensación de que se mete en la maquinaria del pensamiento del narrador y recorrer todos sus rincones. La obra de Cortázar también se compone de ensayos, poesías, publicaciones póstumas, obras de teatro y traducciones (de Poe, Chesterton y Keats, entre otros). Con las traducciones (muchas de ellas para la Unesco) se ganó la vida en los primeros tiempos parisinos. Y conocer a unatraductora, Aurora Bernárdez, se tradujo en su primer matrimonio. Ella lo acompañaría en su última hora y se haría cargo de todos sus papeles, pese a que la última mujer del escritor fue Dunlop, que murió unos meses antes que él.
En los 60 se fue acercando y comprometiendo progresivamente con la revolución cubana y con el socialismo. Afirmaba Cortázar: “El triunfo de la revolución, los primeros años de gobierno, no fueron una mera satisfacción histórica o política; de pronto sentí otra cosa, una encarnación de la causa del hombre como por fin había llegado a concebirla y desearla. Comprendí que el socialismo, que hasta entonces me había parecido una corriente histórica aceptable e incluso necesaria, era la única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho humano esencial, en el ethos tan elemental como ignorado por las sociedades en que me tocaba vivir, en el simple, inconcebiblemente difícil y simple principio de que la humanidad empezará verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre”. Años después, Cortázar también apoyaría decididamente al gobierno de Salvador Allende en Chile y al sandinismo nicaragüense, y hasta destacaría a la izquierda peronista de los 70.
Suele hablarse, aún hoy, del exilio, o de los exilios, de Cortázar. En una carta enviada por Osvaldo Soriano a José María Pasquini Durán, se lee: “Estoy abatido por la muerte de Cortázar, por la tremenda soledad que lo rodeaba pese a sus amigos; debe ser una ilusión mía, un punto de vista personal y persecutorio, pero era la muerte de un exiliado”. Esa sensación se agrandaba debido a un episodio revelado por el mismo Soriano: dos meses antes de morir, recién recuperada la democracia, Cortázar estuvo en la Argentina y esperó en vano un gesto de reconocimiento del flamante presidente Alfonsín. Tanto Miguel Briante como Soriano coincidieron en la interpretación del asunto: al radicalismo le espantó aparecer pegado a quien apoyara tan decididamente a gobiernos socialistas en Latinoamérica. Con ese gesto despreciativo, también, el gobierno menoscababa la lucha de Cortázar contra la última dictadura, durante la cual su exilio, que había comenzado en la época de López Rega y la Triple A, sí fue una cuestión de vida o muerte. Decía Soriano que a Alfonsín no se le escapaba que Cortázar era el escritor más popular del país, pero además “el que entregó las regalías de Libro de Manuel para ayudar a los presos políticos en época de Lanusse y las de Los autonautas de la cosmopista al sandinismo. El que puso su bolsillo y su corazón para concretar muchos proyectos contra la dictadura militar, acá llamados campaña antiargentina”.
Si se releen los artículos publicados en torno de la obra de Cortázar en los últimos quince años, se perciben claramente dos posturas. Por un lado, quienes critican la falta de reconocimiento a su dimensión como narrador marcan que todavía existe una deuda histórica con él. Por el otro, quienes relativizan su papel en las letras argentinas. Entre estos últimos abunda la versión de los dos Cortázar: el primero enfrascado exclusivamente en lo literario, abstraído del mundo, lampiño, narrador brillante, trascendente e innovador; el segundo abierto al mundo, barbudo y revolucionario, apuntalador de socialismos latinoamericanos, con una calidad literaria más floja. En esa tesis Rayuela y sus primeros libros de cuentos serían espléndidos, mientras que Libro de Manuel y sus últimos cuentos entre mediocres y, apenas, aceptables. Aunque siempre es abstracto hablar de los lectores, hay una cosa segura: miles y miles siguen disfrutando a Cortazar más allá de todo, descubriéndolo y redescubriéndolo, recomendándolo y también añorándolo. Sus cuentos se leen en las escuelas, inspiran películas y dejan con ganas de leer más de él y sobre él.
En una nota publicada en Página/12, cuando habían pasado diez años de la muerte de Cortázar, Soriano hacía una observación: mientras que Borges, al morir, fue directamente al cielo, Cortázar debió pasarse una temporada enel purgatorio. “He leído notas francamente adversas de tipos que decían haber vivido engañados respecto de Cortázar –decía Soriano–. Era como para preguntarles: ¿Y vos qué tenés para aportar?.” Afortunadamente es absurdo pensar en el poder pretendido por pseudoángeles judiciales de las letras nacionales que dictan risueños decretos que indican que Cortázar no tendría un lugar en el olimpo literario argentino. Por ahí andará Cortázar, un tipo alto que escribía y le escapaba a la solemnidad. Un tipo demasiado alto como para pasar desapercibido en la multitud.

 


 

EL MITO, ANALIZADO POR SEIS DE SUS COLEGAS ESCRITORES
“Ante todo, Julio inspiraba devoción”

t.gif (862 bytes)   Gabriel García Márquez. “En privado lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. En ambos casos fue el ser humano más impresionante que he tenido la suerte de conocer. Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño, y, por supuesto, grandes envidias. Julio Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero ante todo inspiraba, además, otro menos frecuente: la devoción.”
ron2.gif (93 bytes)  Osvaldo Soriano. “Yo me formé no al calor de su estilo, sino de su influencia social. El era una influencia inevitable, como la de Borges. (...) Sus novelas, poemas, ensayos, tangos y hasta una historieta-folletín de denuncia (Fantomas contra los vampiros multinacionales) muestran hasta qué punto su arte consistió en tratar las obsesiones del alma, el impiadoso destino de los hombres, como un juego permanente, como una profanación saludable y revitalizadora. Si Arlt y Borges habían dado vida a la literatura argentina, Cortázar le agregó alegría, desenfado, desparpajo para sondear el profundo misterio del destino humano”.
ron2.gif (93 bytes)  Isidoro Blaisten. “Dejó un tendal de imitadores y roedores que lo copiaron hasta la sustitución. Pero la perfección letal de sus cuentos, la premonición desesperada de su prosa no eran para merodeadores. Hubo una época en que todo el mundo quería ser uno de sus personajes. En la época en que apareció Rayuela, no había muchacha de ojos verdes que estudiase Letras y que deambulase por los cafés y tuviese cierto aire abstraído, distante o estólido, que no se llamase La Maga. Todas eran La Maga.”
ron2.gif (93 bytes)  Eduardo Galeano. “En él siempre hubo una comunión muy íntima entre su persona y su palabra. Cortázar era tan insólito, tan extraño, como un hombre que estaba haciendo un viaje al revés; él fue de la indiferencia a la pasión, contrariando las leyes del ciclo vital que hacen que el “bicho humano” viaje desde el entusiasmo hacia el cinismo. El mayor mérito literario de Julio es habernos ayudado a comprender hasta dónde es natural eso que llamamos sobrenatural. El incorporó a la vida cotidiana esas energías secretas que andan en el aire del modo más natural, más espontáneo.”
ron2.gif (93 bytes)  Juan José Saer. “Su contribución a la literatura en lengua castellana se deriva de sus primeros libros de cuentos, en especial Bestiario y Las armas secretas, porque ahí supo introducir las innovaciones temáticas adecuadas a la aparición de lo fantástico en la vida cotidiana. Cortázar también fue un renovador en el nivel verbal, porque pudo aproximarse a ese mundo fantástico evitando los tópicos que componen la retórica habitual del género. También creo que el abuso del lenguaje coloquial como recurso es una de las debilidades centrales de su obra. Llegó un momento en que exageró, que era como una suerte de voluntarismo populista que impregnaba su estilo y finalmente abrumaba. Su paso del cuento a la novela no fue feliz, porque le faltaban los elementos que hacen de un escritor un novelista. Pero que esto que no se entienda como una crítica: Borges nunca escribió una novela, y era un cuentista espléndido.”
ron2.gif (93 bytes)  Mario Vargas Llosa. “En Julio la literatura parecía disolverse en la experiencia cotidiana e impregnar toda la vida, animándola y enriqueciéndola con un fulgor particular sin privarla de savia, de instinto, de espontaneidad. Probablemente ningún otro escritor dio al juego la dignidad literaria que Cortázar ni hizo del juego un instrumento de creación y exploración artística tan dúctil y provechoso. El efecto de Rayuela cuando apareció, en 1963, en el mundo de la lengua española, fue sísmico. Removió hasta los cimientos las convicciones o prejuicios queescritores y lectores teníamos sobre los medios y los fines del arte de narrar y extendió las fronteras del género hasta límites impensables.”

 


 

UNA APROXIMACION AL ESCRITOR, EN SUS PROPIAS PALABRAS
Entre el humanismo y el socialismo

t.gif (862 bytes)   “A veces me he preguntado qué hubiera sido de mi obra de haberme quedado en la Argentina; sé que hubiera seguido escribiendo porque no sirvo para otra cosa, pero a juzgar por lo que llevaba hecho hasta el momento de marcharme de mi país, me inclino a suponer que habría seguido la concurrida vía del escapismo intelectual que era la mía hasta entonces y sigue siendo la de muchísimos intelectuales de mi generación y de mis gustos. Si me hubiera quedado, mi madurez de escritor se hubiera traducido de otra manera, probablemente más perfecta y satisfactoria para los historiadores de la literatura, pero ciertamente menos incitadora, provocadora y en última instancia fraternal para aquellos que leen mis libros por razones vitales y no con vistas a la ficha bibliográfica o a la clasificación estética.”
ron2.gif (93 bytes) “Lo ignoro todo de la filosofía política, y no llegué a sentirme un escritor de izquierda a consecuencia de un proceso intelectual sino por el mismo mecanismo que me hace escribir como escribo o vivir como vivo, un estado en el que la intuición, la participación al modo mágico en el ritmo de los hombres y las cosas, decide mi camino sin dar ni pedir explicaciones. Con una simplificación demasiado maniquea puedo decir que así como tropiezo todos los días con hombres que conocen a fondo la filosofía marxista y actúan sin embargo con una conducta reaccionaria en el plano personal, a mí me sucede estar empapado por el peso de toda una vida de filosofía burguesa, y sin embargo me interno cada vez más por las vías del socialismo.”
ron2.gif (93 bytes)  “A riesgo de decepcionar a los catequistas y a los propugnadores del arte al servicio de las masas, sigo siendo ese cronopio que escribe para su regocijo o su sufrimiento personal, sin la menor concesión, sin obligaciones ‘latinoamericanas’ o ‘socialistas’ entendidas como a prioris pragmáticos.”
ron2.gif (93 bytes)  “Como la falsa modestia no es mi fuerte, me asombra que a veces no se advierta hasta qué punto el eco que han podido despertar mis libros en Latinoamérica se deriva de que proponen una literatura cuya raíz nacional y regional está como potenciada por una experiencia más abierta y más compleja, y en la que cada evocación o recreación de lo originalmente mío alcanza su extrema tensión gracias a esa apertura sobre y desde un mundo que lo rebasa y en último extremo lo elige y lo perfecciona.”
ron2.gif (93 bytes)  “Ya no creo, como pude cómodamente creerlo en otro tiempo, que la literatura de mera creación imaginativa baste para sentir que me he cumplido como escritor, puesto que mi noción de esa literatura ha cambiado y contiene en sí el conflicto entre la realización individual como la entendía el humanismo, y la realización colectiva como la entiende el socialismo.”
ron2.gif (93 bytes)  “No puedo ser indiferente al hecho de que mis libros hayan encontrado en los jóvenes latinoamericanos un eco vital, una confirmación de latencias, de vislumbres, de aperturas hacia el misterio y la extrañeza y la gran hermosura de la vida. Sé de escritores que me superan en muchos terrenos y cuyos libros, sin embargo, no entablan con los hombres de nuestras tierras el combate fraternal que libran los míos.”
ron2.gif (93 bytes)  “No renuncio a mi solitaria vocación de cultura, a mi empecinada búsqueda ontológica, a los juegos de la imaginación en sus planos más vertiginosos; pero todo eso no gira ya en sí mismo y por sí mismo, no tiene ya nada que ver con el cómodo humanismo de los mandarines de Occidente. En lo más gratuito que pueda yo escribir asomará siempre una voluntad de contacto con el presente histórico del hombre, una participación en su larga marcha hacia lo mejor de sí mismo como colectividad y humanidad. Estoy convencido de que sólo la obra de aquellos intelectuales que respondan a esa pulsión y a esa rebeldía se encarnará en las conciencias de los pueblos y justificará con su acción presente y futura este oficio de escribir para el que hemos nacido.”

 

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