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OPINION
¿Qué hacer con Menem?
Por Alfredo Leuco

Se trataron al aire como dos señoritos ingleses. Como si fueran del Partido Laborista de Tony Blair. Ramón de acá. Compañero Duhalde de allá. Norberto Raffeti, el stopper del gobernador, finalmente le pasó el celular faltando 15 minutos para el mediodía. Estaban en La Plata y era el cuarto llamado de la mañana que le hacía Leo Méndez de la producción de “Bravo 1030”. Tres o cuatro preguntas y Martín Canay desde el móvil pidió pista urgente porque tenía al senador Ramón Ortega parado en la puerta de la calle Villate a punto de entrar a la quinta de Olivos y a la gente de seguridad respirándole la nuca.
Finalmente se produjo el pequeño milagro periodístico. Se cruzaron, como se dice en la jerga radial. Duhalde y Ortega se saludaron cordialmente y aceptaron una nota conjunta o tal vez no pudieron negarse públicamente, que no es lo mismo. Como un símbolo cada uno estaba en el lugar en donde se siente más fuerte. Duhalde en La Plata y Ortega en Olivos.
Hubo una pregunta que los dos respondieron como un rayo. ¿Cómo les suena la reflotada frase “Palito al gobierno, Menem al poder”?
–Como una falta de respeto a Ramón –dijo Duhalde.
–Como una humorada que alguien se tomó en serio –ratificó Ortega.
Sin saberlo estaban confirmando que ambos tienen la misma preocupación. ¿Qué hacer con Menem? Y que en esa respuesta se va a escribir gran parte de la historia del peronismo y de la Argentina que viene.
Están en dos bandos distintos y sin embargo tienen que despejar la misma incógnita para resolver el futuro político que les espera. ¿Qué hacer con Menem?
A Ortega le preocupa el tema. Sabe que ser el precandidato elegido por el dedo de Menem tiene sus ventajas medidas en aparato y en fondos frescos para la campaña y para seducir gobernadores, pero también sabe que tiene sus serios peligros: la falta absoluta de autonomía y la convicción general de que Ortega puede convertirse solamente en una máscara que se coloque Menem para disfrazarse. Y esta humorada no le hace ninguna gracia. Porque no es ninguna humorada, es la táctica que más seduce al fundamentalismo menemista.
A Duhalde también le preocupa el tema. ¿Debe enfrentar o no a Menem en las urnas por la presidencia del partido? Esta es la pregunta del millón. Ayer el gobernador le respondió con la duda. Dijo que va a consultar a todos los sectores que lo apoyan para estudiar qué es más conveniente. El gobernador Néstor Kirchner se apuró en retroceder. Su consejo es que Duhalde gambetee esa batalla y que concentre energías en la pelea con Palito por la candidatura a presidente de la Nación. Los duhaldistas de la primera hora, en cambio, prefieren ir a fondo y apostar fuerte para terminar con la etapa menemista. El peronismo no tiene en su historia ejemplos de doble liderazgo. Fue Perón y ahora es Menem. Y Duhalde quiere ser. Por eso no le queda otro camino que derrotar a Menem en las urnas si es que quiere dar vuelta la página de los tiempos. Alfonsín y el propio Menem enseñaron que no se puede tener todo el poder sin ser el líder partidario además de presidente de la Nación.
Duhalde no está decidido aún pero sospecha que la sombra de un Menem invicto en las urnas es una amenaza constante para su triunfo electoral y para la consolidación de su figura. Ningún político se repliega ni acepta una derrota si no es derrotado. Y mucho menos tratándose de Menem.

 

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