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  AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR
AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR

 



CLINICA DE LOS TRAUMATIZADOS EN COMBATE, DESDE LA PSICOLOGIA EXISTENCIAL
El veterano de guerra en su paraíso caído

Un destacado especialista en terapia de veteranos de guerra  estuvo en Buenos Aires, donde expuso su teoría: “Cuando  salimos del paraíso, ya nada duele porque ya nada importa”.

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“Lo que no pueden olvidar son las experiencias de asalto, hayan sido actores u objetos de la acción.”

Por Erling Eng *

t.gif (862 bytes) Por casi cuarenta años, mi vida profesional estuvo dedicada a la atención psicológica de los veteranos de guerra. Ellos no pueden olvidar las experiencias de asalto, hayan sido actores u objetos del asalto, por acción de sus compañeros o de soldados enemigos. Llegué a estar convencido de que esa persistencia involuntaria es un signo de alguna clase de conocimiento que el soldado bisoño no sabría o no podría captar, y estoy convencido de que este cuadro persiste.
Pero cuando di con lo que voy a citar, reconocí lo que, por mí mismo, no había sido capaz de formular: “Es porque estamos en el paraíso que todas las cosas de este mundo nos engañan. Cuando salimos del paraíso, nada duele ya porque nada ya importa”.
La experiencia del daño nace de nuestro estar en el paraíso y, a la vez, dentro del mundo. Perder el primero mientras se está en el segundo es perder el sentimiento, sufrir de falta de sentido. Y eso era la descripción de lo que sufrían mis veteranos.
Compartí este enfoque con mis veteranos. También comencé a relatar algunas de las cosas que había aprendido de ellos. Todos esos hombres han procurado aislarse en el campo, cerca de la naturaleza. Uno de ellos, que se interesaba por las orquídeas en su juventud, ahora las cultiva y me trae una diferente cada mes. Otro se enorgullece de su novedoso jardín cuya belleza, a veces, remeda un rinconcito de Vietnam. El jardín surgió como emblemático del espacio en el cual, con regularidad, nos encontramos.
Hace muchos años, experimenté algo que nunca pude olvidar. Mientras escuchaba El amor brujo de Manuel de Falla, me sorprendí al encontrarme inmerso en el luminoso crepúsculo azul de un anochecer en España. Pero al rato me volví a encontrar en mi entorno rutinario.
En su trabajo Las formas de la espacialidad, Erwin Straus habría caracterizado de “pático” mi primer modo de conciencia y de “gnóstico” el segundo. “El momento gnóstico no hace más que desarrollar el qué de lo dado en su carácter de objeto; el pático es el cómo de su ser como dado.”
Lo complementario entre la experiencia gnóstica y la pática en el espacio corporal vivido me interesa en mi labor con veteranos de guerra perturbados. Esos hombres padecen de una discordancia crónica entre ambas actitudes. El resultado es una episódica alteración del experimentar espacial y temporal. Se dañaron los ritmos vitales que gobiernan los rasgos orgánicos de su vida.
Ambas actitudes, la del participante y la del observador, están rítmicamente implicadas en nuestra experiencia, consciente e inconsciente. Pero, no bien el espacio corporal pático se inmiscuye dentro del espacio gnóstico del entorno, el sentido de realidad sufre. Desde ese momento, existe discordancia entre los espacios interior-pático y exterior gnóstico. De esto resulta una penetrante incertidumbre respecto de la localización de las experiencias en tiempo y espacio.
Dos son los abordajes terapéuticos para esta discrepancia crónica entre el espacio corporal de uno y el del entorno. Por lo regular, la medicación atenúa o distrae de la conciencia que el paciente tiene de tal discrepancia. Pero mi camino es ampliar la capacidad para la experiencia pática dentro de la situación terapéutica, de manera que la influencia ejercida por aquella experiencia particular encapsulada se vea, respecto del todo, reducida. Cuanto más extenso el océano, más chiquitita la isla.
Lo cual nos devuelve al espacio del jardín. Jardín significa naturaleza, el espacio que se ensancha y contrae en su múltiple crecimiento. El espacio diastólico/sistólico del corazón humano constituye una particular instancia de ello. En la misma época en que tuve aquella experiencia con la música de De Falla, cierta vez experimenté cada rosa de un rosal como si fuera mi propio corazón latiendo.
Mediante nuestro acceder a esta presencia, lo que quedó inconcluso queda incorporado en su futuro desarrollo. Es un proceso en el cual los momentos gnóstico y pático se estimulan mutuamente. Una experiencia de Goethe ilustrará lo que quiero decir:
“Tuve un don: cuando cerraba los ojos y recostaba la cabeza y pensaba en una flor en el centro del órgano visual, nunca conservaba su forma primera por mucho tiempo sino que se abría y seguían eclosionando pétalos cada vez más frescos desde su interior. No eran flores naturales sino de la fantasía, como las rosetas de los escultores. Era imposible detener aquella creación insistente. Duraba tanto como yo quería, sin altibajos”.
Las “rosetas de los escultores” se forman al quitar la piedra alrededor de las pequeñas rosas ornamentales. Así es, claro está, como Miguel Angel concebía la creación artística: liberar la forma de la piedra. Esto es una instancia de lo que llamo el espacio matricial.
El espacio de mi propio cuerpo es también el de un entorno matricial. Es un entorno y no un ambiente, puesto que comprende tanto la membrana fetal como el fluido amniótico. Cada espacio está circundado aun cuando circunda. El espacio, de esa forma, sólo se puede captar dentro de una modalidad visionaria. Isaac Newton concebía el espacio como el sensorium dei.
Cada uno de nosotros ha existido en el espacio interior del cuerpo materno, antes del nacimiento. La superficie fetal era un límite dentro del cual debía haber sólo una distinción mínima entre lo que, más adelante, se distinguiría como afuera y adentro. Es dable imaginar que esta diferencia fue creciendo a medida que el nonato se acercaba a su término. En el nacimiento, diferencias de presión, temperatura, sonido y luz se combinaron para hacer de ese suceso un acontecimiento.
Persisten evidencias indirectas del espacio matricial en nuestros sueños, como también en nuestra experiencia de la música, la danza y la pintura. La indistinción primaria entre lo de adentro y lo de afuera perdura de por vida en nuestra experiencia.
La confusión en este proceso es preponderante entre los veteranos que sufren de trastorno por estrés postraumático. Un veterano puede decir que permanece inmovilizado entre el dónde y el cuándo estaba en la guerra y el dónde se encuentra actualmente. Por lo cual siempre es inseguro de sí mismo e incapaz de tomar decisiones que podrían definir una dirección en su vida. Cualquier perturbación en sus rutinas provoca una respuesta excesiva. Es como si el combate del que formó parte se hubiera vuelto parte de él, física y mentalmente.
Los veteranos con los que trabajo tienen una gran necesidad de aislarse de los demás. Si bien esto satisface su necesidad de seguridad, también representa una oportunidad de asegurarse el espacio matricial como organizador de sus ritmos vitales.
* Psiquiatra y psicoterapeuta. El texto fue extractado de su trabajo “El espacio del jardín”, presentado en la IV Conferencia Internacional de Psicología y Psiquiatría Fenomenológica, que se efectuó en Buenos Aires en octubre del año pasado.

Niños traicionados por sus padres
Por Sonia Winer

–¿Por qué van los jóvenes a la guerra?
–Si tomamos el Estado como Estado-Padre o Estado-Madre, debemos entender que los jóvenes hacen lo que sus padres les ordenan hacer –contesta el psiquiatra noruego Erling Eng–. Los chicos aman a sus padres, y por lo tanto siempre piensan que lo que les dicen está bien. Entonces, cuando se les inculcan las bondades de defender a la Patria y su deber de ir a pelear, ellos van.
–¿Puede haber maneras de preparar a los niños de hoy para prevenir futuras guerras?
–Tal vez escribiendo y escribiendo. El primer libro que los jóvenes buscan es de aventuras, y hay muchos libros de autores que fueron soldados y denuncian sus terribles experiencias. Yo tuve un paciente que estuvo en los campos de concentración en Francia a los 16 años, y escribió un libro sobre el horror de la ocupación nazi en Francia. Escribir ese libro le hizo un bien a él y a los demás. Pero muchos jóvenes de 16 o 14 años participan actualmente en guerras, por ejemplo en Medio Oriente.
–¿Cómo es la experiencia de estos chicos?
–Descubrí que los chicos de 13, 14, 15 años están más dispuestos a hablar de su experiencia en la guerra porque se encuentran en una edad en la que están pasando de la inocencia a ser responsables y, si son responsables, pueden llegar a ser culpables. Viven una especie de contradicción con el mundo y no pueden diferenciar la guerra interior de la exterior. Tal vez los adultos notan esta confusión, esta indiferenciación, y se aprovechan de ella para mandarlos a la muerte. Todo niño que muere en una guerra es en realidad asesinado. Fue traicionado y muere en la inocencia, ya que no entiende que lo utilizaron.

 


 

LA HISTERIA, LA “PSICOSIS DE FEALDAD” Y LOS
PEDIDOS DE CIRUGIA ESTETICA
“Opéreme, doctor, para que me amen”

Por María Lucrecia
Rovaletti *

t.gif (862 bytes) Cuando alguien demanda por un cambio estético, el sujeto ignora el deseo que organiza su demanda y es el cirujano quien debe evaluar la factibilidad. Puede tratarse de una demanda histérica en un momento identificatorio excesivo, que corresponde a la envidia de ocupar el lugar del otro, de una figura del entorno. En la psicosis, si el paciente está en la fase activa, operarlo sería delirar con él; si está bien instalado en una intercrisis, operarlo con los ajustes apropiados permite contactar con la parte sana del yo.
Cuando la falta de autoestima se proyecta en una parte del cuerpo, traduce muy a menudo un sufrimiento neurótico, y a veces delirante. Estos últimos son casos graves de dismorfia o psicosis de fealdad, cuyo número aumentó con los avances de la cirugía correctiva. Acuden al médico con el ansia de liberarse de una deformidad evidente o supuesta. Viven su anomalía –presunta o no– no como un defecto estético sino moral. Plantean una necesidad de belleza según cánones secretos, que llevan a una obsesión de cambio corporal. Y están motivados por un temor a la imagen de sí, a la imagen del cuerpo. Fundamentalmente el rostro provoca el horror. En la mayoría de los cuadros se encubre una depresión.
Se exige que el cirujano plástico realice en dos horas máximo lo que a una psicoterapeuta le llevaría meses, hasta años: lograr un bienestar y restaurar la estima de sí. Y al preocuparse sólo de la transformación estética sin hacerse cuestión de los fantasmas subyacentes, se reduce la intervención quirúrgica a un simple gesto técnico.
En la demanda de cirugía, el discurso manifiesto es siempre el mismo: designa primeramente un defecto corporal incriminado, que deviene responsable de una insatisfacción y de un sufrimiento. Pero este discurso se refiere a muchos cuerpos a la vez: el cuerpo anatómico develado por el cirujano, el mero organismo, pero también el cuerpo vivido, erógeno e imaginario, es decir esa configuración conformada por la imbricación de expectativas que se pierden más allá del nacimiento y por sucesivas identificaciones que configuran la existencia. Es la corporalidad en tanto intersección de las significaciones vividas intersubjetivamente. En el cuerpo, como presencia expresiva de nuestro comportamiento, se despliegan nuestras intenciones.
Unas veces se busca modificar una parte del cuerpo, particularmente desgraciada, responsable de una falta de confianza de sí, una inhibición, un repliegue de sí. Algunos se adaptan bien a los defectos físicos mayores, mientras que otros viven un drama absoluto por imperfecciones anodinas para un observador exterior. En otros, se trata de un deseo normal de agradarse a sí mismo, de un deseo de cambio por una crisis existencial, o de exigencias de tipo laboral. Se busca una mejor imagen de uno mismo. Y toda experiencia que aumente la autoestima suele estabilizar la salud mental: es importante considerarse y ser considerado atractivo.
En una sociedad que produce cada vez más objetos, crea cada vez más necesidades y engendra cada vez más situaciones que llevan al individuo a una ruptura con sus objetos ideales, es posible comprender los sentimientos de pérdida que se traducen en depresión. Y los modelos estéticos contribuyen provocando insatisfacción en los sujetos que con ellos se comparan.
El status social además requiere que cada uno pueda hacer frente a su estado y que presente un cuerpo digno de las miradas de los otros. El problema está en saber cuándo la cirugía puede responder a esta demanda y cuándo es preferible el apoyo psíquico.
La demanda de cirugía plástica se sitúa en el seno de la clínica de la percepción, donde la dificultad de ser se presenta en términos de imágenes de sí, colocadas bajo el juicio, a veces impiadoso, de la mirada del otro.

* Profesora titular de psicología existencial en la Facultad de Psicología de la UBA. Texto extractado del trabajo “Identidad y estéticadel cuerpo”, incluido en Corporalidad. La problemática del cuerpo en el pensamiento actual (Lugar Editorial).

 

POSDATA

Psicodrama. Está abierta la inscripción en el Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal, que coordina Tato Pavlovsky. 4866-4242.
Género. Posgrado de especialización en psicoanálisis y género en la APBA. Con Irene Meler, Débora Tajer, Irene Fridman, Mabel Burin, Ana María Fernández, Eva Giberti, Norberto Inda, Martha Rosenberg, Juan C. Volnovich. 4334-2721.
Psicomotricidad. Posgrado de la Asociación Argentina de Psicomotricidad. 4866-0566.
Pánico. “Reflexiones acerca del ataque de pánico”, por Gabriel Anapolsky y Maida Panossian en Fundamento, el 17 de 19.30 a 21. Santa Fe 2861, 4º B. 4823-2056. Gratuito.
Narrar. “Cuestiones relacionadas con el oficio de narrar: Borges, Cortázar, Onetti, Puig, Saer”: seminario por Marily Canoso. 4953-6540.
Morón. El Colegio de Psicólogos de Morón abre su escuela y seminarios de orientación lacaniana. 4629-4566.
Social. Carrera de operador en psicología social: reunión informativa en Epsicon, el 19 a las 19. 4797-8193.
Erótica. “Causas, escenas y razones de la vida erótica”, seminario por Ricardo Estacolchic y Sergio Rodríguez desde el segundo martes de marzo de 20.30 a 22. 4855-9981, 4856-1792.
Posgrado. Para médicos, psicólogos y psicopedagogos en la Escuela de Psicoanálisis del Centro Sigmund Freud. 4823-9450.
Sida. Mesas de prevención de Fundación Descida en Villa Gesell, hasta el 20. 4825-4263.
Maestrías. La Universidad Bar Ilán abrió la inscripción para maestrías y posgrados en clínica de la infancia, patologías del desvalimiento, discapacidad y otros. 4863-4061.
Posgrado. En psicoanálisis, en el Círculo Psicoanalítico Freudiano, 4771-3234.

 

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