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PANORAMA ECONOMICO
Lo barato sale caro

Por Alfredo Zaiat

Cuando el actual viceministro de Economía Pablo Guidotti se mudó del Banco Central a la Secretaría de Hacienda, sumándose al equipo que desplazó a los expulsados mediterráneos de Domingo Cavallo, en el turbulento julio de 1996, su timidez lo hacía temblar ante una conferencia de prensa. Ahora, con dos años y medio de gestión adquirió una cintura política que, si bien no es muy fina, es muchísimo más hábil que la de su jefe, lo que no quiere decir mucho. Pero le resulta suficiente para darse cuenta de que ante la crisis que precipitó la devaluación del real no hay que aferrarse a dogmas académicos. Y si, de todos modos, uno se ata a ellos no ser tan sincero para mostrarlos en público, como lo hizo Roque Fernández en el reportaje con Página/12. Guidotti no se calló lo que piensa y se lo dijo, con suavidad, a su jefe. Pero en la intimidad junto a otros miembros del equipo no disimularon el enojo por la escasa delicadeza de Roque para expresar su pensamiento, que comparten pero saben que no resulta simpático escucharlo.
Que Roque haya dicho que los empresarios ineficientes van a desaparecer por el salto competitivo de Brasil al depreciar su moneda provocó no sólo la reacción de sus colaboradores más cercanos. También irritó a Carlos Menem, generó bronca en el ala política del Gobierno y provocó que la Unión Industrial rompiera el compromiso de mantenerse callada hasta la cumbre presidencial en San Pablo, que ayer terminó con la foto sonriente de Menem y Cardoso y escasos resultados. Todos coincidieron con que fue una provocación de Roque a los industriales. La mayoría de los economistas concuerda con que, si Brasil tuvo un desbalance temporario por el ajuste de su tipo de cambio, resulta necesario tomar medidas transitorias para evitar daños en el sector productivo.
Resulta interesante, por lo menos para entender la lógica del razonamiento y el comportamiento de Roque, bucear en los manuales de economía para advertir por qué un ministro atado a sus fundamentos teóricos dice lo que dice tan convencido respecto al futuro de la industria. Así como también su tan brutal cálculo económico de los desaparecidos.
La idea darwiniana de la eficiencia, donde se impone el más apto, el de condiciones más fuertes para sobrevivir, a la que se asocia Roque fue adaptada al pensamiento económico por Alfred Marshall, quien aplicó a la teoría de la empresa el concepto evolucionista. Pero quien teorizó la eficiencia en términos de producción, en la década del 50, fue el economista nacido en Holanda pero que vivió en Estados Unidos Tjalling Koopmans, y enseñó en la Universidad de Yale. Este fue el primero que expuso en términos rigurosos lo de “eficiencia económica”, al plantear que “no se puede producir un bien sin gastar algo de un insumo”. A ese axioma lo denominó “La imposibilidad de la tierra de Cucaña”, país imaginario donde las cosas se obtienen sin ningún sacrificio. Roque piensa que los empresarios que reclaman protección quieren vivir en Cucaña, sin esforzarse para ser más eficientes y así competir con productos brasileños más baratos por la devaluación. Y si no lo logran –concluye– los beneficiarios serán en última instancia los consumidores, que podrán comprar a precios más bajos.
A esa relación eficiencia-beneficio es donde hay que dirigir el foco. Una empresa que produce a costos bajos al arrojar desechos industriales al río polucionando el ambiente es eficiente económicamente en términos privados. Los consumidores reciben el bien fabricado en esa planta a un precio más bajo que el que deberían pagar si esa misma compañía tiene que subir sus costos para evitar la contaminación. Esa cuestión fue abordada por Arthur Pigou, en 1920, en La Economía del Bienestar, al introducir en el tema de la eficiencia económica el concepto de costo social. Ya no sólo era importante la magnitud monetaria que tiene una empresa, sino también los beneficios que pueden ir al conjunto. En línea opuesta razona Roque, siguiendo la Escuela de Chicago que refuta a Pigou con la idea de que el mercado elimina las externalidades (efectos sociales colaterales de la actividad privada), que lo hace exclusivamente en términos de precios: la entrada de productos brasileños a valores bajos beneficia al consumidor, pero no repara en los costos por la pérdida de empleos al sustituir esa importación de bienes fabricados localmente. Pero si a ese precio de liquidación se le cargan los perjuicios que causa (desempleo sumado a todos los efectos sociales que acompañan la pérdida del puesto de trabajo), insumo que la empresa particular no incorpora en su ecuación de costos, el precio no es tan barato para la sociedad en su conjunto.
Roque prefiere hablar de eficiencia y no de competitividad. El sabe que la devaluación del real produjo un salto competitivo de Brasil que no tiene nada que ver con una mejora en la eficiencia de las empresas del socio mayor del Mercosur, sino con una medida aplicada por el gobierno de Cardoso. Prefiere entonces embestir contra los empresarios antes de debatir la competitividad de la economía argentina, puesto que esto último lo pondría en un brete. Si bien la paridad 1 a 1 reúne muchísimos más adeptos que rechazos, lo que se pondría en debate es la esencia propia del modelo. El predominio de políticas neoliberales ha privilegiado la lógica de los grupos empresarios dominantes, locales y extranjeros, lo que ha transformando a la Argentina en un espacio de succión de rentas. Este se basa en un proceso de reprimarización de su producción (agro, petróleo, minería) acompañado del desarrollo de un sector de servicios fundamentalmente orientado a atender el consumo de altos ingresos.
Ese modelo lo tienen claro los brasileños. En uno de los tantos mensajes enviados por Cardoso para contener la furia de los argentinos sobre cuál es el papel que Brasil le asigna a la Argentina en el Mercosur, afirmó que deben estar tranquilos porque aseguró que van a seguir comprando trigo y petróleo. Toda una definición del lugar que tiene Argentina en el mundo comercial. Un país que exporta cuero e importa calzado, que exporta algodón e importa confecciones, que exporta chapa e importa maquinarias, que exporta abonos e importa plaguicidas, que exporta petróleo e importa combustible elaborado.

 

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